AHORA O NUNCA
Estaba en el ambiente. No hacía falta que el ministro de Economía, Luis de Guindos, anunciara en un periódico alemán el advenimiento de una reforma sanitaria. Si hoy se hiciera una encuesta probablemente la mayoría de los ciudadanos apostaría diez contra uno que los ciudadanos pagaremos más por la Sanidad, ya sea en forma de tasa, cambios en el actual copago farmacéutico o pagando por tratamientos y medicamentos que antes solo necesitaban una receta médica. La reforma se pactará probablemente la próxima semana en el próximo Consejo Interterritorial de Salud, el lugar de encuentro de las autonomías con el Gobier- no central. Y mientras todos hacemos cábalas sobre cuál puede ser la medida más idónea para cuadrar las cuentas del sistema sanitario público, los ciudadanos ya asumen los cambios. El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), indica que la preocupación por la Sanidad sigue subiendo. Este termómetro social la sitúa en el sexto lugar, entre las grandes preocupaciones de los españoles, junto a la crisis, el paro o la Educación.
En la ceremonia de entrega de los premios ABC Salud, donde se dio cita la industria farmacéutica, sociedades científicas, médicos, periodistas especializados, políticos... no hubo corrillo en el que no se hablara de cómo mantener a flote la Sanidad pública. «Tienen que hacer algo para que sea viable», se decía. La palabra sostenibilidad estuvo en boca de todos y se repitió en el discurso de la ministra de Sanidad, Ana Mato, el del director de ABC, Bieito Rubido, o el de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre. En 1991 Felipe González recibió el famoso informe Abril, donde ya advertía de su agotamiento y proponía soluciones tan impopulares como la introducción del copago. El informe cayó en el olvido. Y hasta la fecha ningún gobierno ha asumido el coste social de una reforma sanitaria. Quizá nunca la situación había sido tan grave. Ahora o nunca, dicen