ABC (Sevilla)

La rivalidad renace en Wimbledon

Nadal y Djokovic protagoniz­an un nuevo capítulo del clásico moderno del tenis con la final en juego. Francis Roig, entrenador del balear, analiza el pulso y alerta del resurgir del serbio

- LAURA MARTA ENVIADA ESPECIAL A LONDRES

« Bien. Perfecta. Buena». Palabras que sobresalen del entrenamie­nto de Rafa Nadal. Su entrenador en Wimbledon, Francis Roig, envía bolas al revés del balear que devuelve hasta que la sitúa, con fuerza y dirección, en el lugar que quiere. Después, un zarpazo que choca con la lona y semeja un trueno. Un remate atronador. Un aviso. El número 1 se ha cargado de energía para afrontar la semifinal de hoy contra Novak Djokovic, el capítulo 52 de la rivalidad con más partidos de la historia del tenis que se celebrará después del Isner-Anderson.

Hay sonrisas, asentimien­tos, alguna broma y confianza en un Nadal más convencido que nunca de que, esta vez sí, puede llegar su tercer título en Wimbledon. Aunque al otro lado de la red esté el serbio, que tantos problemas le ha creado y que mantiene el cara a cara favorable (26-25). Nunca dos jugadores han protagoniz­ado tantos encuentros, tantas tardes de gloria (24 finales), tantas batallas hasta la extenuació­n –jugaron la final de un Grand Slam más larga de la historia, el Abierto de Australia 2012, de cinco horas y 53 minutos–. En Wimbledon, sin embargo, hay empate técnico, pues el serbio le ganó en la final de 2011 y el español, en la semifinal de 2007 por retirada del rival. Solo son datos. Cada vez que se enfrentan es una página distinta de su obra conjunta, cada vez más voluminosa. Más en esta edición del torneo londinense en el que uno todavía va en ascenso hacia quien quiere ser y el otro observa desde lo más alto con la moral más alta aún.

Ambos están centrados en el hoy, pero no pueden evitar arrastrar hasta aquí las lecciones de estos últimos meses. Djokovic disfruta otra vez del tenis, de estar de nuevo en la semifinal de un Grand Slam desde el US Open 2016 –perdió la final contra Stan Wawrinka– y en Wimbledon, desde que lo ganara en 2015. Mucho tiempo para un competidor que se entrenaba ayer con cierta calma pero con seguridad con un sparring zurdo. Para seguir tomando notas de sí mismo. A su lado, Marian Vajda, quien lo acompañara hacia esa versión indestruct­ible entre 2011 y 2015, y quien ha vuelto a dirigir su camino con paso seguro. Una vuelta a los orígenes, al tenista que era y vuelve a ser estos días, todo pasión, algún enfado y un rugido final. Como antaño, pero con las cicatrices y dudas de su paso por el infierno de la lesión en el codo.

Es en ese calvario del serbio donde el equipo de Nadal cree que estará la clave. Quieren que su pupilo, que pasó por la misma situación complicada, se adentre en esos resquicios que Djokovic todavía no ha acabado de cerrar. «Se ha ido reencontra­ndo. La diferencia esencial está en la dinámica de los puntos. Controlar el ritmo, leer la bola, eso es lo que más se pierde cuando no juegas partidos de máximo nivel. Antes a Djokovic no se le podía desequilib­rar nunca. En momentos de presión jugaba increíble, con una fe brutal. Ahora tiene un gran nivel, pero sin esa seguridad de saber que cualquier bola que juegues va dentro. Hay que intentar jugar con eso», analizaba Roig para ABC.

«Un poco más favorito»

Por eso ve a Nadal «un poco más favorito». «Rafa está increíble, muy lúcido. Levanta 0-30, recupera ‘breaks’. Desde el principio ha demostrado muy buen nivel. Y tiene que sacar partido de la mochila que lleva de haber ganado partidos. A estos jugadorazo­s, el hecho de ganar un Grand Slam les da mucha confianza, y les dura mucho, porque se sienten obligados a ganar cada año y si no es un fracaso. Con el título de Roland Garros, Rafa llega con más tranquilid­ad, con más margen y más confianza. La mochila de Djokovic está un poco más vacía». La del número 1 pesa con 35 victorias en 2018 y

solo dos derrotas, y cuatro títulos: Montecarlo, Barcelona, Madrid y París.

Y como guinda, este Nadal ganó el miércoles un partido ante Del Potro que le aportó la confirmaci­ón de que está preparado para todo. «El desgaste fue alto, pero hay que sacar la parte positiva: jugó durante mucho tiempo en situacione­s de presión, de velocidade­s difíciles de leer en hierba y esto te ayuda para jugar con Djokovic. Ya desde tierra está jugando distinto. Antes ganaba más por movilidad y por la repetición. Ahora mueve mucho al rival, las pelotas le quedan más lejos, le hace correr más y eso es algo que ha trasladado a la hierba».

No obstante las bromas en el entrenamie­nto, nadie del equipo de Nadal olvida lo que el serbio fue, es y seguirá siendo. El que le ganó siete finales consecutiv­as, desde el US Open 2011 hasta el Abierto de Australia 2012, y otras cuatro seguidas entre Pekín 2013 y Roma 2014. Una losa que tardó mucho en quitarse. «Rafael sabe que no podrá especular. Djokovic te aprieta y te obliga mucho desde el resto. No pega fuerte pero tira muy largo y le corre mucho la bola».

Son 51 enfrentami­entos, 24 en finales. Son 26 victorias para Djokovic (14 títulos), 25 para Nadal (10 títulos). Pero hoy, en la Central, capítulo 52 de su larguísima historia amanece en blanco.

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16.30 h. Movistar Deportes 2

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