Saeta a la Cruz de Guía
La Radio cofradiera de los años 70
El libro ‘La Semana Santa de la Transición’, recientemente publicado por Manuel Jesús Roldán, solvente divulgador de las Sevillas olvidadas, rescata la memoria de una época trascendental para las cofradías hispalenses. Al igual que el país, en la década de los setenta y primeros ochenta del siglo pasado, también éstas afrontaron –con éxito– su particular catarsis, experimentando una renovación histórica que habría de llevarlas hasta un momento de apogeo que algunos consideran como la ‘verdadera edad de oro de la Semana Santa sevillana’. El de Roldán es, por eso, un libro no sólo necesario sino también imprescindible.
Abundando en la época de la que se ocupa la citada publicación, en las siguientes líneas haremos hincapié en un factor que resultó asimismo fundamental en el trance histórico afrontado entonces por las cofradías: la Radio. Un medio de comunicación que tendría una influencia decisiva en aquel momento, aunque hoy tal vez no se reconozca en su justa medida. Tal vez porque la radio no tiene hemeroteca y su memoria está condenada a disolverse en el aire por el que se pierden sus ondas. Se trata, por eso, de hacerle justicia.
Solía ser más o menos por estas fechas cuando, a través del frio escarchado de la noche de un domingo de enero se volvían a oír de nuevo los añejos compases de unos roncos tambores, sobre los que Manuel Centeno iniciaba un año más su eterna saeta: ‘Silencio, pueblo cristiano’. El rito volvía así a cobrar vida; y volvía a cobrarla gracias a la Radio. Hacía frío; los árboles estaban pelados; llovía… Pero en Sevilla olía ya a Semana Santa, gracias a la magia que emergía de la rejilla de un transistor.
‘Radio Popular, presenta: Saeta, revista hablada dedicada a la Semana Santa de Sevilla. Ya está en el aire nuestra saeta radiofónica y, como de ella nos dijera Muñoz y Pavón, nuestra emisión será fiel reflejo de la interpretación que el pueblo de Sevilla hace de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo. Breve, sentida, popular y sonora, como la saeta misma, es esta revista que llega a tus oídos como una ofrenda al Redentor y a Su Madre Santísima y un tributo a Sevilla, la ciudad que, amando y llorando, supo crear eso tan indefinible que es la cofradía. Pero escuchemos, que pronto la primera estará en la Campana’. Así, de esa barroca guisa, rezaba la ‘careta introductoria’ del programa de la hoy Cadena Cope, antes Radio Popular y antes aun Radio Vida. Una careta que se remataba citando -siempre en números ordinales- el año de emisión que cumplía el programa y la dirección postal de los estudios, que en aquellos años estaban en la calle Vírgenes, 24.
José Manuel del Castillo y Chano
Amador eran los encargados de dar lectura –siempre en directo, siempre con la misma solemnidad e idéntico tono– al texto de la careta, que había escrito el conspicuo cofrade de la época Juan Delgado Alba, el cual volverá a protagonizar más adelante otro instante clave de esta historia de la radio cofradiera sevillana. El cerebro de Saeta era, no obstante, alguien cuya voz no se oía: Carlos Schlatter; un hombre menudo, de mirada viva, palabra inteligente y agudo sentido del humor. De su pluma surgían los jugosos textos leídos en las secciones ‘Noticias y Comentarios’ y ‘Se dice’ (esta última sobre todo) que esperaban con ansia los oyentes del programa, por su cariz irónico y contenido, no pocas veces, crítico. El elenco de Saeta se completaba con la presencia de Manolo Toro, cuya misión era entrevistar al protagonista de turno. Salvo José Manuel del Castillo, ninguno de los integrantes del equipo del programa era profesional de la Radio. Chano Amador ejercía de anestesista en la Seguridad Social; Toro, abogado y Schlatter (el cerebro) jefe de personal en la fábrica de lejía Los Tres 7. Todos ellos, por cierto, muy reconocidos en sus respectivas profesiones. Que fueran ajenos a la profesión periodística no impediría sin embargo que el programa tuviera una influencia decisiva en la forma de enfocar la información cofradiera que se haría años más tarde. Saeta había nacido en la década de los cincuenta como una sección más del programa ‘Vida de la Ciudad’, llevando entonces por título el de ‘Arrullos de Semana San- ta’, aunque no tardó en cobrar vida propia, alcanzando su momento cenital en los años setenta. Y va a ser justo entonces cuando, en otro punto del dial, acontezca la verdadera revolución que coincidirá con la que ya estaba empezando a vivir el país y también las cofradías.
