«La Sanjurjada tuvo detalles chuscos, pero fue el prólogo del 36»
ENTREVISTA Luis María Cazorla Escritor y doctor en Derecho
Este académico de Jurisprudencia aborda en su última novela la figura del general Sanjurjo y el fallido golpe de Estado que lideró desde Sevilla
La trayectoria novelística de Luis María Cazorla, doctor en Derecho y miembro de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, tiene en la historia de España del inicio del siglo XX y el Norte de Marruecos su territorio. Una geografía literaria y sentimental, ya que nació en Larache, que se ha filtrado en varias novelas sobre el protectorado, a las que se suma «La rebelión del general Sanjurjo» (Almuzara), en la que aborda la figura de un militar que se distinguió en el desembarco de Alhucemas, que apoyó y se desencantó con la II República, protagonizando intentos de golpes de Estado, como la «Sanjurjada», que lideró en agosto de 1932 desde Sevilla, y participando activamente en el de 1936, en el que estaba previsto que asumiera la jefatura de la sublevación, que frustró un extraño accidente de aviación. —Vuelve sobre el protectorado español en Marruecos, aunque esta vez a través del general Sanjurjo. —Hizo toda su carrera militar allí, mandó la tropa en el desembarco de Alhucemas y fue quien proclamó el fin de la guerra con Marruecos cuando pacificó la parte del Rif. Fue un personaje marcado por su carrera militar allí. —Durante la II República tendría un perfil más político y conspirativo. —Sanjurjo fue un militar, una persona que intelectualmente no tenía grandes alcances. Llega a desempeñar un papel político cuando Manuel Azaña lo cesa como director de la Guardia Civil y se acercan a él las fuerzas reaccionarias en contra de la República. Fundamentalmente, era un caudillo militar. —¿Su figura ejemplifica el desencanto de ciertos sectores conservadores con la II República? —Tenía una textura mental conservadora. Estuvo contra Alfonso XIII porque nunca le perdonó que tratara mal a Miguel Primo de Rivera, su gran amigo y jefe, y eso le llevó a ser prorrepublicano, aunque pronto se desencanta por hechos como la reforma militar, las leyes eclesiásticas y el Estatuto de Cataluña. Lo que tenía en la cabeza era una república conservadora. —Entonces, lidera desde Sevilla la Sanjurjada, que tuvo algunos detalles realmente chuscos. —Tiene detalles muy chuscos, como que las autoridades republicanas se enteraran el momento exacto del golpe por la delación de la amante de uno de los conspiradores. Un detalle que me sirve en mi novela para convertirla en un personaje y poder describir el ambiente cultural y social de los primeros meses de la II República. —La novela muestra la Sevilla de aquellos años. En ello, contó con la ayuda del desaparecido Manuel Olivencia, a quien le dedica la novela. —Es la ciudad en la que se refugia Sanjurjo y en la que entra con la clase conservadora y monárquica, como la familia del marqués de Esquivel y su chalet en la Avenida de la Palmera, Casa Blanca. Pasé bastantes días recorriendo los lugares que quedan de aquello y un sevillano, aunque no nacido en Sevilla, como Manuel Olivencia me ayudó muchísimo. Teníamos una gran amistad y en esta novela fue muy importante su ayuda y orientación. —Usted mantiene que la Sanjurjada fue el prólogo de la Guerra Civil. —Fue el preámbulo de la Guerra Civil en 1936 y del que los militares aprendieron. Primero, hay una curiosa coincidencia en los personajes, porque Manuel Azaña era primer ministro y ministro de la Guerra en 1932, mientras que Santiago Casares Quiroga lo era de Gobernación. Lo vieron venir y se lo tomaron a broma por la información que tenían. En 1936, Azaña era presidente de la República y Casares Quiroga primer ministro y no se tomaron el golpe tan en serio como debían tomárselo. Además, los militares aprendieron que el golpe debía ser cosa exclusivamente de ellos y no de políticos. Y aunque en el 36 se esperaba el golpe, no tenían los detalles de los que disponían en 1932. El general Mola tuvo mucha más discreción.