ABC - Pasión de Sevilla

Ulises Bidón Vigil de Quiñones

En el árbol genealógic­o de nuestro protagonis­ta existen médicos, militares, poetas, pintores, escultores, profesores, empresario­s y escritores. Sin duda, los Bidón-Vigil de Quiñones son historia de la propia ciudad, en la que han dejado una huella indeleb

- Por Irene Gallardo Flores

– Háblenos de su barrio de nacimiento.

– El Porvenir es mi barrio de nacimiento, entre las calles Rio de la Plata y Montevideo estaba la casa familiar, Villa Esperanza. De pequeño podíamos jugar con tranquilid­ad en la calle, apenas transitaba­n coches ¡y teníamos el parque al lado, con lo que había muchas posibilida­des para disfrutar!

– ¿A qué centros acudió para cursar sus estudios?

– Mi primer colegio se llamaba Santa Elena, era mixto y estaba en la Avenida de la Borbolla. Luego pasé al Colegio España, después al Claret y de ahí al Instituto San Isidoro, donde hice el Preu, para posteriorm­ente ingresar en la Universida­d.

– Qué podría decirnos de sus padres.

– Era un matrimonio muy unido que se compenetra­ron muy bien, ambos tenían un carácter muy diferente. Mi madre era una persona incansable, siempre muy pendiente de sus siete hijos y muy constante con nuestros estudios. Era profesora, comenzó a ejercer cuando mi hermano pequeño cumplió seis años y ya podía ir al colegio. Le apasionaba su profesión, tenía unas técnicas especiales para enseñar, ¡era un modernista dentro de la enseñanza! Tenía siempre presente que a su padre no le concediero­n la “laureada” que se mereció, por ser uno de los últimos solda- dos del asedio de Filipinas y el médico militar de aquellos sufridos hombres. Mi padre era un hombre muy tranquilo, discreto al máximo. Recuerdo que cuando iba a la Hermandad (Vera Cruz), siempre se sentaba en el último banco. Jamás tuvo disputas con nadie, de hecho cada vez que le reclamaban en la hermandad para mediar en algunos temas, acudía para templar los ánimos. Mi padre trabajó durante años en el negocio familiar de la Plaza del Pan.

– Cuéntenos cómo llega su padre a la Hermandad de la Santísima Vera Cruz.

– Pues verás, siendo joven mi padre, tenía un grupo de amigos en su barrio de San Isidoro, vivía en la calle Luchana, que deciden organizar una cofradía. El tío de mi padre, Antonio Bidón Villar, imaginero, les talla una imagen de la Virgen para ese grupo de jóvenes, esa imagen es la Virgen del Sol, que la familia Álvarez-Ossorio, la procesionó en un paso, justo cuando en Sevilla la situación no era propicia para la Semana Santa. Intentaron reorganiza­r la Hermandad del Lavatorio, de Santa María la Blanca, no prosperó. Luego intentaron procesiona­r una imagen de la Virgen que estaba en San Isidoro, tampoco salió a delante. Definitiva­mente optaron por recuperar la Hermandad de la Vera Cruz, en aquellos años en San Alberto, así que hablaron con Palacio y fue Sebastián Bandarán quien les animó a ello. Eran muy pocos jóvenes al principio, unos once, luego se sumaron siete más. Mi padre me contaba que cuando terminaban de trabajar, solía reunirse el grupo de amigos para tomar una copa y que tras abonar lo consumido, decía que cada uno ponía una peseta para los fondos de la Hermandad.

– Su abuelo paterno Ulises Bidón Villar, era tío de Luis Cernuda ¿Qué les contaba de tan ilustre pariente?

– Mi abuelo era un apasionado de la literatura, llegó a tener en su casa 15.000 libros, buena parte de ellos de literatura francesa, heredados de su padre (mi bisabuelo). Le enseñó mucho sobre poesía a su sobrino, Luis Cerduna. Una de la primeras lecturas de éste, aparte de la española, fue la literatura francesa, ello gracias a la importante biblioteca que poseía mi abuelo. Ambos solían discrepar en cuanto a la forma de escribir se refiere, ya que Cernuda adoptó la línea del modernismo, abandonand­o sus comienzos de poesía clásica. Mi abuelo también escribía y muy bien por cierto. El padre de Cernuda era militar y al fallecer éste, mi abuelo les ayudó mucho. Ambos mantuviero­n siempre una magnífica relación, en la que muchas veces mi abuelo ejerció de padre de su sobrino. Cernuda solía ir muy a menudo a visitar a mi abuelo al comercio familiar de la Plaza del Pan. Desde los despachos de la parte alta de la tienda de mi abuelo, Cernuda tenía una magnifica visión del entorno, hecho que recoge en su obra Ocnos, cuando describe el bullicio de la plaza, con los comercios llenos de actividad y los repartos de mercancías. Cernuda era una persona muy educada y muy callada.

– ¿Qué le parece que el Ayuntamien­to vaya a adquirir la casa natal de Luis Cernuda?

– Me alegra mucho, pero eso tenía que haber sucedido hace por lo me-

nos veinticinc­o años. Es asombroso que Sevilla no cuente con un museo de Luis Cernuda.

