ABC - Pasión de Sevilla

1594: las imágenes más antiguas del Corpus

- Por Manuel Jesús Roldán.

“Discursos festivos en que s e pone la descripció­n del ornato e invencione­s que en la fiesta del Sacramento la parroquia colegial y v ecinos de S an S alvador hicieron”. Un pomposo título con el que Messía de la Cerda describió en 1594 la gran fiesta sacramenta­l de Sevilla. En la Biblioteca Nacional, el más antiguo Corpus descrito y dibujado.

Año 1594. Últimos años de vida de Felipe II, el monarca en cuyo imperio no se ponía el sol. Sevilla, la gran metrópoli de occidente por donde fluía todo el tráfico comercial con las Indias, estaba regida por el Asistente don Pedro Carrillo de Mendoza, conde de Priego. Ocupaba el trono arzobispal don Rodrigo de

Castro, gran señor del Renacimien­to, el prelado que según el Abad

Gordillo “llegó la majestad arzobispal a toda su exaltación”, pasando a la historia por la celebració­n de sínodos diocesanos y por el decreto de reducción de hospitales de 1587.

Grandezas y miserias de una ciudad para un año que comenzó con el solemne traslado de los restos de Gonzalo de Mena a la Cartuja de Santa María de las Cuevas, anotando otros sucesos memorables como un temblor de tierra o una habitual riada que destrozó, una vez más, el puente de barcas. Ciudad del Renacimien­to que vivía la devoción al Santísimo Sacramento como la gran fiesta local, con un aparato ornamental que tiene en un libro del licenciado Reyes Messía de la Cerda una de las primeras descripcio­nes conocidas tanto del gran monumento eucarístic­o de la Catedral, como de la sorprenden­te ornamentac­ión que se realizaba para el Corpus en la zona del Salvador.

Conservada en la Biblioteca Nacional, la obra tiene un largo título, “Discursos festivos en que se pone la descripció­n del ornato e invencione­s que en la fiesta del Sacramento la parroquia colegial y vecinos de San Salvador hicieron”, presentand­o un indudable interés por sus textos y por la presencia de numerosas ilustracio­nes que permiten imaginar la grandeza de aquella celebració­n a finales del siglo XVI. Una de sus

primeras descripcio­nes es la del monumento eucarístic­o de la Catedral, la gran estructura realizada en 1584 por el arquitecto y tracista de retablos Asensio de Maeda, que venía a sustituir a la anterior estructura que había diseñado en 1562 el también arquitecto Hernán Ruiz, y a la que se habían añadido diversos elementos en los años sucesivos. Posiblemen­te, el encargo de una nueva custodia de Juan de Arfe en el año 1580 debió motivar la creación de una nueva gran estructura efímera, eliminándo­se antiguos elementos realizados con pajas y trapos, que no se tenían a la altura de la nueva custodia. La imagen que aparece en el libro de Messía permite comprobar que el monumento en 1594 estaba formado por tres

cuerpos decrecient­es que albergaban, en el piso inferior, a la gran custodia eucarístic­a de Arfe. Concuerda a la perfección con la descripció­n que daba el cronista Alonso Morgado en

1587, cuando indicaba que “venía a rematarse todo con un Crucifixo vivo mirando al cielo, de aspecto divino y de divina considerac­ión entre los ladrones, y algo más abaxo a Nuestra Señora y San Juan”. Una estructura de ángulos achaflanad­os en la que se sustituyer­on las lamparilla­s de papel por lámparas de plata, hasta cuarenta, que según Messía “despiden un resplandor que parece no menos que de la gloria”. En el libro conservado en la Biblioteca Nacional se describe de forma hiperbólic­a tan monumental arquitectu­ra, “digna de no menor alabanza que las celebradas de los antiguos griegos y romanos. Su fábrica de pedestales, basas, columnas, capiteles, arquitrabe­s, frisos, cornisas, frontispic­ios y remates es de tanta suntuosida­d que merece título de octava maravilla del mundo”. Una gran obra en madera “labrada con tanto cuidado y sutileza, que con el barniz que lo cubre parece un mármol paro o pérsico alabastro en cuya bruñida superficie se pueden

ver las personas como en cristalino­s

espejos”. Una estructura que, sin duda alguna, anticipó el gran túmulo funerario que se realizaría en 1598 por la muerte de Felipe II, obra que inmortaliz­ó el propio Cervantes con un conocido soneto.

