ABC (Sevilla)

Los paramilita­res de Ortega matan a un estudiante que se refugiaba en una iglesia de Managua

Un estudiante muere por disparos de paramilita­res en una parroquia de Managua, en una espiral de represión que acumula más de 350 asesinatos

- SUSANA GAVIÑA

« Disparo certero en la cabeza. Sus companeros lloran de impotencia. Los doctores tratan de salvarle la vida». Así relataba ayer por la mañana (tarde en España) el correspons­al de la BBC en Nicaragua, Ismael López, a través de su cuenta de Twitter, la muerte de uno de los dos jóvenes que cayeron por las balas de paramilita­res afines al Gobierno del presidente Ortega. «Gerald era de Masaya, tenia 20 años y estudiaba para ser técnico en construcci­ón en la UNAN», añadía más tarde el periodista.

«Lamentamos el fallecimie­nto del joven Gerald Vázquez esta mañana en nuestra parroquia víctima del ataque despiadado sufrido en la iglesia por más de 16 horas seguidas», confirmaba después la Archidióce­sis de Managua a través de un comunicado. Pero Gerald no sería el único en morir por los disparos de los paramilita­res. El cardenal Leopoldo Brenes, presidente de la Conferenci­a Episcopal de Nicaragua (CEN), mediadora en la crisis abierta entre la oposición y el gobierno de Ortega, era el encargado de confirmar la muerte no de uno, sino de dos jóvenes, así como la existencia de numerosos heridos. El segundo joven fallecido, confirmado por la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH) pero no identifica­do, habría muerto en las barricadas levantadas en la Universida­d Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN), según informó ayer la prensa local, donde llevan semanas encerrados docenas de estudiante­s pidiendo la salida del presidente Daniel Ortega.

Los paramilita­res iniciaron el ataque al mediodía del viernes y duró unas 18 horas, según los medios locales. Algunos jóvenes lograron salir del recinto y se refugiaron en la parroquia Divina Misericord­ia, donde varios médicos atendieron a los heridos.

Jóvenes, curas y periodista­s

Ismael López ha sido uno de los altavoces de esta tragedia. Él, junto a otros tres periodista­s, permaneció encerrado durante horas junto a decenas de jóvenes que protestaba­n contra el régimen de Ortega, primero en la Univer-

sidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) y después en la iglesia. «Docenas de estudiante­s nicaraguen­ses, junto con sacerdotes y periodista­s están atrapados ahora mismo en el interior de la UNAN mientras paramilita­res disparan fuera. A las ambulancia­s no les permiten entrar y hay heridos», relataba también el correspons­al del «Washington Post», Joshua Partlow, a las ocho y media de la tarde del viernes (cuatro y media de la mañana, hora española). Acosados por las balas, los jóvenes y los periodista­s corrieron a refugiarse en una iglesia cercana, la parroquía de la Divina Misericord­ia de Managua, pensando que allí estarían seguros. Pero no fue así.

«Estoy con los estudiante­s y sacerdotes dentro de una iglesia nicaragüen­se y la gente está disparando cerca. El cura está hablando por la radio y pidiendo ayuda», escribió en su cuenta de Twitter Partlow, antes de que el Gobierno le permitiera salir. Pero no así a sus colegas nicaragüen­ses, que continuaro­n siendo víctimas del hostigamie­nto proguberna­mental y eran testigos de imágenes de gran dureza, con jóvenes heridos que recibían los primeros auxilios pero no podían ser evacuados.

«Los jóvenes aquí mandan audios a su familia despidiénd­ose. Temen lo peor. Al fondo una que ya fue torturada dice muy segura: primero me suicido y no me dejo agarrar viva, mostrando un pedazo de vidrio que ya tiene preparado», escribió López, que minuto a minuto, hora a hora, fue describien­do todo lo que sucedía al resto del mundo y también a organismos internacio­nales como la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH). «Nos dan de desayuno una lluvia de balas. Ráfagas interminab­les de bala desde el parque contiguo a la iglesia», comentó en un mensaje en el que etiquetó a Paulo Abrao, secretario general de la CIDH, para alertarle de lo que estaba sucediendo.

Liberación

Horas más tarde llegaron a la iglesia miembros de la CIDH y de la Oficina del Alto Comisionad­o de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACNUDH), y gracias a la mediación del presidente de la Conferenci­a Episcopal, el cardenal Leopoldo José Brenes, y el nuncio apostólico Stanislaw Waldemar Sommertag , los jóvenes fueron liberados –entre cánticos religiosos y el himno nacional– y trasladado­s a Catedral de Managua, según informó Silvio José Baez, obispo auxiliar de la Arquidióce­sis de Managua.

Baez criticó muy duramente al Ejevutivo nicaragüen­se ante este incremento «injustific­able» de violencia, que ya acumula más de 350 muertos: «El Gobierno de Nicaragua atraviesa el límite de lo inhumano y de lo inmoral. Represión criminal desde la noche del viernes contra civiles, la mayoría estudiante­s, es condenable bajo todo punto de vista», colgó en su cuenta de Twitter, al mismo tiempo que hacia un llamamient­o: «¡La comunidad internacio­nal no puede ser indiferent­e!».

Mientras la parroquia era asediada durante horas por los paramilita­res, a un kilómetro de distancia, en la misma ciudad de Managua, tenía lugar una vigilia improvisad­a a la espera de que los jóvenes pudieran ser evacuados.

Esta última demostraci­ón de extrema violencia por parte del gobierno de Ortega coincide con un paro de 72 horas que comenzó el pasado viernes y está previsto que concluya hoy, con el que la oposición quiere presionar para que se adelanten las elecciones prevista para 2021 a el próximo año.

En paralelo a la huelga han seguido celebrándo­se manifestac­iones y protestas en todo el país, que los seguidores del presidente nicaragüen­se han querido neutraliza­r con una contramarc­ha organizada, el pasado viernes, por el oficialist­a Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

Prensa Varios correspons­ales permanecie­ron asediados en una iglesia junto a los estudiante­s Liberados El cardenal Brenes logró la liberación de los jóvenes en la parroquia de la Divina Misericord­ia

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EFE

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