La entrañable verdad de Sevilla
Cómo discurre la vida de una Hermandad Sacramental ‘pura’: la de San Gil
Es la más antigua y la más modesta de todas cuantas tienen su sede en la parroquia que acogió a la Esperanza Macarena. Ha sobrevivido heroicamente a los meandros por los que ha discurrido la Historia y vive entregada a su breve universo de historias cercanas. Sus cifras no son imponentes, su patrimonio quedó mermado y no rinde culto a imágenes, pero encierra una de las claves principales de esta Sevilla olvidadiza y sutil: Dios es un pedazo de pan.
San Gil fue reconstruida tras el fuego y el odio, y su hermandad sacramental resucitó, aunque en realidad nunca había muerto. La Macarena regresó... pero a su Basílica. Entonces el párroco pensó que lo mejor era que, de forma provisional, la Sacramental se instalara donde la Esperanza recibió oraciones. De esa provisionalidad se cumplen ahora 75 años. Y tan agusto. Ese estilo nacional católico de los años cuarenta aún puede percibirse en los apliques decorativos y en los tonos ocres de un es-
“Las hermandades de penitencia son fabulosas, pero antes vamos a pasar por el Santísimo. Lo conseguiremos. Tenemos 433 años de existencia y esto debe seguir renovándose”.
pacio que por lo demás sugiere intimidad y cercanía. En 1936 la corporación perdió cuadros de la escuela de Murillo y una Inmaculada de Duque Cornejo. Hoy mantiene lo mejor: el espíritu incombustible de unos cuantos locos del Sacramento, herencia directa de Teresa Enríquez. Fue ella quien convenció a su macareno confesor Fernando de Contreras para que montara en San Gil una pequeña corte a Jesús Sacramentado.
Antonio Fuentes es hoy el hermano mayor de esta hermandad, una de las siete magníficas que aún se mantienen fieles a su independencia, como sacramentales ‘puras’. “Aquí estamos tres hermandades: el Rocío, el Carmen y la Sacramental. Nosotros somos más antiguos incluso que la Macarena. Nos fundamos en 1544 aunque hasta 1584 no se aprueban las reglas”. Su día grande fue el de la procesión de impedidos, el pasado día 28 de mayo. El sacerdote porta el cuerpo de Cristo dentro del copón estilo rocalla que pudo ser rescatado entre los cascotes del derruido San Gil tras el incendio: metáfora de la inexorable devoción de sus hermanos. “Salimos por la feligresía con música. Nos montan altares las hijas de la Caridad, las Carmelitas de la calle Pozo, el Rocío en la calle Parras y la Macarena en el atrio, entre otros. Es un día precioso”. El calendario de cultos se completa con la función principal el día del Corpus, la función a la Inmaculada, el
triduo de Ánimas (hermandad con la que se fusionó tras la peste de 1649) y la ‘Minerva’ del tercer domingo de mes con su procesión claustral alrededor de las naves del templo (dicen que se
“Aquí no hay costaleros, ni tambores, ni banda de música y eso es lo que atrae a los jóvenes últimamente”.
llama así porque se celebró por primera vez en Roma sobre un templo de la diosa de la sabiduría).
La nómina de hermanos
Los martes y los sábados se reunen los nueve miembros de junta. “Se ha venido renovando y ahora tenemos incorporaciones”. Actualmente la corporación cuenta con 150 hermanos, 35 de los cuales son ‘hermanos de panteón’, que pagan su cuota para recibir sepultura en el panteón que la hermandad tiene en el cementerio de San Fernando desde 1880, junto al Cristo de las Mieles, precisamente en la calle Santísimo Sacramento.
La hermandad cuenta desde siempre con un pequeño espacio, suficiente para guardar los enseres que tanto valora: “el libro de reglas, el palio de Carrasquilla, nuestros faroles y varas...”. La
sala se dobla. Arriba está la pequeña sala de cabildos donde se exponen las fotos en blanco y negro de las procesiones de los años sesenta: Guardia Civil a caballo encabezando el cortejo, el Santísimo bajo una de las aperturas de la muralla que comunican la calle Macarena con la Ronda. Del armario, Antonio extrae los únicos legajos que la hermandad ha conservado de su glorioso pasado. “La mayor parte de ellos los hemos conseguido a través de un pariente de Juan Manuel Rodríguez Ojeda, zapatero de la calle Feria...” Porque Juan Manuel fue el mayordomo durante años. Aparece algún testamento, cuentas, herencias, propiedades y capellanías que la sacramental de San Gil disfrutó en épocas pasadas. Algunos papeles remiten a otros que ardieron en el 36 y que Juan Manuel (elegantísimo también en su
letra) copió con anterioridad. El libro de mayordomía arranca a finales del siglo XIX, pero llega casi hasta nuestros días. Muestra solo un elocuente vacío tras los años 1937 y 1938: en la siguiente página aparecen las primeras cuentas de 1942, cuando se reabre el templo.
Mantener viva una hermandad sacramental de estas características es costoso. “Aquí no hay costaleros ni tambores ni banda de música y eso es lo que atrae a los jóvenes últimamente, pero poco a poco creo que vamos consiguiendo renovarnos. Tenemos que acercar a la gente al gran misterio de
Algunos papeles remiten a otros que ardieron en el 36 y que Juan Manuel Rodríguez Ojeda (elegantísimo también en su letra) copió con anterioridad.
la Eucaristía, que es la razón de ser del cristiano. Ahí está la clave de todo. Las hermandades de penitencia son fabulosas, pero antes vamos a pasar por el Santísimo. Lo conseguiremos. Tenemos 433 años de existencia y esto debe seguir renovándose”. Es el testimonio de una humilde hermandad enclavada en un barrio que ha experimentado uno de los cambios sociales más ostensibles de las últimas décadas. Nuevos vecinos, muchos de los cuales no tienen vínculos con las tradiciones ni la fe toman el relevo a los macarenos mayores. Alguna que otra voz se ha alzado contra ellos, pero ellos a lo suyo (que es lo nuestro): la Sacramental es necesaria para que San Gil no se quede solo en el nombre.