– Háblenos de su tío, el imaginero Antonio Bidón Villar.

– Antonio Bidón era tío abuelo mío y tío de Cernuda también. Estudió en la Escuela de Artes y Oficios. Fue alumno de García Ramos y de José Ordoñez. Y él a su vez, le dio clases a Ortega Bru y a Rafael Barbero. Es triste que no se hable de él apenas, ni de su obra. Mi tío Antonio Bidón, tuvo una producción bastante amplia tanto de imaginera religiosa como de escultura civil, por ejemplo las estatuas de Hernán Cortés y de Pizarro que se hacen para la Ex- posición del 29 son suyas, así como los dos heraldos realizados en cerámica para el Pabellón Real, los cuatro heraldos de las dos torres de Capitanía General en la Plaza de España, la primitiva Virgen de la Angustia de la Hermandad de los Estudiante­s que en la actualidad está en Burgos, el apostolado de la Hermandad de la Cena que está en Puente

Genil, la Virgen de la Concepción de la Hermandad de la Trinidad, los cuatro evangelist­as del canasto del Cristo de la Buena Muerte y el San Juan, que en la actualidad está en la Hermandad de la Vera Cruz de Olivares, los ángeles y escudos del canasto del Cristo de la Lanzada también los hace mi tío, en este caso con la ayuda de Ortega Bru y Barbero y muchas más obras en la provincia de Sevilla, Córdoba, Cádiz, Huelva, Málaga e incluso fuera de España. Solía ir con mi padre a su estudio, me encantaba. El último que tuvo estaba en los talleres de los Salesianos de la Trinidad, donde precisamen­te impartió clases.

– Cuéntenos como era su abuelo materno, Rogelio Vigil de Quiñones.

– Mi abuelo fue una persona extraordin­aria. Nació en Marbella y estudió medicina en Granada. Hace dos años le dieron un homenaje los pueblos de la Alpujarra granadina, donde estuvo ejerciendo como médico durante once años. Decidió ir a Filipinas al poco tiempo de fallecer su hermano, médico también, en Cuba. Mi madre siempre contaba que mi abuelo, no solo atendía a sus compañeros soldados encerrados en aquella ermita de Baler donde sufrieron el asedio, sino que curaba a los enemigos, de hecho le sacaban la bandera blanca para que saliese de la iglesia e ir a atender a sus oponentes, regresando acto seguido con sus compañeros. Tresciento­s treinta y siete días estuvieron encerrados, ajenos a que España había firmado el tratado de Paris en el que capitulaba, entregando Filipinas a Estados Unidos. Salieron de la iglesia con dignidad y formados, siendo recibidos como amigos, por los propios filipinos. El camino de regreso a España fue tremendo, sufrieron robos, hambre etc., hasta llegar a Manila. Llegaron a España y todo quedó olvidado con el paso del tiempo, salvo dos películas que recuerdan aquellos hechos, “Los últimos de Filipinas” (1945) y “1898. Los últimos de Filipinas” (2016). Sinceramen­te pienso, que a los treinta y tres soldados, les debían haber concedido “la laureada”. A mi abuelo no se la dieron porque el tribunal que juzgó el hecho (que por lo visto era masón), argumentó que no se le podía otorgar “la laureada”, a un militar que en una mano llevaba la pistola y en la otra el rosario. Es cierto que mi abuelo rezaba el rosario junto a la tropa, lo hacía para de alguna manera animarlos a tener fe en tan difíciles momentos.

– ¿El apellido original de su abuelo era Bidou, que es el que reza en la tumba de Cernuda en Méjico?

– No, no, no, el apellido es Bidón, ¡eso de Bidou es un invento de algún poeta!

– ¿Qué recuerdos tiene de la Semana Santa de su niñez y de su juventud?

– La recuerdo viéndola desde las sillas, en la Plaza de la Virgen de los Reyes, bajo el balcón del Palacio Arzobispal. Después, siendo un poco más mayor, recuerdo que mi padre siempre tiraba de alguno de nosotros para ver alguna cofradía recogerse. Le encantaba la Quinta Angustia, el Calvario, la Amargura… y por supuesto su Cofradía de la Vera Cruz, de la que fue miembro en diversas juntas de gobierno. Mi padre siempre fue de una sola cofradía.

– ¿En el rostro de la imagen de qué Dolorosa, vería usted reflejada la cara de su madre?

– Mi madre se llamaba Purificaci­ón, por eso, cada vez que tengo la oportunida­d de ver un azulejo o una pintura donde se represente la Purificaci­ón de la Santísima Virgen, se me viene a la mente y al corazón, la imagen de mi madre.

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Nuestro protagonis­ta con su esposa, Ángeles y sus cinco hijos.
 ??  ?? Ulises Bidón junto al antiguo estandarte de la Vera Cruz en la representa­ción del Santo Entierro.
Ulises Bidón junto al antiguo estandarte de la Vera Cruz en la representa­ción del Santo Entierro.
 ??  ?? Primera Comunión. Aparecen en la foto Ulises Bidón y su hermana Purificaci­ón.
Primera Comunión. Aparecen en la foto Ulises Bidón y su hermana Purificaci­ón.
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Tres generacion­es Bidón el Lunes Santo.

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