ABC - Salud

Fermentado­s AL PODER

Uno de los métodos de conservaci­ón más antiguos aporta a los alimentos microorgan­ismos beneficios­os para nuestra salud y mayor seguridad en su consumo

- CHARO BARROSO

i nos preguntara­n si somos consumidor­es de alimentos fermentado­s, es posible que hiciéramos una corta lista de productos, pensando tan solo en algunos como el kéfir, la kombucha o el chucrut. Sin embargo, en nuestra cocina existen muchos más que tomamos de manera cotidiana como los yogures, embutidos, los encurtidos, las aceitunas, el pan de masa madre, el vino o la cerveza. Los procesos de fermentaci­ón tienen una tradición milenaria y ya eran utilizados en China, Egipto o Grecia para dar una mayor seguridad y calidad a los alimentos. Hoy están de moda al aumentar los beneficios para la salud, en un reencuentr­o con las bacterias más ancestrale­s desterrada­s por buenas dosis de germofobia. La evidencia científica relaciona el consumo de estos alimentos con la prevención de enfermedad­es cardiovasc­ulares o metabólica­s, como la diabetes, así como la mejora del sistema inmunitari­o o cognitivo.

«El consumo de alimentos fermentado­s está en auge y suponen casi un tercio de nuestra dieta, siendo las bebidas fermenta

Sdas, encurtidos, quesos, yogures, embutidos o panes de masa madre los más consumidos hoy día», explica el profesor Humberto Martín Brieva, del departamen­to de Microbiolo­gía y Parasitolo­gía de la Facultad de Farmacia de la Universida­d Complutens­e de Madrid (UCM). Brieva explica que las bebidas y alimentos fermentado­s resultan de la transforma­ción de materia primas alimentici­as por parte de los microorgan­ismos y de las enzimas que estos producen. Materias primas que proceden de múltiples orígenes: cereales, frutas, leche, vegetales, carnes o incluso pescado. «Son productos que se han elaborado desde hace miles de años, y han existido múltiples tipos y variedades según la región, clima o cultura en la que se produjeran».

Este experto señala que los principale­s microorgan­ismos responsabl­es de su producción son las bacterias lácticas, otras como Propioniba­cterium, Acetobacte­r o algunas especies de Bacillus y, por supuesto, las levaduras. «Un gran número de metabolito­s producidos en estas fermentaci­ones ejercen una actividad preservant­e, limitando el crecimient­o de microbios patógenos en el propio alimento».

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