JUEGO LIMPIO Y DEBATE PÚBLICO EN EL PP
Sáenz de Santamaría y Casado deben demostrar que, en efecto, el PP es su prioridad y esto se acredita fijando límites muy claros a la confrontación
LA difusión de un vídeo anónimo contra la candidatura de Soraya Sáenz de Santamaría ha enturbiado el tramo final de la campaña para elegir al nuevo presidente del Partido Popular. A pesar de que Pablo Casado ha condenado el contenido del vídeo en los términos más enérgicos, la ex vicepresidenta ha dado por hecho que el montaje procede del entorno de su adversario y por esto ha pedido al Comité Organizador del Congreso que exija a su equipo explicaciones por la grabación. Estas incidencias demuestran que el Partido Popular no era un remanso de paz y que la sucesión de Rajoy ha destapado los sentimientos encontrados que se habían acumulado en su seno desde la victoria electoral de 2011. Desde ese año, los gobiernos sucesivos de Rajoy habían aparcado propuestas identitarias del PP en aras de un pragmatismo económico sólo parcialmente justificado. El vacío político de esos mandatos pasa ahora factura a militantes y compromisarios, enfrentados, sin esperarlo, a una refundación no oficial de su partido a través de la elección entre candidatos que representan visiones muy diferentes –cada día más diferentes– de lo que
debe ser el PP. Sáenz de Santamaría es consciente de que en el debate sucesorio ella quiere representar solvencia, experiencia, formación y capacidad, y así lo muestra en la entrevista que hoy publica ABC. Insiste en una lista unitaria, al mismo tiempo que trata con desdén a Pablo Casado, a quien recomienda no enfrentarse a ella en el debate que este candidato reclama desde el primer día de campaña. Mañana se reúne de nuevo el Comité Organizador del Congreso y será otra oportunidad para revisar la decisión de no aceptar el debate que pide Casado. No es cierto que ese debate perjudique el PP, como tampoco lo es que las valoraciones críticas de Casado sobre la política de los gobiernos del PP sean un ataque al partido. Estos enfoques oficialistas distorsionan el carácter democrático y polemista de todo proceso de primarias y deslizan la peligrosa dicotomía entre candidatos leales y desleales. Cuando se trata de liderar un partido que está en la oposición y que quiere recuperar el protagonismo de la vida política, es imprescindible hacer autocrítica y dejar de aplaudir errores.
En esta semana previa al Congreso, los candidatos y sus equipos deberían garantizarse recíprocamente juego limpio, porque la falta de limpieza en el debate es lo que las bases del Partido Popular no entenderían. Sáenz de Santamaría y Casado deben demostrar que, en efecto, el PP es su prioridad y esto se acredita fijando límites muy claros a la confrontación.