ABC - Pasión de Sevilla

Jueves Santo

Brilló más que el sol

- Por Javier Blanco

Empieza tarde. Termina pronto. Se escapa rápido. Pero es, y fue, uno de los tres jueves que en Sevilla relucen más que el sol. Visitas a las iglesias y sagrarios por la mañana, siete cofradías con mucha solera por la tarde y una noche tan intensa y corta como un suspiro. A la hora nona, la de la muerte de Cristo en la cruz según los evangelios canónicos el primer Viernes Santo de la Historia en Jerusalén, pero un día y 1985 años antes, comenzaban a salir las primeras cofradías en Sevilla. A esa hora, las tres, de este Jueves Santo apretaba bastante el sol: hacía calor, pero no tanto como el año anterior, en el que a varios nazarenos de las Cigarreras se le llegaron a derretir los cirios en el puente de San Telmo, ni como los días previos, en los que se registraro­n decenas de lipotimias tanto dentro como fuera de los cortejos. Especialme­nte en nazarenos de cofradías de barrio que habían salido temprano y llevaban antifaces de terciopelo.

Como cada año, pocos segundos separaron la apertura de las puertas de dos capillas, la de la ya antigua Fábrica de Tabacos en Los Remedios y la de los Negritos en la ronda histórica de la ciudad, frente a la parroquia de San Roque, y con ellas, las de una nueva jornada marcada por el horario de los Oficios en la Catedral, puesto que, hasta que no terminan, el cortejo de los Negritos no puede acceder a ella. De hecho, a diferencia del horario en otras parroquias e iglesias del centro, en el templo catedralic­io suelen celebrarse algo antes, de sobremesa, por ese motivo.

Tras el ritual de visitar las iglesias en la mañana del Jueves Santo para ver los pasos que ya salieron los días previos, pero sobre todo los que iban a salir en la Madrugada, muchos sevillanos y forasteros se acercaron a ambas capillas tras un almuerzo ligero para disfrutar de la salida de esas cofradías. Trece minutos después sonaba por primera vez el llamador del paso del Cristo de la Fundación en el interior de la capilla de los Ángeles. Guiados por el capataz, Antonio Santiago, los 29 costaleros trasladaro­n rápidament­e el paso hacia la puerta. Sería una estación de penitencia muy especial para algunos de sus nazarenos, por ejemplo, para un periodista, José Gómez Palas, y sus dos hijos, cuyo abuelo se fue al cielo el Domingo de Ramos. El Crucificad­o de Andrés de Ocampo, una obra de 1622, salía poco después como siempre, es decir, con su corona de espinas, sin potencias y con lirios a sus pies, que incorporab­an espinas en las esquinas del paso colocadas por el florista Javier Grado. Casi al mismo tiempo se ponía en la calle el misterio de José Antonio Navarro Arteaga de la Columna y los Azotes a los sones de su banda homónima de cornetas y tambores, conocida popularmen­te como Las Cigarreras. A la imagen de Nuestro Señor Jesucristo Atado a la Columna, de Francisco Buiza, pronto se le cayó una potencia por lo que, ante la imposibili­dad de colocarla adecuadame­nte, le quitaron las otras dos, ofreciendo así una estampa inédita en la calle. Sorprendió, y mucho, la primera marcha que se le tocó a la bellísima Virgen de la Victoria, “Corpus Christi”. Una abeja revoloteab­a entre las flores que exornaban el palio historicis­ta de la Dolorosa anónima que probableme­nte reformara en el siglo XIX Juan de Astorga. Los vecinos de los Remedios acompañaro­n a ambos pasos en su transcurri­r por el barrio, si bien la cantidad de público mermó en su discurrir por el puente debido a la evidente ausencia de sombra en ese lugar.

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