El calentamiento global acelera la transformación alimentaria
Eficiencia y prácticas sostenibles
Solo el 3% de la inversión en acción climática se destina a la agricultura y sistemas alimentarios y apenas el 2% llega al productor, frente al 80% que reciben la energía y transporte
El cambio climático supone una seria amenaza para la producción de alimentos. Los fenómenos extremos como tormentas, huracanes o sequías arrasan los cultivos, destruyen infraestructuras agrícolas, provocan desertificación y la disminución de tierras cultivables. Las estimaciones no resultan nada halagüeñas: los efectos del calentamiento global reducirán en un 30% la producción agrícola mundial de aquí a 2050 si no se adoptan las medidas adecuadas. Pero para rizar el rizo, el sector agrícola y alimentario también contribuye con cerca de un tercio de las emisiones globales de efecto invernadero.
Unos datos que refrenda el informe «Emergencia climática, Producción de Alimentos y Comercio Justo» presentado por la Coordinadora Estatal de Comercio Justo con motivo de la celebración de la 27 Cumbre del Clima, que hace unos días acaba de finalizar en Egipto. En ella, el director adjunto de la División de Clima y Medio Ambiente de la FAO, Zitouni Ould-Dada, fue contundente respecto a la urgencia de transformar los sistemas agroalimentarios: «No podemos producir los alimentos para nutrir a una población en crecimiento con el modelo actual, con la amenaza del cambio climático. No podemos continuar con un modelo que degrada el suelo, disminuye la biodiversidad y afecta al medio ambiente. No. El modelo a seguir debe ser sostenible».
En la agenda climática
Esta interrelación entre alimentación, agricultura y clima ha ocupado, por primera vez, un lugar destacado en la agenda climática de la COP27. En la localidad egipcia de Sharm el Sheij se ha avanzado sobre el trabajo de Koronivia –surgido en la COP23– que reconoce el potencial único de la agricultura para hacer frente al calentamiento global, abordando seis cuestiones interrelacionadas: los suelos, el uso de nutrientes, el agua, la ganadería, los métodos para evaluar la adaptación y las dimensiones socioeconómicas y de seguridad alimentaria en todos los sectores agrícolas. En esta COP, que ha dedicado un día completo a la agricultura y su adaptación al clima, se presentó la Iniciativa de Alimentación y Agricultura para la Transformación Sostenible (FAST), que tiene como objetivo aumentar las contribuciones de la financiación climática para la agricultura y los sistemas alimentarios. Y es que, tan solo el 3% de la financiación pública para el clima se destina a los sistemas alimentarios. Y lo que es más grave, únicamente el 2% de estos fondos se destina a los agricultores a pequeña escala; en comparación, los sectores de la energía y el transporte reciben el 80%. Esto en un escenario en el que los pequeños agricultores representan el 95% de las explotaciones y producen casi el 80% de los alimentos en el mundo.
El presidente de la COP27, Sameh Shoukry, señalaba: «A medida que alcanzamos un hito en el desarrollo humano, debemos asegurarnos de que nuestros sistemas alimentarios estén equipados para proporcionar a las comunidades de todo el mundo alimentos producidos de manera inclusiva, responsable y sostenible. Iniciativas como FAST son fundamentales en el mundo actual, donde los cambios geopolíticos y los fenómenos meteorológicos extremos pueden provocar una interrupción masiva de las cadenas de suministro de alimentos que dañan a los más pobres y exacerban el hambre y la desnutrición».
Una situación que podría comenzar a cambiar tras el acuerdo histórico con el que ha finalizado la Cumbre del Clima, que aprueba la creación de un fondo para financiar pérdidas y daños en países en desarrollo por culpa del calentamiento global. «Es un avance importante, pero ahora hay que ver si se cumple, que funcione y que se ejecute de forma ágil. Los países más pobres contribuyen menos al cambio climático y, sin embargo, lo sufren de manera directa. En el caso de la agricultura porque afecta a su principal fuente económica y también al entorno natural que constituye su hogar. Se necesita un cambio de modelo y acabar con las prácticas que no respetan el ciclo natural de la tierra, con los monocultivos y la deforestación», señala Marta Guijarro, portavoz de la Coordinadora Estatal de Comercio Justo. La agricultura comercial causa el 80% de la deforestación en todo el mundo: cada año se pierden 13 millones de hectáreas de bosques. Y el proceso de degrada
EL CAMBIO CLIMÁTICO REDUCIRÁ EN UN 30% LA PRODUCCIÓN AGRÍCOLA PARA 2050, SI NO SE ADOPTAN MEDIDAS
ción del suelo, que afecta a más de un tercio de la superficie global, se ha disparado a causa de la eliminación de praderas y sabanas para fines agrícolas.
Por ello, esta experta insiste en la necesidad de que los agricultores reciban un salario digno y estable, «no solo por justicia social, sino porque resulta fundamental para que puedan realizar cambios en sus cultivos hacia una agricultura más sostenible y ecológica que, a su vez, redunde en un mayor rendimiento de las cosechas». Además, señala que es importante invertir en formación, ya que «muchos de estos agricultores se ven abrumados ante los efectos del cambio climático a los que no saben hacer frente, que no solo destruyen cosechas y ponen en riesgo la seguridad alimentaria del mundo, sino que se cobran la vida de muchas personas. El paso que se ha dado en esta Cumbre es importante, pero también insuficiente porque el reto al que nos enfrentamos es enorme tras años y años de dejadez», sentencia esta experta.
Según cálculos del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), los países en desarrollo necesitarán entre 180.000 y 300.000 millones de dólares anuales para acciones de adaptación al cambio climático. Y alerta de que, si no se realizan las medidas políticas y climáticas adecuadas, producciones como las de maíz, mijo, trigo o guisantes podrían descender hasta en un 80% en ocho países del África meridional. En el caso del café, la superficie apta para su cultivo se podría reducir en un 50% de
LOS PAÍSES EN DESARROLLO NECESITAN ENTRE 180.000 Y 300.000 MILLONES DE DÓLARES AL AÑO PARA ADAPTARSE AL CAMBIO CLIMÁTICO
aquí a 2050. A ello habría que sumar que la falta de oportunidades, unida a la dificultad de contar con ingresos estables y dignos, hace que gran parte de la población rural abandone el campo. El Banco Mundial estima que de aquí a 2050, 143 millones de personas de Iberoamérica, África subsahariana y Asia meridional podrían emigrar a las ciudades por motivos climáticos.
Innovación para la adaptación
Aprovechar el poder de la innovación para reducir las emisiones ayudando a adaptar la agricultura a un clima cambiante y haciéndola más resistente a las adversidades no sólo causadas por el cambio climático, sino también por pandemias o guerras, es algo en lo que también han coincidido los líderes internacionales. «Innovación en el sentido más amplio, como la agricultura de precisión, donde hay riego por goteo combinado con energía renovable para obtener eficiencia. Pero también es importante la innovación que aprovecha el conocimiento tradicional de los pequeños agricultores», insistía en Egipto el representante de la FAO.
Los expertos señalan caminos como el de la agroecología, la permacultura, la biodinámica, silvicultura o o la agricultura regenerativa, un método de reconversión que combina técnicas modernas y conocimientos ancestrales donde conviven plantas y animales con una forma productiva beneficiosa e interrelacionada que fomenta un suelo vivo, capaz de regenerar la tierra.