El Crucificado gótico de la Sangre
Parroquia de San Isidoro. Cargado de leyendas medievales, el Crucificado de los Maestres mantiene el recuerdo de la Pasión con estética gótica.
Aunque pueda parecer lo contrario, Sevilla no fue siempre barroca. Hubo un antes. Un origen. Una génesis tan auténtica como el Renacimiento posterior o el Barroco que se asentó para quedarse y hasta reinventarse. Durante siglos, desde el momento de la conquista cristiana, la estética de la ciudad siguió los preceptos del Gótico, un estilo internacional de orígenes franceses que llegó a la ciudad con los nuevos habitantes castellanos. En las Cantigas de Alfonso X el Sabio se pueden contemplar las nuevas formas artísticas que traían los nuevos cristianos, las imágenes de la Virgen como trono del Niño o los Crucificados de tensión extremadamente realista que permitían meditar sobre la Pasión de Cristo. Fueron las primeras grandes devociones de la nueva ciudad cristiana, las vírgenes llamadas fernandinas, las pinturas murales con tema mariano que recubrieron los muros de las antiguas mezquitas o los Crucificados de pelo natural y cuerpos retorcidos sobre una cruz arbórea. Así lo fue el milagroso Cristo de San Agustín, desgraciadamente desaparecido en el incendio intencionado de la parroquia de San Roque. Una estética, olvidada por las superposiciones renacentistas y góticas, que tiene un ejemplar excepcional en la parroquia de San Isidoro: el Crucificado de la Sangre o de los Maestres. Milagroso y devoto, como corresponde a su carga de siglos, su importancia ya fue citada por el abad Alonso Sánchez Gordillo, que lo incluyó tras el Cristo de San Agustín en las Religiosas Estaciones que frecuenta la religiosidad sevillana:
“En segundo lugar se tiene en mucha reverencia la imagen de Jesucristo Nuestro Señor puesto en la Cruz que está en la parroquia de San Isidoro, que es iglesia secular, dio ocasión a esta estimación lo que sucedió en el año de 1354, martes 13 de abril, que era tercer día de la Pascua Florida, a la tercera hora, estándose cantando vísperas en la Iglesia, habiendo sido robada aquel día la judería, cuyo serrallo era cerca de la dicha iglesia (donde es ahora el convento de la madre de Dios, y fueron muertos mil doscientos judíos quitándoles mucha hacienda, de las llagas y la heridas de los brazos de la Santísima Imagen salió copia de sangre que causó admiración y sentimiento y variedad de juicios sobre ello; y desde aquel día creció la veneración y respeto a la Santa Imagen…” El cronista hace alusión a un suceso milagroso ocurrido en el año 1354, año del primer pogromo sevillana, el primera asalto al barrio de los judíos sevillanos, una terrible incursión que costó centenares de muertos entre los judíos sevillanos tras extenderse una malévola acusación de haber profanado una hostia consagrada. Una acción generalizada en buena parte de Europa, donde los estragos de la epidemia de Peste