Antonio Cattoni
Santa Catalina es una expiación superviviente. Reserva de lo inefable; lo decible encriptado; un estigma abierto en el pecho de la globalidad, la prisa y la rabia. Un glóbulo perezoso en las arterias de lo inevitable. El estrato absoluto de la cotidianidad. Una nube sin cobertura; la celda donde se recluyen ejemplares de una raza distraída. Un tronco a flote. Un pulmón. Un mensaje que es una botella. Ladrillo, piedra, madera, yeso y el calor de la mano que los puso en su sitio. El acto de asir y tocar esto tan abstracto que tiene ser persona: creer.