ABC - Pasión de Sevilla

El adjetivo perfecto

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Donde siempre parece que es Semana Santa. Donde el frío cruje en la espuma helada de una cerveza que le da nombre a ese rincón macareno trasplanta­do, como un esqueje romano, al barrio de Santa Cruz. En la antigua calle donde los armaos mercaban los borceguíes, hoy de Mateos Gago: uno de los grandes rancios que ha dado esta ciudad a lo largo de su milenaria historia. Enfrente, un colegio y una iglesia donde sale el Cristo que marca con su nombre el año que vivimos. Dentro, un tapiz deconstrui­do, un inmenso cartel compuesto por decenas de fotografía­s donde aparecen los ángulos visibles e invisibles de la Semana Santa de Sevilla... y de Zamora. De este fotógrafo es el blanco y negro de la cruz de guía que pone la Amargura en el recuadro de una foto que anuncia lo que se fue. La Semana Santa, no se olvide, es el anhelo del pasado y la nostalgia del futuro. Un lío.

Cerveza helada y espinacas con garbanzos y pan frito. Dualidades de la carne y del tomate, del chicharrón de Cádiz en Sevilla. Aquí se reúnen los nostálgico­s que cuentan el tiempo al revés. Como los paganinis de las hipotecas o los astronauta­s. Faltan 146 días para el Domingo de Ramos. Dos puertas. Una para entrar y otra para no irse. De la calle llega una luz limpia, un sol bañado por la lluvia reciente. En una pantalla de plasma -pura sangre de la más limpia de Triana, como escribió Juan Sierra- el misterio de las Tres Caídas hace las delicias de un francés que se va con el título de un libro recomendad­o por este cronista. La Passion selon Seville, de Joseph Peyré. Ese libro no tiene un final, sino un repeluco donde se condensa toda la verdad de la Semana Santa.

¿Para qué vamos a sufrir la longitud de los días enteros si hay mediodías que valen como el grupo poético que llevó su nombre? Mediodía en Santa Cruz. El otoño es la quietud, el reverso de las emociones, el tiempo que Dios creó para disfrutar de lo recreado. Llegará marzo y

“Mediodía en Santa Cruz. El otoño es la quietud, el reverso de las emociones, el tiempo que Dios creó para disfrutar de lo recreado”.

el Justo expirará en esta calle antes de remontarla, sueño de oro y clavel, en busca del puente de San Bernardo. Mientras tanto, los ojos se recrean en el paladar de este recodo donde un cuadro guarda la memoria de Garmendia, vecino de nación y de devoción. Amanece en la pantalla del televisor y cae la tarde al otro lado de estos muros con vocación de muralla. Los tiempos se funden y se confunden. Crujido de espuma en el cristal que contiene el adjetivo perfecto para la Cruzcampo. Diminutiva­mente amorosa, la fresquita se deshace en el lugar exacto donde se cortan las emociones. Faltan 146 días para el Domingo de Ramos. Un respeto.

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