Nuevos tiempos para el cartel
Sevilla, Málaga, Huelva, Vélez o Jerez. Del hiperrealismo a la verdad del dibujo, del grafiti al impacto de la caligrafía neobarroca. Algo está cambiando.
“Ya sea el águila en pleno vuelo o la flor de manzano abierta, el incesante trabajo de los caballos, el cisne alegre, la ramificación del roble, el arroyo que serpentea en su base, las nubes a la deriva, sobre todo el sol que cursa. La forma sigue a la función, y esta es la ley. Donde la función no cambia, la forma no cambia”. La conocida frase del arquitecto Louis Sullivan definió el objetivo de la arquitectura funcionalista en el cambio entre los siglos XIX y XX. Cualquier creación debía partir de su función como premisa inicial, a partir de ahí se desarrollarían líneas compositivas, espacios y materiales. Si nos atenemos a la definición académica del sentido de un cartel, el concepto inicial parece quedar bien claro: “Lámina de papel que se exhibe con fines publicitarios o informativos”. Informar o publicitar. El recurrente grito en la pared que defendía Picasso puede ser en el siglo XXI un susurro o una declamación, pero debe cumplir una finalidad informativa, mantener su fin publicitario y adaptarse a tiempos en los que el soporte, el antiguo papel, se adapte a los nuevos formatos donde se informa la mirada del siglo XXI.
Un cartel no es un cuadro. Tampoco un jeroglífico barroco reservado a las élites. Cuando Valdés Leal realizaba sus vanitas del Hospital de la Caridad, todo un precedente del futuro concepto del cartel, el mensaje inicial era comprensible por todos, rapidez de la muerte y fin de las vanidades del mundo, mientras que los símbolos complementarios quedaban reservados para los conocedores. Dos lemas de impacto, In Ictu Oculi y Finis Gloriae Mundi, latín que nadie entendía, aunque sí conectaban con el público los huesos, los féretros y las cucarachas que recorrían las tumbas de los caballeros muertos. Muchos gritos adaptados a una pared contextualizada por un Evangelio escrito en los techos, y por unas obras de misericordia explicadas por los cuadros de Murillo.
Hoy el cartel se debe adaptar al medio. Colgar una lámina de papel en una tienda o un bar es lo de menos. La gran mayoría verá el cartel en formatos nuevos, el marco de un teléfono móvil o el perfil de una red social. Un cartel se puede fragmentar, lo entendió perfectamente Antonio Díaz Arnido en el cartel de la Semana Santa de Jerez, y debe adaptarse a nuevos esquemas: proporción rectangular en la pantalla de un móvil, proporción cuadrada para la foto de Instagram (Biblia de la juventud actual) y proporción circular para adaptarla a la foto del perfil de Twitter. Son los nuevos tiempos, donde es difícil distinguir la acción de la pintura y del retoque digital, donde se podrán hacer carteles que muestren versiones adaptadas al medio, como los anuncios publicitarios. No se olvide que la publicidad es el fin. Y no se olvide que la publicidad es un arte, como ya entendieron los grandes propagandistas de la fe que fueron los jesuitas en el siglo XVI o los pintores barrocos del siglo XVII.
Parecen correr nuevos tiempos. El cine ha llegado al cartel de Sevilla, la obra de Fernando Vaquero tiene mucho de noche americana en azul de Truffaut, de la película Amargura de Carlos Valera o hasta de la Pasión de Mel Gibson. Una apuesta por la línea diagonal en una composición de imágenes titulares, san Juan de la Amargura, Quinta Angustia y Caridad de Santa Marta, que funciona perfectamente en la adaptación a los nuevos marcos de hoy: móvil para el cartel completo, cuadrado para el espacio central de la obra y círculo para enmarcar el rostro de la Virgen con el mensaje más impactante y cerrado: Sevilla. Una apuesta de un pintor curtido en las recreaciones históricas (impactó su recreación del expolio francés de la Caridad) que ha sabido despojar al cartel de antiguas concepciones de recargados cuadros. Lo menos es lo más.
