«Hay que regenerar la vida política y también la vida social»
—Usted ha sido profesor de Literatura, ¿esperaba la novela política que ha ocurrido? ¿Se podía prever lo ocurrido en los últimos meses? —No la esperaba y tengo una dosis de preocupación grande. Este país está reiterando pautas de comportamiento aplicadas anteriormente que dieron muy malos resultados. Me duele, por ejemplo, el cainismo. El cainismo era una referencia del 98: «Por donde cruza errante la sombra de Caín», de Antonio Machado. Después de aquella transición modélica, con todos los defectos que se quieran, no esperaba que se volvieran a remover las viejas cenizas. Tampoco que el viejo cantonalismo volviera a supurar antiguas heridas. Me cuesta pensar que cuando el mundo camina hacia las unidades supranacionales, hayan rebrotado los particularismos regionales. La transición fue trazada sobre dos puntales: el bipartidismo, un centro derecha y un centro izquierda. Ésa es la fórmula que mejor resultado ha dado. En un país tan cainita, la inestabilidad será mayor con la fragmentación parlamentaria. Si los dos partidos moderados no han sido capaces de establecer pactos de Estado, imagínese ahora. —¿Asistimos a una España desencuadernada, por definirla en clave escolar? —Esto es lo que me preocupa y me llena de incertidumbre. Puedo entender que la corrupción tuvo un impacto muy fuerte, aunque en cuanto a corrupción no hay mucha diferencia entre partidos. Podría entender que para descabalgar a un partido, el otro partido pueda aliarse transitoriamente. Pero eso exigiría de inmediato una convocatoria de elecciones. Porque es legítimo lo que se ha hecho, pero políticamente es irresponsable. —Antes citó el 98. ¿Necesita España otra regeneración? —Hay que regenerar la vida política y la social. Hay que defender una moral social. Por ejemplo, ¿cuáles son los modelos sociales de la televisión? Son los antivalores. No estoy diciendo que haya que tener una televisión grave y aburrida, pero hay que hacer desde la escuela y los medios de comunicación una labor pedagógica, que no significa una manipulación. Los regeracionistas decían que los problemas de España eran la escuela y la despensa. Qué diría don Francisco Giner de los Ríos si levantara la cabeza. Vería que su reivindicación de que todos los españoles estén escolarizados ya se ha conseguido, pero... ¿están educados?