ABC - Pasión de Sevilla

Semana Santa MMXV

- Francisco Robles

Ha sido la Semana Santa del sol y del calor. Ni una cofradías se ha quedado en su templo. Ni un cabildo extraordin­ario para decidir si se sale o no se sale. Al Consejo no le han pedido esas prórrogas absurdas de media hora mientras caen cántaros de Lebrija sobre la ciudad. Ni siquiera nubes en un cielo de patena y fuego. Ha sido una Semana Santa luminosa, excesivame­nte calurosa en las horas primeras de la tarde. Cirios doblados, lipotimias sucesivas, consumo masivo de botellines de agua y de cerveza, abanicos en la Campana y calles donde el personal se dividía en dos bandos: los que buscaban la sombra... y lo que huían del sol.

Ha sido la Semana Santa de la visita privada del Rey de España. Don Felipe tocó el martillo del paso de la Virgen de las Mercedes en el parque de María Luisa, antepasada suya por línea directa. La cofradía del Señor Cautivo puede presumir de haber sido la primera que vio Felipe VI como Rey de los españoles. Luego vendría la Virgen del Rosario de la hermandad que radica en el muy sevillano Polígono de San Pablo: ¿o acaso los que allí viven son lapones o maoríes? Al igual que hiciera su bisabuelo Alfonso XIII cuando presidió la cofradía de Las Cigarreras –nombre obrero, no se olvide– el Rey del siglo XXI prefirió la Semana Santa más popular para dejarse ver en una ciudad que ahora lo mira con más cariño y con más cercanía.

Ha sido la Semana Santa de la masa, que no de la bulla. La gente sale a ver pasos. Da igual la cofradía. Los pasos se consumen como si fueran pipas, bocadillos preparados en casa y latas de refresco. Aquella bulla cantada por los rapsodas ha terminado convirtién­dose en una masa que va a lo suyo y que vive la Semana Santa como un espectácul­o. Sálvame en el Salvador. La Cuesta del Rosario es un ‘pasódromo’. Lo mismo ocurre con las Setas de la Encarnació­n. Como ha hecho calor, la masa ha salido de noche. No le interesa el contraluz del Cristo de la Buena Muerte por el Postigo. Ni siquiera la belleza inexplicab­le de San Bernardo por la calle Ancha bajo el sol del mediodía. La masa sale cuando se está más a gusto en la calle. Como en la Feria. Exactament­e igual.

Y ha sido la Semana Santa de la vuelta a las carreritas. Quien escribe este Primer Tramo le puso el mote a aquella infausta Madrugada del año 2000: la Madrugona. Madrugá mezclada con botellona. Alcohol de garrafón para una noche que debería ser mágica como la cernudiana luna que por el cielo fulge. La Madrugada de Dios que reunió Montesinos en un poemario antológico se ha convertido en una noche diabólica donde te pueden tirar al suelo en menos que canta un niñato. Que se lo digan a los nazarenos y a los penitentes del Silencio. Cofradías con el cuerpo de nazarenos convertido en una manifestac­ión. Tensión en la calle. Y los poderes públicos y privados, políticos y cofradiero­s, mirando para otro lado. Como sucedió en el año 2000. Exactament­e igual.

Cada uno cuenta la Semana Santa según le fue. Pasión en Sevilla ha desplegado a su equipo de redactores para hacer eso mismo, pero de forma objetiva. Una crónica sosegada para cada jornada. Así podremos recomponer, tesela a tesela, el mosaico contradict­orio de esta Semana Santa que ha pasado, y que ya sólo está en ese estuche privilegia­do de la memoria.

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