“NIHIL NOVUM SUB SOLE”
“laca Nelly”.
“nada nuevo hay bajo el sol”.
En la misma esquina florece cada año el azahar, pero es otro… en el mismo tramo acompaño yo a mi Virgen, pero soy otro… por la misma calle pasa mi Cristo, pero es otra…
Y sin embargo, esos días verán levantarse a los que perecieron, en cada mirada, en cada suspiro, en cada beso… como un silencioso ejército revivirán en los que contemplamos a Jesucristo crucificado y muerto. No importa que no sean de tu familia, de tu barrio, de tu vecindad… acudirán prestos a la llamada así pose el Divino Maestro su planta poderosa en la Plaza de San Lorenzo. Y como en una resurrección anticipada gozarán de la presencia de Dios sólo porque tú lo estás mirando.
En los ocultos caminos de la memoria, se va trazando inexorable un renovado itinerario. Cada visión, cada sonido, cada olor… cada lágrima, cada suspiro, cada pálpito… van conformando la red viaria de las semanas santas vividas y por vivir. Nada es ajeno a esta cartografía del alma, que se ensancha cada primavera sin desbordarse de sus fronteras físicas. Y como en esos mapas de los antiguos atlas, están perfectamente delineados los ríos y los océanos; las montañas y las llanuras; las selvas y los desiertos. Y como en los portulanos de los descubridores, se añaden semana a semana, año a año, nuevos accidentes que reseñar; quedando siempre una porción de tierra ignota y desconocida… presta a ser explorada la próxima primavera.
La santa mística de Ávila, aquella a la que Sevilla tanto hizo padecer, decía que nuestra alma era como “un castillo todo de un diamante o muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas”. Y el sevillano hace suya esta sentida definición: sí, hay en nuestra alma tantas moradas como devociones tenemos, sacras estancias habitadas por el Señor y la Virgen de nuestros amores. ¿Acaso no son de diamante purísimo nuestro Amor, nuestro Socorro, nuestra Amargura y nuestra Esperanza? Claro cristal donde en las mañanas del Viernes Santo reverbera el sol triunfante de su corona de oro…
Frágil vidrio de nuestras pobres almas que algunos se empeñan en romper y mancillar con su tecnocracia al uso en la era de la informática. Porque ¿hay algo más frío y desangelado que el péndulo metálico de un reloj que con su acompasado tic tac parece robar la vida circundante? Y aún más todavía ¿hay algo más gélido e impasible que estos funcionarios del tiempo y