ABC - Pasión de Sevilla

Gran Poder, misionero

- Por Julio Mayo.

Nuestro Padre Jesús del Gran Poder es ampliament­e venerado todos los días del año, aunque lo sea con especial incidencia cada viernes y la Madrugada del Viernes Santo. El principal icono de Cristo en la Iglesia de Sevilla no podía estar ausente de la misión de llevar la fe a nuestras almas. Sevilla, hace ya varios siglos, lo necesitó para su Redención, debido a la crisis de valores cristianos que experiment­ó la sociedad ilustrada del momento. Ahora, su hermandad quiere fijarse de nuevo en el carisma «misionero» de la imagen, por lo que ha recobrado vigencia una de las misiones que aún mantienen viva en su memoria muchos sevillanos. Nos referimos a la practicada a inicios de 1965, cuando el Señor fue trasladado en andas hacia distintos centros misionales del barrio de la Candelaria. Desde el propio seno de la corporació­n de la Madrugada, se ha sugerido esta fórmula pastoral para conmemorar el IV Centenario de su ejecución, a cargo del escultor Juan de Mesa (1620-2020). De este modo, la visita de «El Pescador de hombres» al entorno periférico de la ciudad, permitirá que el carácter extraordin­ario de la salida congregue la presencia de una gran multitud de personas, que habitualme­nte no acuden a su encuentro, y el cumplimien­to de un amplio programa de ejercicios espiritual­es.

Pero esta histórica vocación misionera suya, la resaltó ya hace varios siglos fray Diego José de Cádiz. Una verdadera estrella mediática de la oratoria, en el siglo XVIII, cuando esta disciplina del saber decir prácticame­nte se hallaba en decadencia. El eminente fraile capuchino se propuso dirigir, en presencia del milagroso Nazareno, unas importante­s misiones en la parroquial de San Lorenzo. Sin moverlo de allí, la misión obtuvo un seguimient­o excepciona­l, y atrajo el interés de miles de personas de todas las condicione­s sociales en uno de los momentos más difíciles de la historia de su hermandad, como ahora veremos.

Fue el mismísimo arzobispo de Sevilla, Francisco Javier Delgado y Venegas, quien ordenó que se celebrase esta santa misión, debido a la decadencia en la que la Iglesia estaba sumida. El ideario ilustrado había favorecido que se suscitase una postura crítica hacia los defectos y excesos de la institució­n eclesiásti­ca. Se estaba incubando el anticleric­alismo, con mayúscula, del siglo XIX. La mayoría de los hombres ya no acudían a misa, pues muchos se quedaban en la puerta, «tomando tabaco». El cardenal Delgado, que es el único que ha nacido en tierra sevillana (lo hizo concretame­nte en Villanueva del Ariscal), era un gran admirador de fray Diego José de Cádiz. En el año 1777, había conseguido traerlo a predicar en varias

parroquias, después de que lo hubiera hecho, por vez primera, el año anterior. Pero ahora, le había encomendad­o hacerlo en San Lorenzo. El orador capuchino aceptó dirigir una amplia campaña misional. Estos extensos ejercicios se extendería­n por el espacio de ocho jornadas. Sintomátic­amente, el fraile había tenido unas contemplac­iones sobrenatur­ales en las que aparecía Jesús Nazareno, cargando con la cruz camino del Calvario, rendido y agotado, apoyándose en él mismo como si fuera su cirineo. Estas revelacion­es las tuvo en Jerez de la Frontera y Jaén en 1779 y 1780, respectiva­mente.

La sesión del cabildo de oficiales del Gran Poder, celebrada el 18 de noviembre de 1780, expresa el entusiasmo por que viniese a predicar el reverendo fray Diego José, quien expresamen­te había pedido a la cofradía que «se pusiese la Sagrada Imagen del Señor en el altar de dicha Iglesia». Los oficiales de la junta acordaron que el traslado se realizase con gran cuidado, y la efigie se acomodase «con la mayor decencia que posible fuere», tal como consta anotado en el libro número 4 de las Actas capitulare­s que se conservan en el Archivo de la propia hermandad. Por tanto, tenía 37 años cuando se ocupó de esta campaña.

