El error de Sánchez
∑Ayudan a rescatar, atender y acoger a inmigrantes en la costa. Llevan años haciéndolo, algunos décadas. Son los testigos de la lucha por la supervivencia
Cuando la propaganda se diluye aparece la realidad, pura y dura. Si la política se convierte en espectáculo resulta que nada vale más allá del siguiente telediario. Una semana después, el pasaje del Aquarius tiene su futuro en manos de Cáritas. Como no podía ser de otra manera, cuando se apaga el foco surge la mano desnuda de la ONG de la Iglesia católica, ofreciendo ropa seca y pan a quienes se echaron al agua para dignificar un destino miserable.
No estaría mal que el actual presidente del Gobierno felicite la próxima Navidad a los creyentes que sostienen a Cáritas de la misma forma que se acuerda de los musulmanes en sus celebraciones más sagradas. Aunque solo sea por aquello de que todos los ciudadanos son iguales sin distinción de religión, también. Sánchez acertó al acoger a los refugiados del Aquarius. No hay duda, pero a partir de ahí viene lo difícil. ¿Cómo se evita que se echen al agua jugándose la vida a una carta? Lo de sacarles del mar no se discute ni con el fascista italiano que ha cerrado los puertos con la llave populista del supremacismo. Antes de llegar Sánchez al Gobierno, ya había rescates que los bronceados veraneantes europeos contemplaban desde sus tumbonas en nuestras turísticas playas.
Con Macron y la Unión Europea hay que poner los pies en África y mirar de frente a una tragedia que es una bomba. El presidente del Gobierno tendría que haber ido a Rabat siguiendo la tradición del recién llegado a La Moncloa. Y este es el grave error. Marruecos coopera si se le hace mucho caso a su inevitable papel. Con más de seiscientos inmigrantes rescatados en la jornada de ayer, la avalancha de embarcaciones hacia Canarias y Andalucía no es casual tras el cambio de Gobierno y el loable rescate de los seiscientos del Aquarius. Por eso, una vez que ha entrado en La Moncloa por censura, el presidente y su asesor de marketing deberían soltar el Twitter y el álbum de fotos para hacer política de altura aguas abajo. Por muchas razones.
NI siquiera se puede hablar de un número de concreto de andaluces. Pero son muchos los que miran cada día de frente al drama de la inmigración en la cara de los inmigrantes que se juegan la vida para cruzar el Estrecho. A pocos les sorprendió la pasada semana la llegada a puerto del buque «Aquarius», si acaso la única sorpresa fue ver la movilización de la Administración y el protocolo exclusivo, cuando no el espectáculo visual que se generó por ese rescate. En ese fin de semana llegaron a la costa andaluza casi dos mil inmigrantes en pateras.
Guardias civiles, policías, personal de Salvamento Marítimo, miembros de Cruz Roja, concejales, médicos, trabajadores sociales, pilotos, abogados, traductores, voluntarios de organizaciones no gubernamentales, personal de centros de acogida... La lista es interminable. Por motivos profesionales, por vocación o de forma altruista muchos andaluces llevan décadas siendo protagonistas en la vida de miles de personas que huyeron de la miseria desde la costa africana. A veces, y sobre todo en los últimos años, cuando el problema se manifiesta en oleadas , la noticia suele ser la cifra de rescate en las «avalanchas», si acaso el recuento de los desaparecidos que posiblemente nunca devuelva el mar.
Rescate en el mar
Ayer fueron rescatadas frente a la costa andaluza 640 personas que viajaban a bordo de 24 pateras. Son seres humanos con su historia, un pasado difícil y un futuro incierto. Los testimonios recabados por ABC de gente que trabaja a pie de costa conforman el relato de este fenómeno que se resume en un objetivo: la lucha por la supervivencia.
A la deriva durante horas, en una barcaza de madera que les lleva hacia un sueño irreal... La esperanza tiene el sonido de las aspas de un helicóptero. «Cuando nos ven llegar aplauden y levantan las manos», explica el capitán jefe de servicio aéreo de Málaga. Como otros compañeros, ha vivido en persona ese momento crítico en el que la patera localizada vuelca y sus ocupantes luchan por alcanzar la patrullera, o los flotadores que les lanzan. No saben nadar. Desde el aire se ha identificando el tipo de embarcación, cuántos son o si van embarazadas o menores. Quizá los datos ya se conocen por una llamada anterior desde Marruecos a Emergencias 112 pero las coordenadas pueden fallar. Se busca por sectores desde el helicóptero, a la espera de Salvamento Marítimo y los barcos de altura de la Guardia Civil. Al llegar al lugar se evalúa la situación dependiendo del estado del mar. «Lo más importante es que mantengan la calma para no volcar». señala el capitán del Servicio Marítimo.
Una vez realizado el rescate, que se coordina con los medios de Emergencias de la Junta de Andalucía, las ONG de ayuda, la Policía Nacional, Salvamento Marítimo o la Armada, dependiendo de las necesidades, se les lleva a puerto. «Si se identifica al patrón se le detiene como miembro de la mafia», explica el teniente coronel jefe de operaciones de la Comandancia de Málaga.
Ya en puerto, el calor de una manta entregada por voluntarios deja atrás el frío del mar y el miedo, que se torna en ansiedad. Comenzará el protocolo en tierra. Examen médico y en su caso derivación al hospital. Todo está relativamente organizado. Son muchos años de experiencia. Si llegan por cientos, como estas semanas, los ayuntamientos habilitarán polideportivos. Las mu-
jeres y niños a un lado. Los más jóvenes, aunque adultos, dicen ser niños para quedar bajo la tutela de la Junta en centros de acogida de menores. El resto esperarán su traslado a los hacinados centros de Internamiento de Extranjeros (CIE). En 72 horas se decidirá su futuro inmediato. La mayoría buscará cómo llegar cuanto antes a Francia o Alemania cumpliendo el periplo por un cuestionado sistema de control de la inmigración.