El libro de Messía de la Cerda no sólo describe el gran monumento eucarístic­o. Sus páginas son una pormenoriz­ada descripció­n de los pasos, altares, arquitectu­ras efímeras, fuentes, esculturas y todo tipo de ornamentos que se levantaron en la zona del Salvador en torno a la celebració­n de la fiesta del Corpus aquel año, siendo especialme­nte destacable­s las teatrales composicio­nes y decoracion­es que levantaba el gremio de los portuguese­s, que llegó a tener capilla propia en el convento casa grande de san Francisco, en los aledaños de la calle Sierpes. Un conjunto de gran simbología en esculturas y elementos decorativo­s, que podía incluir una aparatosa representa­ción fingida de la escena de la Transfigur­ación sobre esbeltos pilares decorados con guirnaldas o una completa representa­ción iconográfi­ca de la Inmaculada Concepción con alusiones a las letanía del Rosario, pasando

Un espectácul­o por entonces casi totalmente en manos del Cabildo, institució­n que abonaba cinco mil escudos anuales en su montaje.

por arquitectu­ras efímeras sostenidas por pilastras antropomor­fas que constatan el conocimien­to de las fantasiosa­s arquitectu­ras manierista­s provenient­es de los jardines italianos. No faltan fuentes decorativa­s en las que se siguen los postulados iconográfi­cos de libros de emblemas como el de Cesare Ripa, además de representa­ciones basadas en el Antiguo y el Nuevo Testamento y hasta salvajes de tradición medieval, que aparecían junto a fuentes entendidas como simbología eucarístic­a.

El libro es rico en descripcio­nes de esculturas de tamaño natural, vestidas a la moda de la época, ya que eran los propios vecinos los que proporcion­aban las ropas. Además de los adornos y de los tapices, se constata la presencia de diferentes personajes fantástico­s, Tarasca, gigantes y otros personajes que, en tiempos de bailes como la zarabanda, animaban a los sevillanos desde la víspera a participar en un espectácul­o por entonces casi totalmente en manos del Cabildo, institució­n que abonaba cinco mil escudos anuales en su montaje.

Todo era hiperbólic­o en la celebració­n del Corpus sevillano en 1594. Messía de la Cerda, el propio cronista, lo definió así: “Y aunque en todos los lugares de España se celebran estas fiestas con increíble solemnidad y varios placeres, no quitándole la gloria a las ciudades famosas que en esto gastan parte de sus tesoros, pueden todas rendir vasallaje a la insigne ciudad de Sevilla, que en celebrar estas fiestas les hace notables ventajas y con razón, pues siendo el lucero de España y el archivo y tesoro de su honor y grandeza, parece que de derecho está obligada a mostrar en estas santas ocasiones más gravedad y pompa como más señora y con cuyo poder ninguna de las del mundo puede competir”.

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Fuentes alegóricas. Foto B.N.E.
 ??  ?? Arquitectu­ra efímera.
Arquitectu­ra efímera.
 ??  ?? Arquitectu­ra efímera de marcada estética manierista.
Arquitectu­ra efímera de marcada estética manierista.
 ??  ?? Fuente de la espada de Santa Catalina. B.N.E.
Fuente de la espada de Santa Catalina. B.N.E.
 ??  ?? Arquitectu­ra efímera de marcada estética manierista.
Arquitectu­ra efímera de marcada estética manierista.

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