La verdad del capirote
El proceso de fabricación de un símbolo cofradiero
El capirote es un elemento indispensable del hábito nazareno. Lo identifica. Ha adquirido en el ámbito de las cofradías un sentido que poco recuerda ya al suyo original. Hemos acudido al negocio más antiguo de cuantos lo realizan para ver cómo se hace un capirote y para meditar sobre su poder de evocación… porque los nutridos ramilletes de capirotes colgantes de la Antigua Casa Rodríguez forman parte del imaginario de la víspera.
La palabra capirote tiene un origen más que evidente. Nos remite al término latino medieval capiro, -onis, que proviene a su vez del latín tardío cappa, el cual podría traducirse como ‘capucha’. Es evidente que la raíz ‘cap’ viene de caput, cabeza. Para eso se creó, para ponerlo sobre la cabeza de los condenados por la Inquisición y convertirlos en objeto de burla y mofa. Era parte de la penitencia. Con capirote (entonces llamado coroza) y sambenito desfiló por las iglesias de Toledo el abuelo de Santa Teresa, reconvenido por el Santo Oficio a abandonar sus judaizantes costumbres. Así tam- bién, con capirote blanco y sayal decorado con los fuegos del infierno podemos ver a Diego Duro en el famoso fresco que Lucas Valdés realizó los dominicos de San Pablo en el actual tem plo aprroquial de la Magdalena. Con ese mismo objetivo del escarnio, el capirote (con o sin orejas de burro incorporadas) ha sido utilizado hasta hace unas décadas en escuelas de toda Europa. Se les colocaba a los alumnos díscolos, traviesos o poco aplicados para reconducir sus conductas (con una más que dudosa efectividad).
Éste y no otro es el origen de una expresión que los capillitas han hecho suya pero que tiene un claro origen afrentoso: cuando nos llamamos a nosotros mismos ‘tontos de capirote’ estamos dándole la vuelta a una expresión claramente despectiva. Y hasta algún escritor rancio ha sabido hacer de ello bandera. Efectivamente, los tontos de capirote somos los que, al pasar por la Alcaicería, desviamos beatamente nuestra mirada hacia el escaparate de la Antigua Casa Rodríguez para comprobar que esos conos de cartón están colgados donde tienen que estar. Efectivamente tontos de capirote somos usted y yo, pero no necesariamente tenemos que ser capiroteros. Eso es harina de otro costal. Llamamos ‘capirotero’ al cofrade que cumple con su participación en la fiesta. Cumple y punto. Sale de nazareno en la hermandad familiar o gremial pero no guarda más relación con ella hasta el año próximo.
Se hacen capirotes
Hemos ido a ver cómo se hacen los auténticos, los de toda la vida: los de cartón duro. Un capirote de estos pesa algo más de 300 gramos. Por eso garantiza una mortificación más que razonable que dejará en las sienes y la frente del nazareno marcadas durante más de media hora después de destocarse. Seguramente por ello cada vez son menos los hermanos que llevan este tipo de capirote pero haberlos, haylos. Eso lo sabe María del Río Marín. Heredó el negocio de un tío político que a su vez lo recibió de su bisabuelo, quien lo había creado en 1816. Hoy es ella la que
¿La medida de la circunferencia? Antonio sabe que en esta cuestión un milímetro de menos puede suponer un martirio implacable y uno de más un engorro casi igual de incómodo.
Un capirote de estos pesa algo más de 300 gramos. Por eso garantiza una mortificación más que razonable.
cose personalmente cada capirote con dedal, aguja gruesa e hilo blanco fuerte, tal y como le enseñó su tía Concepción. En la empresa familiar Antonio es el que se ocupa de pedir el material y trabajarlo en su reducido taller de la primera planta. “Hay que especificar a la empresa que el cartón debe ser adecuado para hacer capirotes”. Efectivamente es lo suficientemente dúctil y maleable para poder doblarse sin cuartearse. ¿La medida de la circunferencia? Antonio sabe que en esta cuestión un milímetro de menos puede suponer un martirio implacable y uno de más un engorro casi igual de incómodo. Se ha convertido en un experto en la fisonomía de la testa sevillana. “En función de la forma de la cabeza sabría decir qué tipo de capirote es el más adecuado para cada persona. Con el tiempo aprendes a ver que a una frente más o menos escurrida uno ajustable le va a dar menos guerra que uno de cartón”.
Estos ajustables de los que habla Antonio son de una rejilla de plástico blanco, muy leves y huelga decir que han desbancado a los tradicionales conos de cartón duro. Y luego están los de cartón ligero, protegidos por una película que permite que el agua y el sudor les afecte menos. Todos en cualquier caso son sensibles a la humedad, al paso del tiempo, a la voracidad del perro y al olvido del cofrade. Esas son las causas más habituales del ‘capirote de última hora’.
El capirote no engaña. Simboliza esta etapa de trasiegos y anhelos cofradieros: hay que sacarlo del altillo, comprobar que está en buenas condiciones y que aguantará otra próxima estación de penitencia. Otro año más procurará al nazareno el anonimato disimulando su estatura y como las antenas de la radio, sintonizará su alma con la de aquellos que le precedieron y con Aquel que todo lo puede.