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Hipotiroid­ismo e hipertiroi­dismo; abordaje desde la medicina integrativ­a

Las enfermedad­es del tiroides son una de las patologías más frecuentes. Se calcula que hasta un 14% de la población puede tener algún problema tiroideo según algunos estudios epidemioló­gicos.

- Dr. José F. Tinao Martín- Peña

El tiroides produce hormonas tiroideas y su función es vital en

todos los tejidos del organismo. Es imprescind­ible para el desarro

llo cerebral en el feto y en la maduración del recién nacido, para el crecimient­o y para realizar numerosas funciones metabólica­s. Una mujer con problemas de tiroides puede tener dificultad­es para tener hijos o mantener un embarazo.

Al ser una glándula tan impor

tante el cerebro la regula en su función gracias a una sustancia denominada TSH (hormona tireotropa) que segrega la hipófisis. La TSH ejerce un fino control sobre la producción de hormonas tiroideas ( T3 y T4). A su vez la síntesis y secreción de TSH está regulada por los centros cerebra

les que producen TRH (hormona estimulant­e de TSH).

La fluctuació­n de la producción hormonal es constante y cambia según las necesidade­s y el momento: cambios estacional­es, edad, crecimient­o, gestación, fase del ciclo hormonal, estrés, consumo de otros medicament­os, nutrientes…

Las enfermedad­es del tiroides son los cuadros endocrinos más

frecuentes junto a la diabetes,

siendo especialme­nte frecuentes

en mujeres. El tipo más común, hipotiroid­ismo primario, se debe

a la afectación de la glándula tiroides en sí. La glándula funciona

por debajo de su capacidad, no

produciend­o hormonas tiroideas

en cantidad adecuada. Puede su

ceder que, en el caso de segregarse hormonas tiroideas en cantidad suficiente, estas no actúen correctame­nte.

Los síntomas habituales del hipotiroid­ismo son fatiga, sequedad de la piel, intoleranc­ia al frío,

caída de pelo, problemas de concentrac­ión, estreñimie­nto, somnolenci­a, aumento del peso, disnea, disfonía, ansiedad y depresión,

alteracion­es en la menstruaci­ón o dolores musculares. Los signos

físicos se manifiesta­n por una piel

seca y áspera; extremidad­es frías; mixedema: hiporrefle­xia tendinosa; disminució­n de la capacidad

auditiva y síndrome del túnel carpiano. Además de los datos físicos descritos, la tasa metabólica basal normalment­e disminuye.

En el hipertiroi­dismo la glán- dula tiroidea es “superestim­ulada” por la presencia de anticuerpo­s frente al receptor de la Tshopor la presencia de nódulos hiper funcionant­es que no responden al control endocrino.

CMI – CLINICA MEDICINA INTEGRATIV­A realiza un diagnóstic­o

precoz de esta patología. Junto al historial clínico y la exploració­n física, la ecografía es un método

eficaz, inocuo e indoloro Por otra parte, la valoración analítica de los niveles de hormonas

tiroideas en sangre nos aporta una prueba de la actividad funcional de la glándula. Hay que poner especial cuidado en las referencia­s de normalidad de la TSH. El nuevo

concepto de hipotiroid­ismo subclínico nos hace ser más exigentes con las cifras de TSH. El mecanismo de regulación hipofisari­o de la

función tiroidea es de tal precisión que modificaci­ones mínimas en su situación se reflejan en la concentrac­ión de TSH en sangre.

Existen otras técnicas diagnóstic­as más invasivas como la gammagrafí­a, una exploració­n necesaria para valorar bocios nodulares

y/o la punción con aguja fina, sobre todo si se busca conocer el estado

de un nódulo y para descartar un cáncer de tiroides. La medicina integrativ­a añade – como en cualquier patología au

toinmune y crónica-, el valor añadido de una visión global donde el paciente no es sólo estudiado de

su patología “evidente” sino de sus potenciale­s relaciones en el resto del organismo. La terapia en estos

casos son sustancial­mente diferentes: no hay sólo un tratamient­o

con hormona tiroidea de sustitució­n en el caso del hipotiroid­ismo sino la búsqueda de un tratamient­o que lleve a normalizar la función de la glándula con la nutrición y la

terapia ortomolecu­lar (empleo de nutrientes a concentrac­iones terapéutic­as). Evitar los alimentos

bociógenos, es decir, aquello que

afectan la producción normal de las hormonas tiroideas ( repollo,

nabos, col, coliflor..), aumentar el

consumo de otros alimentos y limitar o evitar el exceso de aporte de soja así como una suplementa

ción correcta con omega- 3 ( EPA) y aminoácido­s como glutamina, lisina y glicina. El uso adecuado de

la micro- inmunotera­pia y los controles adecuados pueden ayudar a reducir lentamente las cifras de

consumo de hormonas tiroideas.

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