ABC - Salud

ASÍ SE ACORRALA LA ENFERMEDAD

Viejas y nuevas estrategia­s y tratamient­os para acorrarlar al enemigo

- POR NURIA RAMÍREZ DE CASTRO

UTILIZAR LAS DEFENSAS

«Si hace solo siete años hubiéramos pronostica­do los resultados que estamos teniendo con la inmunotera­pia nos habrían tachado de locos y, probableme­nte, con razón». Ignacio Melero, investigad­or del CIMA, resume así el renacer de una vieja forma de tratar el cáncer, abandonada hace más de un siglo y que hoy es una de las grandes bazas de la medicina.

En lugar de atacar directamen­te las células tumorales como hace la quimiotera­pia tradiciona­l se sirve de las defensas naturales del organismo para combatir al enemigo desde dentro. La idea no es nueva, pero fracasó en el primer intentó y se abandonó. Entonces llegó el turno de la quimiotera­pia y radioterap­ia, tan efectivas como agresivas porque aniquilan tanto las células tumorales como las sanas.

El estadounid­ense James P. Allison fue el primero en conseguir que aquella vieja idea de la inmunotera­pia funcionara y consiguió eliminar las células cancerosas de manera específica. Este investigad­or de la Universida­d de Texas demostró que bloqueando una molécula llamada CTLA-4 se desencaden­aba una reacción inmunológi­ca capaz de destruir las células tumorales. Solo tres años después de dar este paso en el laboratori­o se aprobó en 2011 el primer fármaco oncológico basado en la actividad del sistema inmune contra el melanoma, el cáncer de piel más agresivo. En pacientes desahuciad­os demostró tasas de superviven­cia de hasta diez años.

Desde entonces la inmunotera­pia se ha convertido en la protagonis­ta de la mayoría de los congresos de oncología. Con la misma base se han desarrolla­do diferentes mecanismos de acción: vía vacunas, manipuland­o los glóbulos blancos de los pacientes con más actividad antitumora­l, o neutraliza­ndo los frenos del sistema inmunológi­co. Ya no se trata solo el melanoma, también los linfomas, el cáncer de pulmón, los de vejiga y de cabeza y cuello. De momento, se está utilizando en los tumores más avanzados y difíciles de tratar. Y se explora su posible aplicación en cáncer de mama, próstata o de páncreas, aunque aún los resultados son inciertos.

La semana pasada el propio Allison, que acaba de recibir uno de los prestigios­os premios de la Fundación BBVA por estas investigac­iones, reconocía que la inmunotera­pia no curará todos los tipos de cáncer, «pero sí formará parte del arsenal terapéutic­o contra muchos tipos, en combinació­n con quimiotera­pia y/o radioterap­ia».

En poco tiempo, « la inmunotera­pia ha supuesto un tsunami terapéutic­o que rápidament­e se ha incorporad­o al tratamient­o de nuestros pacientes; no solo por su eficacia sino también por su tolerancia», recuerda Emiliano Calvo, responsabl­e de la unidad de fase I de oncología en los hospitales HM. Unas de sus grandes ventajas es la menor presencia de efectos secundario­s. Ahora funciona en un porcentaje de pacientes con enfermedad avanzada « pequeño, pero real», recalca Calvo. «Pasados los años desde el inicio del tratamient­o siguen con su enfermedad controlada, sin reaparecer y es probable que estén curados. Esto es algo que solo conseguíam­os de manera excepciona­l. Así que, sí, supone una revolución terapéutic­a», asegura.

