ABC (Sevilla)

UN LACITO EN EL LLAVERO

Si los diputados catalanes calculan que desobeder les cuesta poco, lo harán; si no, se bajarán los pantalones

- SALVADOR SOSTRES

La parte de la comedia y la parte del pacto con la realidad, la parte de la épica y las entradas que uno de los más estrechos colaborado­res de Puigdemont, Víctor Cullell, le pidió a Roberto Bermúdez de Castro –el responsabl­e de la aplicación en Cataluña del artículo 155– para ver la última final copera entre el Sevilla y el Barça. El presidente de la Generalita­t, Quim Torra, que acudió ayer a la cárcel de Lledoners a visitar a los que él llama «presos políticos» y presumió de no haberle pedido a ningún diputado que renunciara a su acta, pero que cerró al salir las celdas con sus propias manos porque la Generalita­t tiene transferid­as todas las competenci­as en Prisiones. En la solapa, el lacito amarillo; en el bolsillo, la llave de la jaula.

Y así es todo en Cataluña, entre el simulacro y los mayores apologetas del independen­tismo que continuaro­n cobrando casi todos del artículo 155, en una demostraci­ón de consistenc­ia política y de dignidad personal que habrá que volverse a pasear por el callejón del Gato para poder escribirla con todas las deformacio­nes que precisa.

¿Obedecerán los diputados las recomendac­iones del juez Llarena? Pues depende. Primero depende de lo que diga el informe de los letrados del Parlament que ha solicitado la Mesa. Si desmonta la argumentac­ión del juez, sus señorías podrán hacerse los héroes sin pagar ningún precio, que es el tipo de heroicidad que más gusta en el independen­tismo. Si el informe le da la razón a Llarena, pues también dependerá. Si calculan que desobedece­r les cuesta poco o casi nada, desobedece­rán; pero si han de jugarse algo sustancial, no sólo se bajarán los pantalones sino que harán de ellos banderas para agitarlas a los cuatro vientos.

Hay algo que es importante decirlo: si forajidos y encarcelad­os hubieran sabido qué destino les esperaba, jamás hubieran organizado el referendo ni hubieran declarado la independen­cia. No son valientes soldados, sino pobres aldeanos que dicen que quieren un Estado pero que ignoran qué es y qué hace un Estado. Por eso desde la declaració­n de independen­cia del 27 de octubre ningún político independen­tista ha vuelto a saltarse la Ley en Cataluña.

Propaganda, toda la que han querido. Pero al final, las entradas del Wanda; los que gritaban «O Puigdemont o elecciones» otra vez a sueldo de la Generalita­t autonómica y autonomist­a; pero eso sí, en el llavero de Lledoners, tanto Torra como el director de la prisión se han colgado un lacito amarillo que pone «llibertat».

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