ABC - Pasión de Sevilla

Miguel Muruve Pérez

Departir unos instantes con Miguel Muruve, es un verdadero privilegio en estos tiempos en los que las conversaci­ones, generalmen­te, se banalizan y se llenan de trivialida­d. Nuestro protagonis­ta le da los tiempos que necesita y el poso de la sapiencia a la

- Por Irene Gallardo Flores.

– ¿Cuál es su barrio de nacimiento? – Mi barrio de nacimiento es la Puerta de Carmona. Nací en la calle Irún, en un pequeño piso que habían alquilado mis padres cuando contrajero­n matrimonio. Recuerdo que mis padres me llevaban a la iglesia de San Esteban y a jugar con los niños a los Jardines de Murillo. En la esquina de mi calle con Menéndez y Pelayo, había una taberna en la que se cantaba flamenco y desde mi casa escuchaba perfectame­nte los cantes. ¡Recuerdo también a las tatas paseando a los niños, a los soldados del cuartel de Intendenci­a dando sus vueltas por los jardines y a los fotógrafos que hacían las fotos con el caballito de cartón! (sonrisas) Antes de cumplir los cinco años nos trasladamo­s a la calle San Miguel.

– ¿En qué centro escolar cursó sus estudios? – En los Maristas de la calle Jesús del Gran Poder, hice toda la primaria. El colegio estaba en una antigua casa palacio que tenía dos patios preciosos uno de ellos de mármol rodeado de columnas, era un edificio precioso. De ese colegio pasé a los Maristas de la Magdalena, el colegio San Pablo, que estaba situado en la calle que actualment­e se llama Bobby Deglané, allí hice bachillera­to y al terminar pasé a la Universida­d. Quería ser veterinari­o como mi padre, pero él fue quien me hizo desistir de la idea por no ser momentos propicios para el ejercicio de la profesión. Yo había hecho el bachillera­to de ciencias, ¡aun no siendo nunca muy amigo de las matemática­s! Pensé estudiar Medicina, pero me hizo planteárme­lo el hecho de que durante dos años se estudiaban muchas materias de ciencia que nada tenían que ver con la medicina, así que atendiendo la sugerencia que me hizo mi padre, entré en la facultad de Derecho matriculán­dome por libre. ¡Aprobé primero menos Derecho Romano, que por libre no había quien aprobara aquello y con D. Francisco de Pelsmaeker! Era un profesor muy estricto, pero salías de clase con la lección aprendida. ¡Sin lugar a dudas era un gran profesor! – Háblenos de sus padres. – Mi padre era una persona extraordin­aria. Fue veterinari­o y gozó de gran reconocimi­ento a nivel nacional. Conoció la industrial­ización del campo, momentos en los que la clínica veterinari­a del campo se vino abajo, con la sustitució­n de los animales por máquinas para realizar las tareas agrícolas. Él trataba a toros y caballos, mayormente, llegando a ser con posteriori­dad director del matadero. Mi madre fue una mujer muy alegre, entregada a su familia, dedicada a sus hijos por completo, que nos educó con férreos valores, nos enseñó a apreciar lo que teníamos era la dulzura personific­ada. Siempre le doy gracias a Dios por los padres que me concedió.

– ¿Cómo recuerda la Semana Santa de su niñez? – Pues la recuerdo con nostalgia porque la Semana Santa actual ya no es la Semana Santa de Sevilla que conocí. Aquella era una Semana Santa de menos cofradías, con menos nazarenos y menos bullas. Las calles con poca

gente y los recorridos más rápidos, por ejemplo la Hermandad de San Esteban salía a las seis de la tarde y a las once de la noche ya estaba en la Iglesia. Veía las cofradías en la Campana, desde pequeño, junto a mi familia. Por entonces había muy pocas filas de abonados y las sillas se solían alquilar por días sueltos. Valoro muchísimo el trabajo y el enorme esfuerzo de los costaleros antiguos, que desde el Domingo de Ramos hacían la llamada “corrida” hasta el Domingo de Resurrecci­ón y no le volvían la cara a nadie, porque el que volvía la cara, no podía sacar más un paso.

– ¿A cuántas hermandade­s pertenece?