En Huelva se apostó por una creación sorprendente e innovadora con el cartel de Arnido del año 2018, tras otra apuesta actual que fue la de Rafael Laureano, siempre impactante. Este año ha recogido el testigo otro sorprendente creador, Jesús Zurita, un completo autor que combina la precisión del dibujo italiano del Renacimiento con las tipografías del siglo XXI o todo un catálogo de símbolos recurrentes que convierten a sus obras en un universo particular de carácter mágico. El joven pintor y dinamizador de El Carpio (ya quisieran muchas capitales su actividad cultural de marcado acento contemporáneo) ha fragmentado su cartel en un impactante negro como faja y letras carpianas para anunciar la Semana Santa. Cuadrado dentro de un rectángulo (de nuevo la fragmentación publicitaria); en la zona superior es el Cristo de las Cadenas el que centra una composición en la que aparecen arcángeles y hasta alusiones mitológicas al origen histórico de la ciudad. Una especie de palimpsesto del tiempo donde todo tiene su significación y donde un excepcional dibujo anuncia la Semana Santa de Huelva con la estética del Quatrocento italiano y la mitología local. El año pasado ya creó en el cartel del pregón universitario todo un manifiesto de que otra creación es posible. Zurita y la verdad del dibujo. Y el apéndice de Vélez–Málaga, donde hay una interpretación neorromántica en el Nazareno que porta la cruz entre los soles que se levantan para quemar el horizonte, fuego que arde y no se consume como mejor símbolo de la divinidad, y las lunas, siempre las lunas que aparecen en su particular universo.
En el nuevo año, el impacto llegó con el cartel de la Semana Santa de
Málaga, una más que interesante propuesta de José Antonio Jiménez Muñoz. La sobriedad de la Virgen de los Dolores del Puente, en una composición muy original, con el fondo de unas letras de tipología inspirada en el grafiti. Los que se escandalizaron por la obra no alcanzaban a entender que estamos ante una composición que simplemente refleja una realidad actual, que responde al momento y que conecta directamente con una estética contemporánea; ojo, no es vanguardia, que el grafiti se lleva realizando desde hace décadas, igual que la abstracción tiene ya más de un siglo de existencia. Algo que no entienden los estancados en las cornucopias y rocallas neobarrocas: el Barroco era algo más profundo. Las reinterpretaciones, tipo memes y montajes fotográficos de la obra, no hacían sino constatar el triunfo de una obra propia de su tiempo, de nuevo cumplidora de la función publicitaria del cartel.
Que el taller sevillano Daroal, en las estrecheces de San Julián, es una de las apuestas seguras por la fusión entre el conocimiento de la labor de los clásicos y la mirada más vanguardista es algo ya sabido. De la escultura al diseño de bordados, de la fotografía digital a la ornamentación, de la pintura al dibujo. Francisco Rovira y David Romero forman un dúo caleidoscópico que convierte a Daroal en una fantasía que cumple la sentencia de Picasso: “Todo lo que puede ser imaginado es real”. Así se hace realidad el cartel de la Semana Santa de Jerez, un impacto visual que va más allá de lo físico al convertirse en una propuesta abierta a reinterpretaciones, a usos posteriores y al empleo de elementos cambiantes. Es el siglo XXI. Cruces de Jerusalén sobre fondo negro. El nombre de la ciudad que es relieve, que es pintura y que es canastilla andante en la que juguetean ángeles con los atributos de la Pasión. Arte en la calle, como los pasos. Y un friso de cardos, no hay mejor símbolo de la Pasión, que puede ser hasta cambiante, hoy vegetal, mañana cera ardiente. Así es la Semana Santa, un constante proceso evolutivo. Por eso está viva. En su cartelería algo está cambiando.