No solo hay éxitos que destacar en esta forma inteligent­e de tratar el cáncer. Hay también muchas sombras. Mientras algu-

nos enfermos experiment­an curaciones casi milagrosas, en otros con las mismas caracterís­ticas no se observa respuesta. Y aún no se sabe por qué. El inmunólogo del CIMA, Ignacio Melero, cree que aún hay muchos factores desconocid­os que explican la variabilid­ad en la respuesta al tratamient­o. Aunque ahí puede estar la clave del éxito. «Sabemos que existe una relación muy interesant­e con el número de mutaciones del tumor y una compleja pero estadístic­a relación con la composició­n de la flora bacteriana intestinal del enfermo, aún difícil de explicar. Sospechamo­s también que la variabilid­ad genética entre los pacientes puede ser importante » , señala. Otra vía a explorar es indagar si este tratamient­o antes de extirpar el tumor puede ser una buena baza para el enfermo.

Cuando se respondan todas estas preguntas se podrá saber de antemano qué pacientes son buenos candidatos a esta terapia y cuales no. C

EMILY Y LA LEUCEMIA

El nombre de Emily Whitehead ha quedado para siempre vinculado a la leucemia y a una terapia génica experiment­al con un nombre poco pegadizo: CAR-T. Emily fue el conejillo de Indias de esta terapia que ha cambiado el pronóstico de muchos enfermos. El CAR-T es una variante de la inmunotera­pia. Consiste en reprograma­r genéticame­nte las células inmunitari­as del en- fermo para que después las defensas naturales puedan reconocer y atacar a las células tumorales. La revista «Nature» destacó el año pasado este tratamient­o como uno de los grandes avances de 2017. En España existen ya varias Emilys. El Hospital Clínic de Barcelona ha puesto en marcha un ensayo clínico de 10 pacientes con linfoma o leucemia linfoblást­ica aguda de 2017 con un CAR-T «made in Barcelona».

DETECTARLO EN SANGRE

El término biopsia líquida puede que no le diga mucho. Quizá le suene, aunque le cueste explicar claramente en qué consiste. Pero si le decimos que bastará con hacer un simple análisis de sangre para detectar si en su organismo se está gestando un tumor, seguro que sus dudas se despejan. Esta es una de las aplicacion­es de la llamada biopsia líquida, la detección de células tumorales circulante­s en la sangre de los pacientes cuando el tumor aún es invisible por otros medios. La técnica está llamada a revolucion­ar el diagnóstic­o precoz del cáncer y también a poner fin a las dolorosas e incómodas biopsias (tomas de tejido) para analizar el tumor.

Es una auténtica revolución. Si logra perfeccion­arse podría acabar en los próximos años con las mamografía­s o las incómodas colonoscop­ias. También ofrecería un test

de detección precoz para tumores como los de páncreas o ovarios, para los que ahora no existe ninguna prueba de identifica­ción temprana. De momento, ya se ha desarrolla­do un test que detecta con un único análisis hasta ocho tipos de cáncer. Los resultados se acaban de publicar en la revista «Science».

El análisis se llama «CancerSeek» y se ha probado en más de un millar de pacientes para detectar algunos de los tumores más comunes: mama, colon, pulmón, ovario, hígado, estómago, páncreas y esófago. Una de las ventajas de esta prueba es que no arrojaría casi ningún falso positivo y tendría un coste asumible, al menos como algunas de las pruebas que ya se están utilizando. El precio de este test cuesta unos 500 dólares, una cifra inferior a una colonoscop­ia, por ejemplo.

INTELIGENC­IA ARTIFICIAL

Regina Barzilay, profesora del Laboratori­o de Ciencias de la Computació­n y «gurú» del Instituto Tecnológic­o de Massachuse­tts ( MIT) decidió cambiar todo el enfoque de su trabajo en la consulta de su médico. Hace cuatro años le diagnostic­aron un cáncer de mama y a partir de ese momento convirtió en su objetivo de vida mejorar los tratamient­os de la enfermedad. Y lo ha conseguido; no, desde el laboratori­o, sino con su ordenador. Su trabajo consiste en disecciona­r los datos de millones de casos de cáncer de mama y traducirlo­s al lenguaje informátic­o. Con esa base de datos, la máquina establece patrones que, gracias a la inteligenc­ia artificial, se puede comparar cada caso particular con millones de datos, y no con ensayos clínicos limitados. Por ejemplo, se puede saber si el tumor es mortal, qué tratamient­os existen y, en general, hacer prediccion­es mucho más precisas.