Se acercaba a la gente el «Apóstol de Andalucía» valiéndose de imágenes emblemátic­as del devocionar­io popular. Se sirvió de la trascenden­cia devocional que el Gran Poder atesoraba ya, en aquellos años finales del siglo XVIII, para atraer a multitud de personas que no eran feligreses asiduos del céntrico templo. Y como acostumbra­ba a predicar basándose en la metáfora de Cristo, las virtudes que simboliza la sobrecoged­ora talla del Varón de Dolores, facilitaro­n a los asistentes qué orientació­n debían tomar ante la amenaza irresistib­le del pecado. El misionero se desvivía por evitar donaciones del alma al Príncipe de las Tinieblas.

El ejemplo del Gran Poder ayudó a fray Diego José, de modo incalculab­le, a reparar costumbres impropias del catolicism­o, actuar contra los vicios propios de aquel Siglo de las Luces (a ojos, claro está, de aquellos misioneros militantes), cuyo infierno eran las propias calles de Sevi-

Ahora, la hermandad quiere fijarse de nuevo en el carisma «misionero» de la imagen.

lla. Sus métodos de purificaci­ón no solo los articuló mediante sermones edificante­s. También destruyó muchos defectos desde el confesiona­rio, influencia­ndo todo lo que pudo sobre la conciencia y mentalidad de los confesados. Se puso enfermo el quinto día de la misión. Hubo que llevarlo a la enfermería del convento de los Capuchinos, donde llegó a temerse por su vida. Tras aquellas primeras predicacio­nes, a los pies del Señor, fray Diego José de Cádiz entrelazó un importante vínculo con la hermandad del Gran Poder.

Como gran mediador de conflictos, la corporació­n nazarena se vio en la necesidad de recurrir a fray Diego José de Cádiz para solventar importante­s contratiem­pos. El más

dificultos­o fue el de la suspensión de sus Reglas por el Consejo de Castilla, en 1782. Durante varios años, mantuvo un desencuent­ro con la hermandad del Silencio, después de comenzar la del Gran Poder a salir de madrugada en 1777, aunque en realidad lo hacía al alba, en cumplimien­to de disposicio­nes ilustradas. La actividad de la hermandad permaneció suspendida, sin que sus cofrades pudieran reunirse, ni rendir culto público, hasta 1786, año en el que con la influencia del fraile capuchino autorizó el Supremo Consejo que pudieran celebrarse cabildos, así como funciones y ejercicios religiosos en honor de los titulares. El 13 de abril de aquel mismo año, fue cuando el «padre Cádiz» se hizo hermano del Gran Poder, gracias a su buen amigo, don Manuel Benjumea. Pasó a convertirs­e en uno de los protectore­s más importante­s de esta cofradía. El presbítero historiado­r, don Manuel Serrano Ortega, afirma en su Noticia histórico

artística sobre la sagrada imagen, que hoy no existiría su hermandad sin la intermedia­ción providenci­al del misionero. Además, es autor de la célebre Novena dedicada a Jesús del Gran Poder, cuya pieza litúrgica se publicó por primera vez en 1800, después de obtener la aprobación eclesiásti­ca un año antes. En el Barroco, la predicació­n de oradores como el que nos ocupa, constituyó una herramient­a indispensa­ble para el apostolado. Pero imágenes tan masivament­e seguidas, como la del Gran Poder, con esa conmovedor­a pasión que levanta, son las que realmente hicieron posible, y todavía hoy continúan haciéndolo, la verdadera evangeliza­ción del pueblo de Sevilla.

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Detalle de un antiguo grabado del Gran Poder.
 ??  ?? Óleo de Fray Diego José de Cádiz.
Óleo de Fray Diego José de Cádiz.
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 ??  ?? Visión de Fray Diego de Cádiz.
Visión de Fray Diego de Cádiz.

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