ABC - Pasión de Sevilla

El rincón de la memoria

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El mejor cartel de la Semana Santa de Sevilla no lo ha pintado nadie. El mejor cartel de la Semana Santa está en El Rinconcill­o, y es muy complicado hacerle copias. Se trata de un aparador cuyas puertas de cristales están llenas de estampas que reproducen caras de Vírgenes y de Cristos, pasos de misterio o de palio, detalles de una fiesta que sólo puede plasmarse a través del collage. Ahí, en esa suma de perspectiv­as y de advocacion­es, está el laberinto de una fiesta que no se somete a los dictados ni a las cuadrícula­s de la razón.

“Estaban los místicos en su rincón”. Así se titula el capítulo del libro de Núñez de Herrera donde aparecen los que mejor ven la Semana Santa, la más pura, la más decantada por el paso del tiempo. Esos místicos alimentan el alma con el vino que les permite ver las cofradías en las agujas del reloj. Las seis de la tarde: el Cachorro está en el puente… Los místicos abundan en los rincones del Rinconcill­o. Aquí irán saboreando la Semana Santa que se fue hasta que llegue el momento de adivinar la que está por venir. De la nostalgia a la víspera entre coroneles de Valdepeñas. ¿Con sifón? Se cuenta que el nombre se lo puso un coronel que prefería beberse el tinto en vasos de agua para no darle tanto trabajo al camarero. Eso es una metonimia que debería estudiarse en la Facultad de Filología.

El coronel manda el Regimiento de Pavías que salen del aceite donde ya no se quema la cara Doña María Coronel, que tiene calle ahí al lado y que está de cuerpo presente en Santa Inés. El coronel también tiene jurisdicci­ón sobre las inevitable­s espinacas con garbanzos. En ese sabor cabe la Cuaresma entera y plena. Porque aquí se puede vivir en la ilusión de ese tiempo que ha pasado y que siempre está por llegar. Tertulias de cofrades y capillitas así lo atestiguan. Incluida la que nombra cada año al Júas: sin él no hubiera sido posible…

Por El Rinconcill­o pasa La Cena, con el Judas de Ortega Bru abriendo paso, al mediodía. Un caso excepciona­l de adelanto horario en la ciudad de los retrasos.

“Los místicos abundan en los rincones del Rinconcill­o. Aquí irán saboreando la Semana Santa que se fue hasta que llegue el momento de adivinar la que está por venir.”.

Desde sus cristalera­s se ve la iglesia de Santa Catalina. Dentro, ese espacio dividido entre la tienda y el bar: arqueologí­a pura en estado de revista. Mármol y madera. Los guiris se mezclan con los indígenas de corbata con ‘núogordo’ y gomina: amalgama barroca, que por algo la taberna es de esa época. Dicen que aquí pudo abrirse una de las puertas romanas que daban acceso a Híspalis. Los místicos, a todo esto, ya no ven las cofradías en el tiempo, sino en el espacio. Por eso se refugian –nos refugiamos– en cualquier rincón del Rinconcill­o: porque aquí siempre es Semana Santa.

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