La Cruz sin llave
La banda de cornetas y tambores de las Cigarreras cumple 40 años
A todas luces ha sido una exitosa carrera, pero quizá también por ello, dura y sufrida. Un grupo de chavales imberbes hicieron suya la propuesta del diputado de juventud de la hermandad. De oído, con el frío y aún sin apoyo de nadie comenzaron a ensayar en el campo de la Feria… y así aprendieron la primera marcha, ‘la Cruz’, que solo podían tocar con cornetas desprovistas de llave. Un día se cruzó con ellos la Policía Armada, o lo que es lo mismo: un maestro sin igual que se llamaba Manolo Pardo. Entonces nació una leyenda.
El germen más remoto de esta banda nace en un menguado grupo joven de la hermandad de las Cigarreras, con Antonio González Ríos como responsable. Una idea para que estos chavales participen de una forma más activa en la cofradía y no sólo en los días de cuaresma previos a la Semana Santa. Apenas son catorce o quince y el mayor no tendría más de 14 años. Antonio no sabía nada de música pero, con poco más de 20 años, sí sabía dar buenos cosquis para que los niños no se despistaran.
Hay que remontarse al año 1979, cuando ya existía la Banda del Sol. “Algunos componentes de esta formación eran del grupo joven y son los primeros en formar parte del proyecto” recuerda Antonio González Ríos. Se buscan como pueden las cornetas y compran un bombo, el primer instrumento de su propiedad. El lugar de ensayo, el campo de la Feria. José Colombo, corneta de la Cruz Roja “a quien todos conocíamos como el Colombo” les enseñó a tocar de oído la primera marcha: La Cruz o más bien La Cruz sin llave “...la llamábamos así porque había cornetas que no tenían llave y entonces no éramos capaces de interpretar la melodía necesaria. De ahí que se diera en llamar La Cruz con llave o sin llave” risas entre González Ríos y Dionisio Buñuel, el director actual. Colombo también les enseña la interpretación de las marchas ordinarias o de traslado.
Se van incorporando más chavales y en ese mismo año se produce una fusión Banda del SolVictoria. Dura muy poco. Apenas tres meses, pero les dio para salir por primera vez delante de la Cruz de Guía de la Virgen de los Dolores del Cerro cuando procesionaba en septiembre, y en la cabalagata de Reyes Magos de Villanueva del Ariscal.
El recordado José Tristán, director de la Banda de Tejera, se convierte en primer avalista de estos chavales.
Pepín Tejera, avalista.
El recordado José Tristán, director de la Banda de Tejera, se convierte en primer avalista de estos chavales. No llevan ni un año de fundación cuando éste lleva a Tomás Vega para que les escuche. “Nos dijo que nos esmeráramos y la cosa salió adelante”, recuerda Antonio. Aquel Domingo de Ramos llegaría su primera interpretación detrás de un paso y detrás del misterio de la Cena. El año anterior este paso no llevaba música. Con tan sólo tres o cuatro marchas montadas se ponen manos a la obra y triunfan. Primer contrato que ya incluye además la salida en el Corpus. “La primera salida fue increíble. Todo el mundo llorando. Éramos un mar de lágrimas de la emoción” recuerda González Ríos. Reciben su primera paga de quince o veinte mil pesetas y hasta hoy. Cuarenta años tras el Señor de la Sagrada Cena. Estos chavales se estrenan aquí antes que tras el Señor Atado a la Columna que hasta entonces había estado acompañado por la Banda de La Lanzada. A partir del siguiente año ya saldrían en San Gonzalo y los Panaderos. En 1982, tras Jesús ante Anás (La Bofetá) y el Cachorro.
Primer compromiso de la hermandad
Tras no pocas discusiones, la hermandad aprueba un primer presupuesto de 250.000 pesetas para la banda. Se emplea en la compra de los uniformes e instrumentos. Antes habían navegado por una época muy difícil aunque dulcemente recordada por Antonio González Ríos “...mediante rifas pudimos comprar las primeras camisas que conocíamos como la de los queseros, por lo anchas que eran. Las compramos así para que nos duraran y además podíamos ponernos los chalecos debajo. No olvido a mi madre y las vecinas cosiendo hombreras. Mi padre, que era electricista de la Fábrica de Tabacos, haciendo las chapas para las hombreras y un mecánico, también de la Fábrica, haciendo los cinturones y los ganchos de las cornetas”.
Llega Manuel Pardo
En la vida una pequeña carrera de footing interrumpida dio para tanto. La banda y estos chavales se vinculan para siempre con una de las personas que más honda simiente ha dejado, “...no solo por su buen hacer como maestro, sino también por su manera de entender y alentar a las nuevas generaciones sobre la evolución que debía tener la música para cornetas y tambores”. Pardo había sido Corneta solista de la extinguida Banda de la Policía Armada de Sevilla “...iba haciendo ejercicio pero interrumpe su carrera cuando escucha lo mal que lo estábamos haciendo. Se para a echarnos la bronca mientras tocábamos Virgen de la Paloma. Lo convencemos, hacemos amistad con él y va viniendo poco a poco a los ensayos para instruirnos” recuerda emocionado González Ríos. Llega incluso a salir en Semana Santa con la Banda y les transmite, además, las primeras ordenes marciales en movimientos con la corneta.
