La Galápagos del Mediterráneo
Mitología y naturaleza Los 2.000 metros del Monte Olimpo vigilan la Isla del Amor, reserva europea de especies vegetales únicas
La diosa Afrodita no pudo elegir mejor lugar para nacer que las aguas de una de las islas más desconocidas de Mediterráneo: Chipre. De playas de arena blanca y acantilados rocosos que dan a un mar límpido y cristalino, cuenta con reservas naturales con especies de plantas endémicas y una fauna única, que le han valido ser considerada como la Galápagos del Mediterráneo. Te proponemos un viaje por la Chipre más natural.
Desde Lárnaca, donde se ubica el principal aeropuerto del país, y en dirección a Ayia Napa, que cuenta con algunas de las mejores playas de la isla, podemos acceder al Parque Natural de Cabo Greco. Junto a uno de los pocos edificios que alberga, la capilla de Agioi Anarguroi, con sus paredes blancas y su cúpula azul intenso, es posible acercarse a los impresionantes acantilados y bajar a las cuevas marinas desde donde poder disfrutar de las cristalinas aguas de azul intenso, ideales para practicar el buceo.
Después del chapuzón y abandonando la costa de playas esmeraldas se puede poner rumbo hacia el interior de la isla. Tras atravesar llanuras de tierras rojas –donde se cultiva la patata, que sustenta la economía chipriota– hay pocas señales que nos hagan presagiar un cambio radical de paisaje. Pero al llegar a la cordillera del Parque Nacional de las Montañas de Troodos nos topamos con bosques de cedros, pinos y hasta de enormes secuoyas por los que serpentean caminos ideales para el senderismo y el ciclismo. Un total de trece rutas naturales en las que destacan los senderos de Artemis o Atalante que configuran una ruta circular debajo del pico más alto de la isla: el Monte Olimpo, con 1.952 metros, donde también es posible disfrutar del esquí.
La Suiza chipriota
Troodos es el mayor de los sistemas montañosos de Chipre, (en la zona invadida por los turcos se encuentran la otra cordillera formada por los montes Pentadáctylos) y salpicando sus montañas de un verde intenso (por ello la llaman la Suiza chipriota) encontramos encantadores pueblos alejados del turismo de playa, se han ido manteniendo intactos y conservan el sabor de siempre. El de Omodos, construido con la característica piedra de la zona, ofrece a los visitantes un entramado de preciosas calles llenas de pequeños restaurantes, tiendas y bodegas donde uno no puede irse sin degustar los diferentes vinos que producen las viñas que llenan las laderas de esta cordillera, como el Comandaria, el vino dulce más antiguo del mundo. Los amantes de la ornitología encontrarán también en estas montañas un lugar fantástico de observación de hasta 400 especies de pájaros.
«Troodos destaca por su complejo de ofiolitas, fragmentos de corteza oceánica que ascendieron hasta la superficie debido al choque de la placa tectónica africana con la euroasiática. Se trata de uno de los mejores conservados y estudiados del mundo», señala el guía Aníbal David, que trabaja para Politours 360, y quien va explicando al milímetro cada planta que observamos en el camino. Una de ellas es el hinojo gigante ( Ferula communis), la planta del fuego sagrado. «Cuenta la mitología que cuando Prometeo robó el fuego para llevarlo a la tierra lo hizo oculto en una rama. La ciencia ha demostrado que en su interior contiene una médula blanca capaz de retener las brasas y volver a combustionar», señala Aníbal, quien reconoce que los incendios y la falta de agua son dos de los grandes problemas que sufre Chipre. Esto último lo gestionan gracias a más de un centenar de represas y a la desalinización del agua del mar. Llama la atención ver cómo todos los edificios tienen depósitos de agua en sus azoteas o tejados y que en los hogares haya hasta tres grifos: de agua fría, caliente y potable.
