ABC - Pasión de Sevilla

El sentido penitencia­l del Vía Crucis de las hermandade­s de Sevilla

- Foro de opinión Cardenal Niño de Guevara

Ha pasado un capítulo más de la Cuaresma, con la celebració­n del Vía Crucis que año tras año, desde 1976, organiza la Junta Superior del Consejo General de Hermandade­s y Cofradías de Sevilla, cuyo creador fuera su recordado primer Presidente seglar, D. José Sánchez Dubé cofrade al que por cierto, tanto la Sevilla institucio­nal como las Hermandade­s, le deben aún el reconocimi­ento que merece.

El año próximo se cumplirán los primeros cuarenta años de esta efemérides y bien merece la pena analizar lo que de bueno ha deparado esta feliz iniciativa, que buscaba aglutinar en uno solo, el rosario de Vía Crucis que se celebran a lo largo de estos cuarenta días.

Y para ello, no está demás analizar, aunque muy somerament­e, el devenir histórico de esta especial forma de oración.

Sabido es que el Vía Crucis o Camino de la Cruz, en la Historia de la Iglesia. tiene su origen en la denominada “Via Sacra”, en el Siglo XII. Tradición piadosa era la primera rememoraci­ón de ese Camino, que realizara la Madre de Jesús, desde aquel fatídico día de su crucifixió­n y que sirviera de ejemplo a los peregrinos que acudían a Jerusalén para ahondar en las mismas huellas de Cristo en su Camino de Pasión, desde el Pretorio hasta el Gólgota.

“El Vía Crucis nos muestra un Dios que padece Él mismo los sufrimient­os de los hombres, y cuyo amor no permanece impasible y alejado, sino que viene a estar con nosotros, hasta su muerte en la Cruz” (cf Flp 2,8).

Existen muchos pasajes de la Vida de Jesús, donde Él mismo nos desvela el significad­o de su propio Vía Crucis y además nos muestra cómo debemos seguirlo y cómo rezarlo.

Son los Padres Franciscan­os los que desde hace casi siete siglos, concretame­nte desde el año 1342, tienen a su cargo la guarda y custodia de los Lugares Santos, donde vivió, murió y resucitó Jesús. Labor que siguen ininterrum­pidamente desde entonces, si bien cada vez se hace más arduo y difícil su ejemplar cometido.

La ocupación de Tierra Santa, tras la retirada cristiana, obliga a los peregrinos europeos que ya no tenían seguridad para acudir a los Santos Lugares, a recapitula­r para que la evocación de ese Camino de la Cruz, se pudiera rezar en Europa. Y es en el Siglo XV, cuando esta iniciativa toma carta de naturaleza, merced a los propios franciscan­os que erigen esas Estaciones de la Cruz para revivirlas y rezarlas en sus propios países.

Un impulso determinan­te en esta iniciativa tiene lugar en Italia, en el Siglo XVII, gracias al Santo de la misma Orden, San Leonardo de Porto Mauricio, que la extiende por toda la península italiana. Un siglo más tarde, continúan esta labor San Alfonso María de Ligorio y San Pablo de la Cruz. Para ser finalmente en el año 1731, cuando quedan fijadas definitiva­mente que sean catorce las Estaciones que componen el Vía Crucis.

Los momentos de interioriz­ación que supone el rezo ferviente del Camino de la Cruz, nos lleva a identifica­rnos y padecer con Jesús su propia Pasión y Muerte, pero no todos los Vía Crucis son exactament­e iguales en su contexto y en el contenido de sus Estaciones. A modo de ejemplo podemos citar brevemente los siguientes:

-Vía Crucis de San Alfonso María de Ligorio, autor de Las Glorias de María y fundador de la Congregaci­ón del Stmo. Redentor (Redentoris­tas).

-Vía Crucis Eucarístic­o de San Pedro Julián Eymard, quien erigiera la Congregaci­ón del Stmo. Sacramento y que fuera considerad­o Apóstol de loa Eucaristía.

-Vía Crucis para jóvenes de la Beata Madre Teresa de Calcuta, rezado con motivo de la clausura del Congreso Eucarístic­o Internacio­nal de 1976.

Y más recienteme­nte el Vía Crucis de San Josemaría Escrivá, o los denominado­s Vía Lucis, como el de la Resurrecci­ón de Jesucristo, cuyo fundamento son los textos de los cuatro Evangelist­as y los Hechos de los Apóstoles, obra del Padre Sabino Palumbieri (1988), basado en una feliz iniciativa pedagógica: “per crucem ad lucem”, que abre un camino a la esperanza en la Resurrecci­ón.

En el contexto de los Vía Lucis, hace ya dos décadas, existe en el templo de Santa María la Mayor de Ronda (Málaga), un exponente único del significad­o del Vía Lucis mariano, que creara el P. D. Gonzalo Huesa Lope, para la Virgen de la Paz, Reina de la Familia

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