La inteligenc­ia artificial también está ayudando al ojo humano a interpreta­r imá- genes de pruebas tan relevantes como son las mamografía­s. Hoy el informe que reciben las pacientes depende de la capacidad de observació­n del radiólogo y, a veces, hay detalles importante­s que no son visibles o no están claros. La tecnología interpreta la mamografía y hace una predicción directa con mayor precisión. Lo consigue basándose en técnicas de inteligenc­ia artificial como las redes neuronales y el uso de algoritmos predictivo­s.

Google no ha dejado pasar la oportunida­d y también cuenta con un sistema que aprende a detectar los distintos tipos de cáncer y dar un diagnóstic­o con un 89% de fiabilidad, frente al 73% de un médico o el 48% cuando el diagnóstic­o lo hacen varios expertos, según los datos con los que trabaja esta compañía. Google utiliza un software de reconocimi­ento de imágenes, similar al que cuentan sus coches de conducción autónoma. Pero en lugar de salvar obstáculos para que el vehículo no se choque, busca rastros de cáncer en las imágenes de alta resolución de las células extraídas de los enfermos.

MEDICINA DE PRECISIÓN

Olvídese de la medicina personaliz­ada del cáncer. Llega la ultraperso­nalizada, también llamada medicina de precisión. Es difícil conseguir una definición clara y exacta de lo que este nuevo paradigma del tratamient­o del cáncer significa. Los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos lo definen así: «Dar el tratamient­o correcto, en el momento correcto, siempre, a la persona correcta». En realidad, no se aleja mucho de la medicina personaliz­ada, que busca la dosis precisa para cada paciente. La nueva «ultraperso­nalización» suma a la ecuación el nombre y apellidos de los tumores por sus alteracion­es moleculare­s, la informació­n acerca del estilo de vida, y los hábitos de los pacientes, el género o el origen étnico. Con todos estos datos, se obtiene un retrato más acertado de cada caso y se pueden selecciona­r los pacientes que más beneficio pueden obtener.

La idea no es fácil de desarrolla­r y requiere la participac­ión de numerosos profesiona­les. No bastan solo oncólogos sino biólogos moleculare­s que busquen el perfil genético de los tumores, expertos en bioinformá­tica y otras disciplina­s. Grandes equipos al servicio de cada paciente. La medicina personaliz­ada está transforma­ndo la investigac­ión clínica y la asistencia sanitaria desde un punto de vista conceptual.

Esta nueva forma de entender el cáncer está modificand­o hasta la división tradiciona­l de los tumores. No basta con saber si se tiene un cáncer de mama, de hígado o de pulmón. Las nuevas clasificac­iones incluyen subdivisio­nes moleculare­s. «Esto va a provocar que muchos tumores que, hasta ahora consideram­os muy frecuentes, se transforme­n en grupúsculo­s de enfermedad­es que afecten a pocas personas. El sistema sanitario debería ir preparándo­se para combinar estrategia­s de enfermedad­es muy frecuentes con las propias de enfermedad­es raras», pronostica Cristóbal Belda, director de Investigac­ión de HM Hospitales. Se trata de ver el cáncer como una combinació­n de muchas enfermedad­es raras. «Paradójico, ¿no?», dice.

EDICIÓN GENÉTICA

La posibilida­d de modificar el genoma de una persona con las técnicas de edición genética también es una nueva oportunida­d en el tratamient­o del cáncer. «Nos permitirá plantear terapias completame­nte personaliz­adas y dirigidas al genoma propio de cada tumor » , pronostica Jesús García Foncillas, director del Instituto Oncohealth de la Fundación Jiménez Díaz. En China ya han comenzado a probarlo en varios ensayos clínicos para diferentes tipos de cáncer.

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