En el recorrido por Troodos, en pueblos o dispersas en medio de un imponente paisaje, encontramos iglesias bizantinas como la de Ayios Nikolaos tis Stegis (en el singular pueblo de Kakopetria), una de las diez iglesias y monasterios de la zona considerados patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Durante el período bizantino (entre los siglos XI y XV), Troodos se convirtió en el centro de la educación y el arte, y prueba de ello son los magníficos, únicos y coloridos frescos que las decoran. En muchas de ellas hay que pedir la llave al párroco de la zona para acceder.
Donde se bañaba Afrodita
UN CONTRASTE DE PLAYAS ESMERALDAS Y VERDES ZONAS NATURALES
En el extremo occidental de la isla está el Parque Nacional de la Península de Akamas donde encontraremos ‘Los baños de Afrodita’, una gruta natural con estanque y cascada. En este área protegida, que cuenta con rutas de senderismo, viven especies en peligro de extinción como muflones chipriotas y en sus playas anidan tortugas gigantes. Las playas
son bastante inaccesibles pero los barcos llegan hasta la Laguna Azul de donde uno no puede irse sin bañarse en sus cristalinas aguas.
Pero para llegar hasta aquí desde Troodos hay que regresar por la carretera que nos conecta al sur de la isla con Limassol donde en su lago salado se pueden contemplar a los flamencos y que se ha convertido en una de las zonas ornitológicas más importantes de la isla. Siguiendo en dirección a Pafos localizaremos uno de los principales puntos turísticos: Petra tou Romiou, más conocida como roca de Afrodita. Aníbal David vuelve a conectar en sus explicaciones fenómenos naturales, ciencia y mitología. «Urano (el cielo) odiaba a los hijos que con él había engendrado Gea (la Tierra) y los condenó a no salir del vientre de su madre. Gea decide urdir un plan para liberarlos y al que solo responde su hijo Cronos que acaba cortando los genitales a su padre y arrojándolos al mar. Al caer al agua se produce una reacción y de la espuma nace Afrodita. La ciencia es capaz de explicar el nacimiento de este mito fruto de las rocas que surgieron del choque de las placas tectónicas africana y euroasiática. Por eso la roca de Afrodita, de origen volcánico, es diferente
LA ZONA DE SEGURIDAD, ,CONVERTIDA EN RESERVA NATURAL
en composición al resto que la rodea». Cada año miles de turistas visitan su playa de guijarros y nadan alrededor de la roca animados por la creencia popular que promete fertilidad, buena suerte, juventud y amor eterno a aquellos que la rodean tres veces.
Zona de seguridad
Pero la isla del amor se convirtió también en la del enfrentamiento, cuando los turcos decidieron invadirla en 1974. Desde entonces, dividida en dos, es vigilada por los cascos azules de Naciones Unidas. Su capital, Nicosia, o Lefkosia como allí la llaman, es la última capital dividida del mundo. La Línea Verde (porque con ese color se marcó en el mapa la división) separa la parte chipriota de la turca, a la que se puede acceder a través de puntos transfronterizos o chekpoints. Una división que también ha tenido su consecuencia a nivel ambiental: la deshabitada zona de seguridad establecida entre ambos lados, que en la ciudad se materializa en una franja de edificios acribillados y en ruinas, ha creado una reserva natural donde proliferan y se recuperan especies que estaban en peligro de extinción como el murciélago frutero egipcio, las orquídeas abejas, el ratón espinoso de
Chipre o los burínidos. Un refugio natural protegido por dos biólogos, la grecochipriota Iris Charalambidou y el turcochipriota Salih Gucel. Ahora, llevan a cabo un proyecto respaldado por la ONU que identifica puntos críticos de biodiversidad dentro de la llamada ‘zona muerta’, que reúne a científicos de las dos comunidades. Un auténtico laboratorio donde se huye de divisiones políticas y se antepone la preservación del ecosistema de esta isla única bañada por las aguas del Mediterráneo.