«Nicaragua está sometida a un gobierno criminal»
ABC
Nicaragua vive una de las páginas más «tristes de su historia». «La chispa» que hizo estallar las peores protestas contra el Gobierno de Ortega en sus quince años de mandato fue una reforma de la seguridad social que contemplaba «medidas totalmente impopulares» –aumentaba la contribución de empresarios y trabajadores y por primera vez ponía a cotizar a los jubilados–, cuenta en una entrevista con Ep Jorge Huete, vicerrector de la Universidad Centroamericana (UCA), actor clave en la movilización estudiantil.
Huete explica que en realidad el país era «una olla a presión». La reforma de la seguridad social sirvió para expresar «el descontento de la población por el régimen establecido por Ortega en 2007». «En estos once años ha destruido el sistema democrático. Aunque formalmente existe, en la práctica todos los poderes están sometidos al presidente. No hay manera de que pueda haber alternancia en el poder», denuncia.
Ortega ha respondido a las manifestaciones con una represión que, según han señalado la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, se ha traducido en graves abusos. Más de 350 personas han muerto y cientos han sido detenidas y retenidas de forma arbitraria.
«El Gobierno está masacrando a la población» y para eso se ha servido de la Policía y de «un ejército irregular que anda patrullando las ciudades de Nicaragua para sembrar terror», describe Huete. «Las calles están vacías (...), sobre todo a partir de las 18.00, cuando oscurece», porque «hay gente disparando por todas partes y nadie está a salvo». Solo unos pocos «valientes» se atreven a mantener el pulso a Ortega con barricadas. «Nicaragua está sometida por un Gobierno criminal (...) que ha perdido la legitimidad para gobernar. Por eso, estamos pidiendo que ceda y dimita, pero no parece dispuesto». Los sectores de oposición, reunidos en la Alianza Cívica, impulsaron un diálogo mediado por la Conferencia Episcopal para convencer a Ortega de la necesidad de «democratizar» el país, pero está estancado por la incesante violencia.