Un techo y un futuro a quienes no tienen dónde ir
La asociación Afar lleva 30 años acogiendo a quienes no tienen dónde ir. No se trata sólo de darles un techo o un plato de comida, aquí les ofrecen un entorno familiar, un lugar en el que cuentan con ayuda para rehacer su vida y cuando les abren las puertas de su centro de acogida les abren también una ventana hacia el futuro.
La gran obra, en instalaciones y en labor, que ha creado Afar en Alcalá es el resultado del esfuerzo y del empuje del sacerdote Manuel Ángel Cano. Fundador y motor de un proyecto que apunta directamente al rescate de personas para las que la sociedad no tiene encaje. Han cumplido 30 años y el espíritu sigue intacto, crecido por el crecimiento de un equipo humano que afronta el día a día no como un trabajo, sino como una vocación.
Manuel Ángel fue capellán de la cárcel de Sevilla y allí vio que había un terrible problema más allá de los barrotes. Eran las necesidades de las familias de los presos y también la situación en la que muchos de ellos quedaban al dejar la prisión. Fundó Afar para dar respuesta a ambas cuestiones de las que nadie se ocupaba. Creó así en las afueras de Alcalá un centro de acogida que luego fue ampliando el perfil de las personas que llegaban.
En este tiempo han tenido que adaptarse a nuevas circunstancias y lidiar con ellas. Si al principio la droga y el alcohol estaban en el origen de muchos casos, luego comenzaron a llegar personas con depresiones, con adicción a las pastillas y abundantes casos de problemas mentales. A veces, varios factores juntos. Como cuenta Manuel Ángel, «aquí han venido siempre los más abandonados». Así sigue siendo, pero a ellos se ha sumado también un nuevo perfil, personas que proceden de familias estructuras y con buena situación económica y que se han perdido en las adicciones.
También llegan hasta su centro casos de emergencia, de personas que se han quedado sin hogar por un accidente o por un desahucio. Aquí encuentran un refugio a partir del que pueden rehacer su vida. Otro perfil es el de personas que sufren una adicción y reciben el alta hospitalaria pero no tienen dónde ir y además necesitan seguir curándose de su problema.
En Afar ayudan a sobreponerse a la adversidad y ellos mismos tienen experiencia en hacerlo. En el año 2000 ardieron todas sus instalaciones. Todo se quemó, sólo se salvó la carpintería. La estampa de las personas durmiendo en colchones entre la maquinaria era desoladora. Pero como cuenta Manuel Ángel, aquel fuego les dio nueva fuerza y avivó la solidaridad en Alcalá. El resultado es un hogar completo para 34 personas además de cuatro plazas que permanecen reservadas para casos de emergencia que pueden llegar en cualquier momento, a cualquier hora.
Afar no es sólo un techo, es un lugar de aprendizaje y un espacio en el que se trabaja y se crean cosas. Elaboran palés y cuidados trabajos de carpintería, que permiten aprender un oficio a las personas acogidas. Acuden monitores que les ofrecen talleres específicos sobre diversas disciplinas, en particular tienen mucho éxito las que tienen que ver con la cocina. Y lo último es que han creado un huerto de permacultura que está en producción todo el año y en el que les encanta trabajar. La asociación tiene además dos centros en Alcalá donde enseña informática.
Exclusión social Fundador de un proyecto que apunta al rescate de personas para las que la sociedad no tiene encaje