LOIRA ATLÁNTICO Sendas fluviales en Rivières de l’Ouest
Turismo sostenible Naturaleza, patrimonio histórico y tradiciones a través de la mayor red de ríos navegables de Francia
Rutas en bicicleta, viñedos, castillos, áreas naturales, pueblos con encanto... todo ello con el aliciente de poder disfrutarlo navegando por los 283 kilómetros de vías fluviales dibujadas, sobre todo, por dos de los principales afluentes del Loira, el río Sarthe y Mayenne que, junto al Loir, el Oudon y el Maine, conforman las Rivières de l’Ouest, la mayor cuenca de ríos navegables de Francia. Si situamos la ciudad de Le Mans en un mapa y viajamos hacia oriente entraremos en el territorio de los famosos castillos, pero si vamos hacia occidente nos adentraremos en un territorio más desconocido pero extraordinario que, además, cuenta con un maravilloso litoral, donde se alternan playas de arena, calas salvajes y costas rocosas: el Loira Atlántico.
Le Mans, más que 24 horas
Confieso que, hasta ahora, cuando me hablaban de Le Mans, la única imagen que me venía a la mente era la de un sinfín de coches rugiendo durante 24 horas en la carrera de
LOS «DANDYS RECORREN CON PROPULSIÓN ELÉCTRICA LOS CANALES FLUVIALES DEL OESTE FRANCÉS
resistencia más importante del mundo. Pero quedarse en la idea única de un Le Mans automovilístico (que no digo que no haya que disfrutarlo) es perderse una ciudad con un centro histórico medieval único.
Para ir abriendo boca nada como disfrutar de un aperitivo dando un paseo por el río Sarthe, donde no faltan las tiernas y sabrosas rillettes (carne de cerdo cocida) acompañada de Jasnières, el más conocido de los vinos de Sarthe, procedente de un viñedo de apenas 65 hectáreas; sin faltar las famosas galletas Sablé que en Maison Druns (en Sablé-sur-Sarthe) preparan desde 1932 con mantequilla de AOP de Charentes, huevos de granja de Loué, harina local, azúcar y un toque de sal. Degustar los productos de la zona en el barco de La Rêveuse de Saint-Nicolas (El soñador de San Nicolás) es todo un privilegio. Al timón, Jean-Yves Luccotte LeVisage, ataviado con traje de época, explica que este barco tradicional, con fondo plano, antaño se dedicaba a transportar arena del Loira para hacer vidrio, al tiempo que señala la famosa muralla galorromana que rodea la Cité Plantagenêt y que durante más de quince siglos protegió el corazón histórico de la ciudad. Pasear por su interior es perderse en un laberinto de calles empedradas y hermosas casas de entramado de madera, que han sido escenario de numerosos filmes como Cyrano de Bergerac.
La catedral de Saint-Julien es uno de los monumentos religiosos más bellos de Francia. Alberga una capilla con una obra maestra de la pintura medieval occidental con 47 ángeles musicales pintados bajo las bóvedas. A las puertas de Le Mans se encuen
tra una de las joyas cistercienses de Francia: la abadía de Épau, fundada por la reina Berengela de Navarra. En sus magníficos jardines, en los que se realiza permacultura, llenos de molinillos de vientos realizados con plástico reciclado, se cultivan de manera ecológica los alimentos que se sirven en su pequeño establecimiento hostelero, ‘El café de las monjas’.
Naturaleza desde el agua
Disfrutar del Pays de la Loire en barco es una experiencia única, así que nada como soltar amarras y ponerse al frente del timón de un barco habitable con capacidad entre dos y doce personas. «No es necesario ningún tipo de carnet para dirigirlo, basta con unas clases prácticas en las que también se enseña cómo pasar una esclusa», explican Rapahel y Emile Pierre, gerentes de Anjou Navigation. Y es que franquearlas tiene su miga: de primeras, parece imposible que el barco pueda pasar entre sus muros, pero con un poco de pericia resulta fácil. Eso sí, antes hay que avisar al encargado de la esclusa, que la abrirá de manera totalmente manual. Su construcción, que se remonta al siglo XVIII cuando el río Mayenne era la única vía fluvial que conectaba el Loira con Normandía, se hace necesaria para salvar las pequeñas cascadas que se crean cuando estos tranquilos ríos se vuelven más impetuosos.
Nada como disfrutar de la naturaleza de cada recodo del río, con el cantar de los pájaros, el vuelo de garzas o gaviotas reidoras, el chapotear de los peces y el sonido del agua como fondo para llegar a los pequeños pueblos o localidades que jalonan el río o fondear para luego comer en algunas de las terrazas que se encuentran en su margen.
Barco eléctrico
Pero además de alquilar un barco para navegar también es posible disfrutar de actividades en el río de manera muy sostenible. En Château-Gontier podremos disfrutar de un paseo en un pequeño barco eléctrico denominado Dandy gestionado por la empresa Canotika, que ofrece una gran variedad de actividades náuticas y paseos en bicicleta por las vías verdes y la Vélo Francette, ruta ciclista que recorre el camino de sirga a lo largo del río Mayenne. «Estos barquitos eléctricos se asemejan a los elegantes barcos de los lagos italianos o los canales de Venecia, se fabrican a unos 20 kilómetros de aquí con material local, y los creadores son dos jóvenes de Nantes. Tiene una autonomía de unos 40 kilómetros», explica Chritian Laigle mientras coloca la batería eléctrica a uno de sus ‘dandys’.
A una hora de Château-Gontier se encuentra el pueblo de Malicorne, famoso por su loza. La provincia de Sarthe tiene la peculiaridad de contar con un suelo muy rico en arcilla, con la que se produce la loza calada, especialidad de la localidad. No hay que dejar de visitar la abadía de Solesmes, donde se puede disfrutar del canto gregoriano de los monjes benedictinos. A menos distancia, una media hora, se ubica la ciudad histórico-artística de Laval, bañada por el río Mayenne. Nada como contemplar esta ciudad de cuento desde el imponente torreón circular del Vieux-Château, que alberga el primer museo dedicado en su totalidad al arte naíf y artes singulares.
Y a 18 kilómetros de Laval, y entre verdes prados, encontraremos el mágico museo al aire libre donde el pintor, escultor, ceramista y arquitecto Robert Tatin creó todo un universo de fantasía. Un lugar inesperado y fuera de lo común en el que se encuentra la que fuera su casa, y a la que se accede tras recorrer una pasarela de singulares estatuas inspiradas en todo aquello que admiraba. Al final y alrededor del lago que también diseñó, encontraremos un enorme dragón con la boca abierta. Un universo surrealista dedicado al hombre, la vida y la naturaleza. Un dragón que con su enorme boca nos engulle como lo hace la belleza del Loira Atlántico.