San Jacinto. Un relato imperfecto
El regreso provisional de la Estrella a San Jacinto se abre un nuevo tiempo en las relaciones entre la comunidad dominica y las cofradías.
Eran como las nueve de la noche del domingo 23 de febrero de 1974. El besamanos de la Virgen de la Estrella se había celebrado en el salón de la casa de hermandad de la calle San Jacinto 41 como era habitual en aquellos tiempos. Pero sería la última vez. Estaba previsto que en ese mismo año comenzaran las obras para convertir esa casa en una Capilla. Al terminar este culto la Virgen es colocada en unas rudimentarias andas para regresar a la Parroquia de San Jacinto que está a cincuenta metros. En las puertas, el secretario José Pérez Cubillana culmina los rezos de rigor con esta frase: “Señora; que la próxima vez que vengáis sea ya para siempre”. Y así ocurrió. Cuando la cofradía salió el Domingo de Ramos de 1976 ya se recogió en la nueva Capilla que se había bendecido el día antes.
Con la marcha de la Estrella se cerraba un periodo de convivencia entre la histórica cofradía y la no menos histórica comunidad de la Orden de Predicadores que no siempre fue tensa como permanece en el imaginario colectivo. Ambas se habían encontrado en 1906. Mucho antes, en 1651 los frailes llegan a la Ermita de la Candelaria de Triana donde se asientan y construyen el grandioso templo y el convento. El 1835, la desamortización provoca que una hermandad de la Estrella sin actividad salga del convento de los Mínimos de La Victoria y se traslade a San Jacinto, de donde también habían salido los dominicos. La cofradía contaba por aquellos entonces con las imágenes y poco más. En 1905, con una hermandad ya reorganizada, los dominicos vuelven y se quedan ya en San Jacinto.
Cuando llegan los frailes a principios del siglo XX hay en el templo 4 hermandades. Además de La Estrella, allí reside la Esperanza de Triana, que viene en 1868 tras la revolución gloriosa, la de Las Aguas que se funda en el templo en 1750, y la del Rocío cuyo simpecado llega en 1819. San Jacinto es, entrado el siglo XX, el centro espiritual del barrio. No ya solo por la presencia de hermandades que articulan socialmente Triana sino por el carácter y la actividad de unos frailes cuyo carisma fundamental es la palabra y la predicación.
¿Y por qué se empiezan a ir las hermandades? Hasta ahora se ha escrito una historia que colocaba el argumento de la incompatibilidad como clave de un enfrentamiento casi permanente entre la Orden y las cofradías. Pero a poco que se indague, el relato no es cien por cien real. Es cierto que la convivencia de las hermandades en las parroquias o en las iglesias conventuales de aquellos años no siempre era algo fácil para las partes, pero no se puede construir como argumento general que los dominicos son una comunidad incompatible con las hermandades. Esas situaciones se han dado de manera puntual pero no responden a un patrón histórico.
Vayamos por partes. La Estrella hace tres intentos de irse. El primero de ellos es en 1902 a la capilla de
Dos de Mayo, cuando aún no habían llegado al templo los frailes. En 1922 hace otro amago de traslado a San Marcos. Por aquellos entonces, más que enfrentamientos con los fralies de la Orden, lo que existían eran pugnas entre las propias hermandades residentes en el templo. En 1976 materializa la marcha construyendo una capilla propia justo al lado.
El caso de la Esperanza de Triana, cuya primitiva túnica blanca y negra reproducía los colores dominicos, fue diferente. Llega a San Jacinto después de que la Junta Revolucionaria en 1868 le desposeyera de su capilla en la calle Larga. Desde entonces el anhelo histórico de la hermandad era recuperarla como así lo hizo en 1939 aunque hasta 20 años después no comenzó la reconstrucción para el traslado definitivo en 1962. La década de los 90 la cofradía de la calle Pureza hace discretas gestiones por si fuera posible retornar. Le dicen que se le quite esa idea de la cabeza.
