Francisco Marmolejo Camargo, un siglo de plata 1915-2006
De la diadema de la Soledad al camarín de la Macarena, de las bocinas de la Sentencia a la peana del Patrocinio, de las azucenas de la Giralda al Tesoro del Carambolo, del Belén al trofeo de fútbol. Una ciudad y una vida escrita en plata.
Digo que el arte de la escultura es ocho veces mayor que cualquier otra de las artes en que interviene el dibujo, porque una estatua debe tener ocho vistas y conviene que todas sean de igual bondad... La cita del orfebre y escultor del Renacimiento Benvenuto Cellini podría aplicarse a la grandeza creadora de Fernando Marmolejo Camargo. De la autobiografía escrita a la vida escrita en plata. Más de ocho décadas de creación en un artista que mantuvo la bondad, en la obra y en la persona. Europa estaba embarcada en la Gran Guerra en diciembre de 1915 cuando nacía Fernando, en un barrio de toneleros y de toreros, en la calle Varflora 29. Fue el año del Amor Brujo y de la Noche en los jardines de España de Falla, y el hijo
de José Marmolejo Díaz venía al mundo de una Sevilla de renacimiento de las artesanías, donde el padre forjador y cerrajero artístico era el perfecto condicionante para orientar a Fernando por el mundo de la creación. Se retrasaba eternamente la exposición que sería de 1929 y Fernando veía trabajar al orfebre Andrés Contreras. La ciudad esperaba convertirse en el centro del mundo y aquel joven, con un hermano ya centrado en el oficio de la orfebrería, acabaría convirtiendo a la plata en el centro de su vida.
España ingresaba en el club de los países republicanos y Fernando, que había estudiado en un colegio trianero con nombre de reina, ingresaba en 1931 en la Escuela de Bellas Artes. Allí continuaría su formación tras el aprendizaje en el taller paterno, forja, cerrajería, cincelado de metales… Y un nombre, el de Cayetano González, con quien empezó a trabajar en 1933. En su taller de la calle Tetuán asumiría la importancia del dibujo previo de las piezas y el interés por los esquemas arquitectónicos. Era la Sevilla de la resaca posterior a la Exposición, cuya influencia estética se mantendría durante años, aunque la inestabilidad política y económica amenazara con la parálisis artística. Símbolo de ese parón fue la realización de una de sus primeras grandes obras, la diadema para la Soledad de San Lorenzo, proyecto de 1935 que no se vería culminado hasta 1941. Por medio, una terrible guerra en la que Fernando sirvió como oficial ajustador, pasando por el regimiento Soria 9. Debió imprimir carácter. Años en los que realizó obras como la Puerta de Hierro de las Atarazanas, el púlpito de la Basílica de la Macarena y la reproducción de la Espada de San Fernando.
Establecido en taller propio en el año 1940 en la calle Ortiz de Zúñiga, otro nombre de historiador sevillano que imprime carácter, a finales de los años 40 ya es reconocido como uno de los grandes orfebres del país,
A finales de los años 40 ya es reconocido como uno de los grandes orfebres del país.
recibiendo encargos desde toda España. Su taller pasaría en 1949 a la calle Baños y desde 1953 impartiría la docencia en la Escuela de Artes y Oficios. Cuando en 1953 obtuvo el premio del Ayuntamiento en la Exposición de Artesanía de Madrid, Fernando era ya un artista consagrado. Su Limosnero de la Natividad, con sus volúmenes repujados, dilatados y rotundos, marcarían un estilo que triunfaría durante décadas. Dos años más tarde llegaría la medalla de oro del Concurso Nacional de Artesanía y los encargos se acumulaban en su taller desde numerosos rincones de España. Largos años de trabajo que se culminarían con innumerables reconocimientos, su ingreso en la Academia de Bellas Artes, la medalla de Andalucía en 1985 o la Medalla de Plata el Mérito del Trabajo en 1998. Plata tenía que ser.
Su inabarcable catálogo es una biografía en plata. Creó una auténtica síntesis de la tradición decorativa musulmana (otra vez el recuerdo de los paños de sebka de la Giralda) en el camarín de la Esperanza Macarena, una obra para la posteridad del arte litúrgico sevillano a la que se suman sagrarios como el de la parroquia catedralicia, coronas como las de la Virgen de la Encarnación de San Benito, Hiniesta, Valme, Salud de San Gonzalo o Consolación de Utrera; ciriales como los de la hermandad del Gran Poder o la Lanzada, fastuosas bocinas como las de la hermandad de la Macarena, jarras para el palio del Valle o la Candelaria, ricos respiraderos y peanas como la de la Virgen del Patrocinio de la hermandad del Cachorro y un sinfín de piezas en las que el diseño preciosista y abigarrado de su autor conectaba con la más asentada tradición local. Baste recordar el diseño del manto para la coronación de la Esperanza Macarena, la plata se convertía en hilo de oro, obra de 1963 que acabó estrenándose en 1964. Una creación litúrgica que no se quedó reducida a Sevilla, siendo el Trono de la Santísima Virgen de los Dolores, el conocido Paso Azul de Lorca, Murcia, del año 1981, un ejemplo de extensión de su obra.
Profeta en su tierra, reprodujo algunos de sus símbolos históricos: la espada de San Fernando, las azucenas de la Giralda o el Tesoro del