Ese mismo año llega el actual director Dionisio Buñuel, que ha- bía sido miembro fundador de la Banda del Juncal. “Entre el 81 y el 83 nos monta todo el repertorio de la Policía Armada que se da por agotado. Nos da a entender que hay más marchas pero que hace falta quien las interprete sobre el papel” recuerda el responsable actual de la formación.
La música no era sólo de oído. Pardo anima a estos chavales a entender la interpretación y conocer el solfeo por medio del estudio. Llega un cambio importante para la Banda Nuestra Señora de la Victoria.
Tiempos de avance
Otro nombre propio e ilustre se une a la formación: el músico Bartolomé Gómez Meliá “...él trae una marcha que no se había tocado nunca y estaba hecha para Málaga, Soledad de San Pablo. Pardo saca la partitura de los archivos de la Policía Armada. La monta Bartolomé y la estrenamos nosotros” detalla Dionisio.
Estos músicos dan un salto importante. Animados por Pardo comienzan a estudiar solfeo. Francis González Ríos vuelve al conser- vatorio y Dionisio toma clases a través de una pianista del barrio de Los Remedios; otro pilar fundamental es Jorge Martín Puerto quien también aprende música a través del conservatorio. “Esto nos da pie a iniciar cosas más grandes”
Antonio González:
“No olvido a mi madre y las vecinas cosiendo hombreras. Mi padre, que era electricista de la Fábrica de Tabacos, haciendo las chapas para las hombreras”.
concreta Buñuel. Son el germen de la futura escuela de música que a tantos y tantos chavales formaría en el futuro.
Para Dionisio, el gran cambio llega a partir de 1985 “cuando Bienvenido Puelles aporta las primeras composiciones propias. Nos habíamos quedado sin partituras”. La primera, no podía ser otra, Virgen
de la Victoria; luego vendría Virgen de la Salud o Y tú, Estrella. Todo un éxito. A partir de aquí se animan a componer Francis González Ríos, Dionisio Buñuel o Jorge Martín. En esa época ya se hacen cargo de la dirección musical los dos primeros.
Tanto es el éxito de esta Banda que hay que poner números clausus (en torno a 80) y llega a algo que ninguna formación musical de estas características ha conseguido: una gira musical por Estados Unidos y Canadá de la mano de Gary Bedell.
Estilo propio
La Banda Nuestra Señora de la Victoria genera una forma de interpretar única e imitada en media España. “Las nuevas composiciones rompen la línea argumental. Llegan las marchas más innovadoras que luego encajan a la perfección. Las cuadrillas de costaleros ya no están mermadas y comienzan a ensayar sus coreografías acompañadas por estas nuevas marchas. El cambio va en paralelo” mantiene el director musical. Para Dionisio Buñuel “...la música en las bandas se ha puesto muy exigente porque la hermandad
también se ha puesto muy exigente”. Esta observación hace saltar como un resorte a González Ríos quien se atreve a decir que, porque ya no tiene nada que ver con la dirección, “...las personas que algunas hermandades sitúan como diputados de banda hacen mucho daño. Vienen con enormes exigencias y no tienen ni idea de música. Todo queda cuadriculado y esto no puede ser así: hace falta otorgar un margen de libertad al director de la banda” argumenta.
Ante esto, Dionisio considera que “ahora todo está muy estudiado para lo bueno y para lo malo. La música de Cristo ha estado durante
Manolo Pardo se fija por primera vez en la Banda cuando hacía footing por el campo de la Feria.
años muy apartada porque casi todos los cofrades prestaban mayor atención a los palios. De quince años para acá, a raíz del boom de los costaleros se atiende más a la música de cornetas”.
Esta banda cuenta en su haber con numerosas vivencias y a cual más buena o mala. De entre sus miembros, con profesiones de todos los colores, han salido hasta sacerdotes o escultores tan excepcionales con José Antonio Navarro Arteaga. Para Antonio González Ríos “...uno de los momentos más importantes, cuando don Fernando Berdús me llamó a gritos por los pasillos de la Fábrica para decirme, en 1981, que el Consejo de Hermandades nos había otorgado el primer Nazareno de Plata” en reconocimiento a la labor, ortodoxia y pureza del repertorio e interpretaciones.
Las Cigarreras cumple 40 años con una calidad y estilo únicos. Sus sones inconfundibles han creado escuela y son parte indisoluble de nuestra Semana Santa. Hoy día no se entendería sin sus composiciones, tan envolventes que en ocasiones se acercan a bandas sonoras cinematográficas. Siempre sin perder la esencia de don Manuel Pardo. A por el medio siglo de vida. Felicidades.