En 1972, llega a la dirección de Radio Sevilla Iñaki Gabilondo, quien propone al entonces crítico taurino de la emisora, Filiberto Mira, ponerse al frente de un programa de la emisora que antes había realizado otro profesional de la casa, Manolo Bará, quien años después se reincorporará al mismo. Ese programa se llamaba Cruz de Guía. La revolución efectiva, sin embargo, llegará un año más tarde de que Mira se haga cargo de él y también con la intervención del antes citado Juan Delgado Alba. Enterado éste de que la hermandad de la Hiniesta había organizado un concurso de cultura cofradiera para jóvenes, sugiere a Mira que haga algo similar en la radio. El resultado fue todo un acontecimiento que alcanzaría un seguimiento masivo entre los jóvenes de la época. Aquel concurso vino a coincidir con la proliferación de grupos jóvenes en las hermandades y de las cuadrillas de hermanos costaleros, la primera de las cuales se fundó en la cofradía de los Estudiantes el mismo año que se estrenó el concurso, 1973. Es complicado asegurarlo, pero no resultaría en absoluto descabellado afirmar que aquella iniciativa tuvo algo de catalizador o revulsivo para acelerar el proceso de renovación de las cofradías, gracias al interés que por ellas empezaron entonces a demostrar muchos jóvenes a través de la imagen que de aquellas proyectaba el programa, más cercanas, más abiertas, menos herméticas.
Filiberto Mira tuvo además la afortunada iniciativa de reunir en torno al programa a un grupo de chavales, niños más bien, con los que compuso una singular redacción –sus ‘jóvenes cofrades’–, que haría aún más atractivo el programa entre la juventud. Uno de aquellos niños, Víctor Manuel de la Portilla, sería con apenas once años el encargado de dar, en memorable conexión telefónica, la primicia de la salida de la hermandad de la Bofetá el Martes Santo de 1974, cuando fue la única que salió a la calle por causa de la lluvia. Quien esto firma la oyó y puede dar fe de ello.
Justo es reconocer también que antes de Saeta y Cruz de Guía hubo en Radio Nacional un programa llamado Jerusalén, creado por el histórico cofrade José Luis de la Rosa, uno de los promotores de la creación del Consejo de Cofradías, y que en la extinta emisora Radio Peninsular se emitía en los años setenta los domingos a mediodía ‘Sentir Cofradiero’, donde el gran locutor Agustín Navarro exhibía sus enormes dotes de rapsoda. Y aunque ambos programas hicieron su particular y valiosa contribución, justo es reconocer que fueron Saeta y, sobre todo, Cruz de Guía, los programas
que lograrían aficionar a la juven
tud del momento, atrayéndola hacia el fenómeno de las cofradías, que entonces parecía languidecer, pero que repuntaría gracias a esa sangre fresca que la radio ayudaría a transfundirle. Hoy, ninguno de sus fundadores está ya con nosotros. El último en mar- charse fue Manolo Toro, que lo hizo al inicio de la pasada Cuaresma. Sin embargo, ambos programas permanecen hoy día en antena llevados por extraordinarios profesionales, junto a otros muchos programas que a su estela surgieron en otros puntos del dial de Sevilla, demostrando el interés que, fruto de su vitalidad, siguen suscitando las cofradías y evidenciando que no hay medio de comunicación más idóneo para hablar de ellas –por su poder de evocación y capacidad para crear una atmósfera de ensoñación– que aquel que cuenta con el gran aliado de la imaginación del receptor: la radio.