El Traspaso y Mayor Dolor
La historia del valioso puñal de la dolorosa del Gran Poder que evoca la profecía de Simeón
De entre el maravilloso ajuar de la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso, no pasó desapercibida, esta madrugada, una alhaja de primer nivel que portaba la Dolorosa en su pecherín: el puñal de Armenta. No se veía en la calle desde hacía más de 25 años. Reúne parte de las numerosas joyas que la imagen posee desde el mismo año en que fue tallada: 1798.
Amatistas, rubíes, perlas y diamantes entre otras piedras preciosas conforman esta pieza única de la orfebrería sevillana. Los priostes de la hermandad tuvieron un enorme acierto colocándoselo a la Virgen este año. Los cofrades menores de 25 años nunca habían tenido la posibilidad de ver esta pieza puesta en la calle. Tal vez por prudencia, desde los años 80 no la sacaba. Tampoco es fácil observarla habitualmente de cerca porque, durante el resto del año, se guarda en la caja acorazada de una entidad bancaria.
La historia de esta obra arranca el 27 de mayo de 1965. Aquel día la parroquia de San Lorenzo ve salir por última vez los pasos. Tras el Miserere celebrado en la Catedral y ya entrada la madrugada del 28 de mayo, viernes del Señor, los pasos alcanzan el nuevo templo que sería Basílica años después.
Fruto de su traslado
En esta jornada nace la idea del puñal que hoy contemplamos. Poco consta en las actas de la hermandad, aunque el archivero y licenciado en Historia del Arte José Luis Gómez Villa ha logrado entresacar de un cabildo algunas observaciones. Fue justo tras este traslado cuando el hermano mayor,
Miguel Lasso de la Vega y Marañón, comparte con el resto de sus miembros de junta una preocupación. Es “...el 21 julio de 1965 cuando se hace balance y se analiza cómo ha sido el traslado a la nueva Basílica el marqués de las Torres de la Pressa observa que la Dolorosa iba con pocas joyas. Algunos cabildos después, propone la ejecución de un puñal reuniendo las numerosas piezas de joyas antiguas que posee la hermandad”.
La escasez de alhajas no siempre fue así, afirma el hermano mayor, Félix Ríos. Hasta los años cincuenta del siglo pasado, y tal como se observa en la imagen de archivo, existe una arraigada tradición de enjoyar con gran variedad de piezas a la Virgen del Mayor Dolor. Al igual que ocurre en otras hermandades, son miembros de la nobleza allegados a la corporación los encargados de cederlas, pero en este caso la Virgen también posee un ajuar propio extenso
desde la ejecución de la talla en 1798. La llegada del Concilio Vaticano II supuso entre otras cosas la desaparición de esa costumbre, que pasó a considerarse excesivamente ostentosa, “...y por eso la Hermandad decidió dejar de adornar tocado y corona con las joyas. Se decide entonces enriquecer el puñal de la Virgen y construir una pieza única con las distintas alhajas que la Virgen había venido atesorando, fruto de donaciones”, remarca Félix Ríos. Aunque las actas nada dicen, al final, en lugar de enriquecerse el antiguo, Emilio García Armenta ejecuta uno nuevo que resulta ser algo único en su género. Con las piezas sobrantes elabora también un broche para la Virgen. Ambos se estrenan en 1969.
Donaciones documentadas
En ambas piezas son reconocibles algunas joyas que doña Amparo Ossorio había legado a la hermandad tras su fallecimiento en 1929. La corporación aún conserva las actas donde se recoge dicha herencia. Entre otras joyas, se describe el pendentif de diamantes rosas que forma parte de la ejecución. El puñal se construye de gran tamaño, a modo de la espada que profetizó Simeón que atravesaría el corazón de
María. De ahí, el origen de la advocación de la imagen. También contiene amatistas, rubíes y diamantes o perlas... En la parte más próxima al pecho de la talla, se observa un nácar con un relieve del Señor en plata u oro blanco.
Tal es el celo con el que guarda la hermandad esta joya, que años atrás un vigilante de seguridad se encargaba expresamente de custodiarla cuando la Virgen la tenía puesta estando ya en el paso.