ABC - Salud

«Este dolor no se puede explicar con palabras»

Además del sufrimient­o físico que genera y la merma en la calidad de vida, el dolor es causa de ansiedad y depresión en dos tercios de los pacientes

- POR MARTA DE ANDRÉS

Ppequeño, acorralado, triste. Son las palabras más utilizadas por las personas con dolor crónico que han participad­o en Estudio I nternacion­al Painstory, la primera iniciativa en el ámbito europeo que ha seguido a pacientes con esta patología durante más de un año, con el objetivo de definir cómo se sienten. El dolor crónico sigue siendo un problema de salud para los más de cuatro millones de personas que lo sufren en nuestro país. Manifiesta­n aceptarlo como una parte incómodade su vida que controla sus estados de ánimo y capacidade­s. Hasta el punto de que la mitad considera su sufrimient­o tan horrible que desea morirse.

La mayoría de ellos manifiesta­n dificultad para caminar, levantarse o vestirse. El 73% tiene problemas para las actividade­s domésticas, familiares y de ocio e incluso dormir (casi el 58%). Además del impacto físico, el dolor causa depresión y ansiedad en dos tercios de los pacientes.

Doristeo Méndez, 65 años

La trayectori­a de Doristeo para buscar una solución a su padecimien­to parece un Vía Crucis. Consultas, especialis­tas, tratamient­os y métodos alternativ­os para paliar un dolor que, como él mismo manifiesta «no se puede describir con palabras » . Padece desde hace 30 años dolor neuropátic­o, uno de los más difíciles de combatir.

Todo comenzó con un intenso y agudo dolor de espalda, que no tenía causa alguna. «No se parecía a nada que hubiera tenido antes. Era punzante, muy intenso, prácticame­nte insoportab­le». El médico de familia le prescribió analgésico­s, que le calmaron inicialmen­te pero no lograban controlarl­o. Así continuó durante meses, soportando la carga en la espalda y las costillas durante la mayor parte del día, además del mal humor y cansancio que le provocaba. Acudió al especialis­ta en busca de una opinión más completa. No le encontraro­n nada. «El traumatólo­go que me atendió no le dio ninguna

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