ABC - Pasión de Sevilla

Francisco Robles

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La imagen es la certeza que nos provoca ese calambrazo interior cuando nos enfrentamo­s con Dios cara a cara.

Durante tres siglos fue el imaginero desconocid­o, el artista al que nadie le adjudicaba las cimas de la imaginería procesiona­l sevillana. Durante tres siglos, todo lo bueno era de su maestro Juan Martínez Montañés. La crisis de identidad que sufrió Juan de Mesa después de su muerte es digna de ser analizada por alguna disciplina que ponga en contacto la historia con la psiquiatrí­a. Hasta que no se descubrió que el Señor del Gran Poder salió de la gubia inigualabl­e del escultor cordobés, su figura no aparecía por ningún lado. Un misterio como el que su mano supo imprimir a las imágenes que hoy nos conmueven y que representa­n la esencia de la Semana Santa.

En estos tiempos de confusión es justo y necesario volver la cara al pasado y rebuscar lo que nos identifica. ¿Dónde está el cimiento de la Semana Santa? En las imágenes. Sin ellas nada tendría sentido. En la imagen se une la fe con la plástica, lo espiritual con lo material, lo universal con lo autóctono. La imagen es la Belleza con mayúscula que busca el místico y es el Espíritu que anima al artista. La imagen marca la vida del devoto y acoge al huérfano de Dios cuando llega la tiniebla de la duda. La imagen es la certeza que nos provoca ese calambrazo interior cuando nos enfrentamo­s con Dios cara a cara. Y dentro de las imágenes hay un nombre que las define por dentro y por fuera: Juan de Mesa y Velasco.

Buena parte de este número de Pasión en Sevilla está dedicado a la obra de este imaginero que marcó el pulso y el ritmo de la imaginería sevillana. Sus obras van mucho más allá de la historia del arte. Anidan en el alma de los sevillanos que las buscan en la penumbra amable de sus capillas, y que se encuentran con ellas en el ámbito intimista y abierto de la calle. Rezo y admiración. Costumbre y deslumbram­iento. Todo cabe en esa madera donde el cedro es el aire que sopla en los versos de San Juan de la Cruz. Todo está en esos rostros que abren los ojos para buscarnos o que los cierran para que nos busquemos a nosotros mismos en el interior del Cristo.

Tres siglos en la tiniebla del anonimato. Resucitó de entre los legajos y ahí sigue. Marcando con el pulso del arte y de la fe lo mejor de esta ciudad. Sístole y diástole. Gubia y alma. Juan de Mesa y Velasco. El imaginero que nació en Córdoba y murió en Sevilla.

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