– Desde que nací soy hermano de San Esteban, del Gran Poder y de la Macarena. También soy hermano de los Estudiante­s. Me hicieron hermano del Gran Poder, porque a mi madre, cuando estaba embaraza, la atropelló un coche en la Puerta de Carmona. Por aquellos tiempos, no existían las ecografías, con lo que la incertidum­bre que tenían mis padres en torno a cómo podía afectar a mi salud el atropello de mi madre, fue enorme. Así que mis padres (que se conocieron curiosamen­te un viernes en el Gran Poder), ofrecieron al Señor, que si nacía bien de salud, me harían hermano de la Hermandad. Y así fue, ingresé en la Hermandad el 23 de marzo de 1953, tenía alrededor de dos años. Sin lugar a dudas, puedo decir que el Gran Poder ha marcado mi vida. En San Esteban salía desde pequeño y desde los ocho años salía junto a mi hermano Manolo en la Macarena. Más tarde, desde los quince años hasta los veintiuno salí en la Centuria. Todos los Viernes Santo tarde, acudíamos a San Lorenzo para ver al Gran Poder… me daba mucha tristeza, ver los pasos (que yo no había podido ver en la calle) ya con la cera gastada y las flores casi marchitas… ¡Recuerdo también, aunque muy vagamente, el besamanos del Gran Poder, que entonces se hacía con el Señor sobre el paso! En casa los Jueves Santo se vivían de manera extraordin­aria, la Centuria venía a casa, mi madre preparaba torrijas…era un hervidero de ilusión… El Jueves Santo de 1969 estuvo lloviendo, los pronóstico­s para el resto del día eran malos, en aquel tiempo mi padre era mayordomo de la Macarena y cuando concluyó con sus quehaceres y dado que la Estación de Penitencia se suspendió por la

lluvia, nos marchamos los tres camino de casa (mi padre, mi hermano y yo) con un disgusto enorme. Convencimo­s a mi padre, ya que no habíamos salido en la Hermandad, para ir a ver el resto de las cofradías de la Madrugá, que estaban en la calle y que habitualme­nte no podíamos ver. Fuimos a ver el Calvario por la calle Zaragoza amaneciend­o, el Silencio saliendo de Francos y al Gran Poder, por el Museo… había muy poca gente y nos colocamos al inicio de la calle San Vicente para verle venir, había un silencio espectacul­ar… vi venir al Señor y me quedé absolutame­nte embelesado: ¡qué cosa más grande! ¡Jamás había experiment­ado una sensación como esa! Aquella visión del Señor fue para mí como una llamada. Al cabo de los días hablé con mi padre para comentarle que había decidido no salir más en la Macarena, para poder salir en el Gran Poder, porque me había dejado muy impactado ver al Señor en la calle en la Madrugá. Mi padre no se opuso a mi deseo, todo lo contrario, me dijo que si yo lo sentía así, que adelante. Y desde 1971 salgo de nazareno con el Señor.

– ¿Cómo definiría usted al Señor del Gran Poder?

– El Señor del Gran Poder, es una página que ha escrito Dios, para que Dios sea cercano y compresibl­e a la gente.

– ¿En el rostro de que imagen de Dolorosa vería reflejada la cara de su madre?

– En el de la Virgen de los Desamparad­os, sin duda. Mi madre le tenía una devoción enorme a la Virgen. Me enseñó a rezar el Ave María delante de un cuadro de la Virgen de los Desamparad­os.

 ??  ?? Miguel Muruve pronuncia el pregón de Semana Santa en el año 1980.
Miguel Muruve pronuncia el pregón de Semana Santa en el año 1980.
 ??  ?? En la foto, aparece nuestro protagonis­ta vestido de nazareno, con la túnica antigua de su Hermandad de San Esteban.
En la foto, aparece nuestro protagonis­ta vestido de nazareno, con la túnica antigua de su Hermandad de San Esteban.
 ??  ?? Un jovencísim­o Miguel Muruve, como “armao” de la Centuria Macarena.
Un jovencísim­o Miguel Muruve, como “armao” de la Centuria Macarena.
 ??  ??
 ??  ?? Venia. Miguel Muruve en el centro, delante de él, Joaquín Saenz de la Maza.
Venia. Miguel Muruve en el centro, delante de él, Joaquín Saenz de la Maza.
 ??  ?? Nuestro protagonis­ta durante la visita al pregonero, junto a su madre y su esposa.
Nuestro protagonis­ta durante la visita al pregonero, junto a su madre y su esposa.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain