Pozoblanco, el otro asunto pendiente de los sevillanos
El municipio fue el hogar de uno de ellos y el de la otra víctima que espera juicio
En el residencial San Gregorio, un bloque a las afueras de Pozoblanco, dos vecinas se apresuran a decir que si buscamos al guardia civil de La Manada, sí vivía aquí, pero cuando pasó «eso», dejó el piso y ya lleva tiempo alquilado. «Él no va a volver, no lo queremos ni aquí ni en ningún lado», sentencian. En el bar situado frente al cuartel de la Guardia Civil donde habitualmente los agentes desayunan, el hermetismo es total. «Por aquí vienen los agentes, son muy respetados y muy queridos en Pozoblanco», dando así por zanjada la cuestión.
La rutina diaria de Antonio Manuel, al que sus amigos de La Manada le llamaban «Anto», era ir al cuartel y luego quedar con algunos compañeros, después de ir al gimnasio situado a escasos metros del puesto de la Guardia Civil. Allí tampoco hablan con la prensa, mueven la cabeza cerrados en banda sobre este antiguo cliente.
Varios vecinos han propuesto que el Ayuntamiento pozalbense, igual que ha hecho Madrid, declaren a los miembros de La Manada «personas non gratas» porque, además aquí, hay otra víctima. Mientras tanto, otros aseguran que ni las mujeres de otros guardias civiles que han conocido a Antonio Manuel pueden explicarse que hiciera eso, sólo si tuviera una doble personalidad. Tampoco «Isi» el peluquero de este agente de la guardia civil puede entenderlo. «Lo invité hasta mi boda pero no vino porque se fue a Sanfermines. Vivía aquí con su novia, que era muy guapa; yo le dije cuidadito por ahí... pero nunca imaginaba conociéndole que podría meterse en eso». Al mostrarse más reflexivo aún sobre el comportamiento de este miembro de La Manada, sólo puede justificarlo a las malas compañías en un momento dado.