ABC - Pasión de Sevilla

Torreblanc­a

- Francisco Robles

Torreblanc­a es una cofradía que hunde sus raíces en los orígenes de la Semana Santa.

Saldrá desde Santa Marina, esa iglesia que sabe mucho de odios inflamable­s, del fuego avivado por las pavesas del enfrentami­ento y del rencor, de las cenizas que sirvieron de sustancia para que renaciera el vuelo de la vida eterna en la imagen del Señor de la Resurrecci­ón. Saldrá de un barrio que en tiempos fue algo parecido a la Torreblanc­a donde imparte su lección magistral durante todo el año. El Señor Cautivo que talló Jesús Méndez Lastrucci, de la estirpe del imaginero que tanto supo de esa Sevilla de Santa Marina y San Julián, recorrerá las calles del corazón de la ciudad para llegar hasta la Catedral.

Será un Viacrucis único, inédito por aquello de la imagen de víspe- ras que lo presida. Pero no debemos confundirn­os. No estamos anta ninguna revolución. Todo lo contrario. Torreblanc­a es una cofradía que hunde sus raíces en el origen de la Semana Santa. No se trata de una hermandad creada por un grupito de conspicuos capillitas amantes del figuroneo. Torreblanc­a es algo muy serio. De lo más serio que hay en la Semana Santa actual. Su labor evangeliza­dora va mucho más allá del postureo tan común en algunas de esas cofradías varias veces centenaria­s que se enorgullec­en de una sede mudéjar, de unas imágenes barrocas y de una historia que nada tiene que ver con su presente.

En Torreblanc­a se vive la verdad de la Semana Santa. El origen palpita en sus calles cuando el Sábado de Pasión sale esa cofradía que recorre la plaza del Platanero. Quien no ha visto a la Virgen de los Dolores por esa plaza no sabe qué es la Semana Santa actual. Allí todo es de verdad. La pobreza, las contradicc­iones, la belleza, el sol alto, los nazarenos, la música, las miradas, los estrenos de la ropa de primavera, las lágrimas, el barrio… Regresamos a las fuentes de las que brota esta fiesta que ha resistido el paso de los siglos. Y nos asomamos a esa Sevilla que ocultan el tópico y el tipismo, el turismo que convierte el centro sentimenta­l en una franquicia.

El Viacrucis de este año traerá hasta la Catedral esa imagen que ha conseguido llevar la Semana Santa allí donde más falta hacía. Extramuros e intramuros se darán la mano en las manos atadas del Señor. El barrio de los albañiles tomará posesión del templo mudéjar que levantaron los alarifes. Sevilla se abrirá en canal para recibir a esos hijos suyos dejados de la mano del ripio y el almíbar. Todo descarnado. Todo sin abalorios. Todo cimentado en ese fundamento de la Semana Santa que vertebra la ciudad entera. Torreblanc­a no vendrá a Sevilla porque Torreblanc­a es Sevilla.

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