El Silencio sonoro

Modeló a su alrededor toda una obra de amor

En el Silencio es donde se fraguan las grandes personas. Hay personas dueñas y señores del Silencio. Mi tío Juan, Juan Escudero Ruiz, lo era. Falleció el pasado 3 de junio y con él se fue, para todos —muchos— que lo queríamos, un gran dueño del Silencio.

En sus conversaciones guardaba Silencio sobre él, sobre sus ocupaciones y preocupaciones, sólo le interesaba el sonido de los demás… En su vida guardaba Silencio sobre todo el bien que, discretamente, hacía a su mujer, Arsenia, a sus hijos e hijas, Rafael, Inmaculada, Blanca, Rocío, Juan Esteban y Luis Alfonso, a sus nietos, hermanos, sobrinos, amigos, compañeros, empleados… ¿Cuánto bien se ha llevado al cielo? y ¿Cuántos, como yo, sólo conocemos el bien que nos hizo e ignoramos el bien que hizo a los demás?

Era mi tío un gran lector. La lectura es Silencio. La lectura es Silencio constructor de almas. Juan Ramón Jiménez nos habla de la «Soledad Sonora», la Soledad Acompañada. Juan Escudero vivía en el Silencio Sonoro. No era, el suyo, por tanto, un Silencio hueco, baldío.

El Silencio, por definición, no se escucha pero, desde su corazón humilde y limpio, nota a nota, Silencio a Silencio, modeló a su alrededor toda una obra de amor, que es el mejor sonido que cualquier persona puede dejar al irse de este mundo…

Juan Escudero Ruiz era un gran compositor del Silencio Sonoro pero, cierto es, tenía un gran Inspirador, que guio toda su recorrido por esta tierra hasta su hálito final: Dios, transmitido y vivido desde su infancia con el testimonio de sus padres, le configuró en la sencillez y en el ánimo de hacer feliz a los demás sin dejarse notar… en Silencio.

Todos los que lo conocimos y quisimos damos Gracias a Dios por los años y momentos compartidos con él.

La mejor manera que tenemos de hacer homenaje a su memoria y hacerlo presente, él lo merece, es siendo cada uno de nosotros compositor en nuestra vida diaria de esa Sinfonía del Silencio Sonoro. Así sea.