ABC - Pasión de Sevilla

La insigne croqueta

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Cuenta la leyenda que Ovidio terminó el pregón de La metamorfos­is y se retiró a la lejana Híspalis, la ciudad que había fundado Julio César unos años antes. Llegó, vio y puso el único negocio que funcionaba en aquellos lares llenos de bares. Así nació Casa Ovidio, que con el tiempo sufrió su propia metamorfos­is antes de convertirs­e en la actual Casa Ricardo. La historia real es casi tan legendaria como la propia leyenda, ya que el establecim­iento primitivo data de 1898, de lo cual se deduce que estamos ante un exponente más de la generación que formaron Azorín, Valle Inclán, nuestros Machado o aquel Unamuno que nos describió como si fuéramos el interior de un catavino: finos y fríos.

Casa Ricardo fue Casa Antiante, La Covadonga y Casa Ovidio. Fue tienda de comestible­s y despacho de vinos y licores. Como se dijo antes, las sucesivas metamorfos­is dieron como resultado este local donde cualquier visitante puede sentirse en el meollo de la Semana Santa. Sólo tiene que echar un vistazo al mosaico de retratos que cubren sus muros, al retablo de figuras, figurantes y figurones que aparecen en sus sevillanís­imas paredes. Entre ellos destaca la figura de doña María de las Mercedes, degustador­a real de las indescript­ibles croquetas que le dan la seña de identidad al colmado.

Las dualidad croquetera de Ricardo marca el calendario íntimo de la ciudad. El miércoles de ceniza renacen, como el Ave Fénix que deja el nido ardiente de la frei- dora, las croquetas de bacalao que se consumirán exclusivam­ente durante los días de vigilia. El resto del año, las de jamón mismo. Porque en Casa Ricardo se respeta ese mandamient­o no escrito de la vigilia. Y se cuenta el tiempo al revés. Faltan tantos días para el Domingo de Ramos, el día en que el Vecino más Señor y más humilde del barrio pone los pies en el suelo de la cercana Basílica.

“En Casa Ricardo se respeta ese mandamient­o no escrito de la vigilia. Y se cuenta el tiempo al revés. Faltan tantos días para el Domingo de Ramos”.

No hace falta decir su nombre, como tampoco es preciso adivinar que la cerveza viene del lugar donde se originó la Semana Santa: la Cruz del Campo.

En su libro de visitas han firmado Urkullo y la Cantudo. Las voces del Loco de la Colina y de Carlos Herrera se han mezclado con los ecos de los capataces que comentan el ensayo en la parihuela del mostrador. También acude gente que nada tiene que ver con el capilleo, aunque el contagio es inevitable. El Viernes Santo cierran para resucitar al día siguiente, cuando la Soledad marca el nuevo calendario invertido: la vida consiste en beberse los días que faltan para el Domingo de Ramos.

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