ABC - Pasión de Sevilla

La crisis hizo mella

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Fernando Marmolejo sabe de todos estos años de crisis y lamenta el argumento seguido por muchas hermandade­s reacias a invertir en nuevo patrimonio. Advierte que la economía se recupera, pero las secuelas de esto han dejado, sobre todo, brecha en la formación: “a personas que les quedaba un tiempo para jubilarse ha habido que despedirla­s. Ahora no hay operarios preparados. Hemos sufrido un desierto de diez años en los que no han entrado aprendices”, lamenta el orfebre. El taller está actualment­e compuesto por su hijo, un oficial y el aprendiz a los que coordina. Marmolejo ve fundamenta­l ayudar a la juventud para que conozca también la parte mercantil del oficio; y no en un tiempo tan limitado como ofrecen unas prácticas al uso. Aquí tiene que sacar pecho y argumenta: “no hay una ciudad en el mundo entero que tenga tanto oficio como Sevilla. A esto hay que saber sacarle jugo”. jar. Tiene que ser autor de sus sentimient­os. La hermandad te cuenta lo que quiere y el primero que se debe poner a trabajar es tu corazón. Luego tienes que plasmar en un papel el sentimient­o y una historia”. En todo este proceso nunca falta la emoción –reconoce Fernando–. “Infinidad de veces cliente y orfebre terminamos con las lágrimas saltadas. Vienen a ti y cuando ven que has dado con la tecla, ambos nos emocionamo­s”.

En otra mesa está la corona casi concluida que servirá para la coronación de la Virgen de O de Corpiño, en Pontevedra, este próximo 24 de junio.

Marmolejo tiene ahora también entre sus manos encargos para la hermandad de la Sed o la Redención. El taller trabaja habitualme­nte en la Catedral de Sevilla en la restauraci­ón de piezas. Va a llamar la atención una idea que planea sobre los responsabl­es: recuperar para que sea expuesta una de las antiguas azucenas que coronaban la Giralda anteriores a las que Marmolejo padre realizó en 1981. “La idea es restaurar las que estaban puestas, mimarlas. No queremos eliminar las huellas del paso del tiempo”.

La crisis hizo mella. Ahora no hay personas preparadas para esta labor.

Dentro de un cajón de un banco de trabajo más lejano guarda las herramient­as que usó su abuelo: “es la prueba evidente de que estamos en un taller de artesanos. Y para eso hay que tener buenos oficiales. Todo hecho a mano”, presume Marmolejo Hernández. En su corazón, el gozo eterno de haber sido prioste de la Esperanza Macarena.

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