LA VERDADERA URGENCIA
Miren la imagen de arriba. El ministro de Bienestar y Salud holandés,Hugo de Jonge (el único piloto sin casco), espera con gesto contrariado el pistoletazo de salida junto a otros competidores que aspiran a ganar el campeonato holandés de movilidad con un scooter adaptado. El único requisito para participar en esta extraña carrera es haber cumplido los 75 años y amar el riesgo controlado. La foto muestra el presente de un continente europeo acomodado y envejecido en el que cada vez nacen menos niños y el único «boom» es el aumento de octogenarios.
España no escapa a este escenario. El país que hace gala de una de las esperanzas de vida más elevadas del mundo debería haber empezado hace años a prepararse para un presente en el que toca hacer frente al coste de una sociedad longeva.No hablamos solo de pensiones sino del precio de la enfermedad. No importa cumplir años mientras se mantenga la decre- pitud a raya y para conseguirlo no basta con tener una buena red de hospitales como la que difrutamos.
La prevención de las enfermedades debe ganar peso y la atención sanitaria está obligada a salir progresivamente de los centros sanitarios para acercarse allí donde el paciente esté, con la ayuda de la telemedicina y de buenos sistemas de atención domiciliaria. No es solo una fórmula que ahorra recursos al sistema, también es la llave para mejorar la calidad de vida de nuestros enfermos. Por eso, el manejo de los pacientes crónicos y los cuidados paliativos deberían estar en la primera página de la agenda del Gobierno. Pero la urgencia es otra. El Congreso se prepara para tramitar una ley de eutanasia que convierta el suicidio asistido en una prestación sanitaria más, sin costes. La ley responde a las necesidades de una población mínima, aunque no resuelve la de los que se esfuerzan en seguir viviendo con dignidad.