Las Aguas, la más antigua en el templo, se va en 1942 tras el incendio que sufre su capilla situada a los pies de la nave del Evangelio y en el que pierden las imágenes. En su historia oficial se indica que a principios del siglo XX las relaciones con la comunidad empiezan a deteriorarse. El Rocío, un poco a emulación de La Estrella, construye una capilla propia en la calle Evangelista y se marcha en 1982. Curiosamente el constructor de este templo es el por entonces hermano mayor de La Estrella, Juan Silverio de la Chica, que también hace las obras en el nuevo templo de su hermandad. Durante la construcción de la capilla del Rocío, la de la Estrella sirve como almacén de la carreta del simpecado, algo que hoy resultaría impensable.
En 1966 la Estrella publica una revista en la que se muestra como una hermandad conciliar. La comunidad de dominicos de San Jacinto, recién constituida en parroquia trata de adecuar los nuevos vientos de la Iglesia al día a día. El encaje de unas instituciones tan de otros tiempos como las hermandades no es fácil pero es posible. Ejemplo son, como decimos, los artículos que se escriben en dicha publicación como la entrevista a Fray Agustín López, capellán dominico de la hermandad que indica entre otras cosas que las cofradías “son muy necesarias en el nuevo quehacer de la Iglesia”. No existe por tanto un choque de planteamiento entre los rectores del centro espiritual y la corporación sino más bien una serie de episodios puntuales de enfrentamiento protagonizados por el ímpetu de determinados miembros de la cofradía y los frailes, unos hechos que han permanecido en el imaginario colectivo tanto de unos como de otros. En
Cuando llegan los frailes a principios del siglo XX hay en el templo 4 hermandades.
1973 los cultos de la Estrella se realizan con la imagen de la Virgen en el presbiterio adornada con un ramo de flores. No hubo altar. Ese mismo año fue cuando la cofradía aprueba la conversión de la casa hermandad en Capilla a la que se traslada en 1976. Desde entonces los caminos de la hermandad y la parroquia han seguido líneas paralelas que parecían no converger nunca.
Domingo de Ramos de 2013. 24 de marzo. Dirige la parroquia Jesús Duque, un dominico que también da clases en el seminario. Por la tarde, y con los 2.000 nazarenos de la Estrella formados en el callejón comienza a llover. El Distrito de Triana hace una gestión urgente a ver si los hermanos se pueden refugiar en el templo para guarecerse del agua. La respuesta es negativa. Manuel Domínguez del Barco, hermano mayor que ha intentado muchos acercamientos a su parroquia, quiere que se sepa la noticia. Lo que se pedía era simplemente una cuestión humanitaria, evitar que miles de nazarenos, entre ellos muchos niños se empaparan. Da la impresión de que ese día empieza a cambiar todo.
Julio de 2016. José Rafael Reyes González, un dominico joven es nombrado párroco. Manuel González Moreno lleva 3 años de hermano mayor. A veces, ya se sabe, hay que cambiar de actores para que las cosas cambien. Y lo primero que hacen es bajar la inflamación existente en las relaciones entre la hermandad y la parroquia. Marzo de 2017. José Rafael Reyes predica la función de La Estrella en Santa Ana: “No se puede querer lo que no se conoce”, dice. Ambas comunidades, parroquia y hermandad habían comenzado ya un camino juntos con discreción, prudencia y hasta elegancia que ha desembocado en el acuerdo para que los titulares de la cofradía reciban culto en el templo el tiempo que duren las obras de ampliación de la Capilla, esto es de abril de 2019 a la cuaresma de 2020, y para que la hermandad ocupe un espacio en la casa parroquial.
Dicen que los años son el mejor remedio para que los conflictos históricos dejen de serlo. Los años, y el sentido común. Y quién sabe si el titular de esta Iglesia, Jacinto de Cracovia, santo dominico del que cuentan que la Virgen pidió que trasladase una imagen suya que se encontraba en peligro en un monasterio de Kiev… Coincidencias de la historia.
Existían pugnas entre las propias hermandades residentes en el templo.