En buenas manos
Un buen masaje a tiempo puede hacer milagros para recuperarse de una lesión sin necesidad de recurrir a medicamentos que sólo enmascaran el dolor
Una contractura que te deja inmovilizada. Una tendinitis que anuncia que ya no puedes ni con la jarra de agua. Un esguince mal curado que te impide hacer ejercicio. Una lumbalgia que te deja en postura de 90 grados por un tiempo indefinido. Pequeñas cosas con importancia ya que sin ser graves te indican que tu salud presenta goteras. Pequeñas cosas con importancia que no te permiten hacer una vida normal. Esas que llegan casi sin avisar y te dejan noqueado hasta que encuentres unas manos hábiles que pongan las cosas en su sitio. Como me ocurrió a mí. Tanto esfuerzo haciendo deporte –la edad no perdona- y en un partido de pádel una rotación del cuerpo – claramente mal ejecutada- descolocó toda mi espalda. En un grito salí de la pista y con varios más pedí ayuda a mis amigas.
Una me dio un teléfono. « Llámala, es masajista, se llama Pilar Garijo ( 91 563 54 96) y parece que tiene ojos en los dedos » . Llamé y tuve suerte. Acababan de anular una hora. « Por favor que no digan esas cosas, que yo no hago milagros » , quiere dej arlo muy claro cuando le cuento lo que me han dicho. «Vamos a ver qué te pasa y lo
EL CUERPO AVISA DE POSIBLES LESIONES, PERO NO SABEMOS REACCIONAR A TIEMPO
que podemos hacer para solucionarlo » .
Tras las correspondientes preguntas indagatorias, pasé a una sala donde un osteópata del equipo Garijo, me dio un masaje de los fuertes para ir ablandando la musculatura. Después Pilar comenzó a pasar sus manos que parecían decirle lo que necesitaba mi cuerpo. Les doy mi palabra de honor que me dejó alucinada. Sus dedos paraban exactamente en los puntos dónde me dolía y con suma delicadeza fue colocando cada cosa en su sitio. El dolor despareció para dar paso a otro distinto: el de la manipulación al que habían sometido a mi cuerpo para arreglar el « estropicio » .
Sexto sentido
Aunque a la mañana siguiente estaba dolorida, a los dos días estaba perfecta. Una semana más tarde volví para un problema de rodilla. Y aquí estoy. Escribiendo de Pilar, una mujer que llegó a este mundo por pura casualidad y que ahora hay que pedir que ocurra un milagro para conseguir hora con ella.
«Yo trabajaba en el Hospital de Nuestra Señora del Rosario como auxiliar de enfermería y una compañera me comentó que le dolía la espalda. Puse mi mano y sentí algo. Le quité el dolor y a partir de ahí el boca a boca hizo el resto » . Se sacó primero el título de masajista –única alumna a la que admitió un maestro chino porque vio que era capaz de hacer algo diferente- y después otros como el de manipulaciones, para no parar de aprender. « Mi padre nació con un don especial y ejerció de curandero en Tudela. La gente i ba a casa continuamente y no se si yo he heredado algo de él, i magino que sí. Soy masajista y es verdad que me dicen que tengo ojos en los dedos porque siempre me paro en el punto del dolor. Cada persona nace con un don especial y con una serie de virtudes y para mi esto es sencillo. Es como si el cuerpo fuera un libro abierto y me dijera lo que quiere » , continúa Pilar, que empezó con una primera consulta que mantiene en el madrileño barrio de Vallecas.
Así, me cuentan, puede ayudar a sus clientes de siempre, con menos posibilidades económicas, a los que cobra la tarifa mínima o nada, y son atendidos por personal cualificado y preparado personalmente por ella. « Un día un entrenador personal de alguien importante me pidió ayuda con una lesión que tenía su cliente. Pude hacerlo y desde entonces el cliente se hizo asiduo y me propuso venirme a esta zona de Madrid ( Avenida de América) » .
A su consulta van hombres y mujeres de todas las edades, niños, jóvenes, ancianos con cualquier problema que tenga que ver con las articulaciones, de tipo muscular o lo que sea. Desde un esguince hasta un bloqueo de cuello, problemas de cervicales, vértigos, tendinitis, etcétera. « Intento quitarles el dolor, que a veces no saben de dónde viene, colocando cada cosa en su sitio. El cuerpo es una especie de « playmobil » y hay que encajar cada cosa en su sitio, de forma muy sutil. Siempre digo que hay que ser muy respetuoso con el cuerpo » . Que así sea.