ABC (Sevilla)

Final con Miuras de otra época

Rubén Pinar da una vuelta al ruedo tras petición de oreja en una muy complicada corrida

- ANDRÉS AMORÓS

Nada humano es eterno. Ni siquiera esta Fiesta. Después de más de doscientas horas de jolgorio popular, en la calle, la gran fiesta llega a su fin: último encierro, el más rápido; últimos gigantes y cabezudos; últimas jotas; último apartado; última corrida; últimos cánticos; últimos fuegos artificial­es… Toda la jornada nos ha acompañado la dulce melancolía del «Vals» de Astrain…

La Feria taurina alcanzó el viernes, con Padilla y Roca Rey, una cumbre emocional. Me dice Gonzalo Santonja: «¡Qué lástima que Televisión Española no transmitie­ra en directo el festejo!» Tiene razón: en el mundo entero, hubiera sido un acontecimi­ento. Pero los políticos que rigen la televisión pública no quieren tener esos éxitos…

Cierran la Feria cinco toros de Miura (uno, lesionado, es sustituido por un Fuente Ymbro). Son largos, altos, abiertos de pitones; parecen escurridos, aunque se acerquen a los 600 kilos. Después de tantos años, conservan intacta su singularid­ad y su leyenda. (El maestro Antonio Burgos, que estará viendo esta corrida por televisión, en Sevilla, ha señalado esta ganadería como ejemplo del mantenimie­nto de una tradición). En el encierro, uno de ellos ha prendido por la faja a un corredor y lo ha arrastrado muchos metros. En la Plaza, han resultado complicado­s, peligrosos: toros de otra época y difíciles. Los tres diestros están dignos y salen por su pie; se pide con fuerza una oreja para Rubén Pinar.

Rafaelillo es experto en buscarles las vueltas a estas reses, con un toreo sobre las piernas, de aroma antiguo. El año pasado salió aquí en hombros, con Miuras, después de una fiera pelea. Recibe con dos largas de rodillas al primero, casi tan alto como él, que corta, en banderilla­s; en la muleta, pega derrotes y queda corto. Rafael resuelve la papeleta con oficio y mata con habilidad. El cuarto, de Fuente Ymbro, muy serio, supera los 600 kilos, tiene una embestida más manejable, aunque dura poco: permite que Rafaelillo ligue muletazos, con una estética más acorde con el gusto actual. Prolonga demasiado la faena; mata bien, a la segunda.

Rubén Pinar intenta volver a las Ferias, tiene el oficio y el temple de los buenos toreros albaceteño­s. Saluda el valiente Ángel Otero, en banderilla­s, en el cárdeno segundo, que va a peor, se defiende, pega cabezazos. Rubén, firme y profesiona­l, aguanta las tarascadas y mete la espada. Recibe con lances aseados al quinto, zancudo, manejable. Brinda al llamado «Alcalde de sol», un personaje que anuda un pañuelo a los diestros triunfador­es, en la vuelta al ruedo. Pinar le saca muletazos con mucho oficio hasta que el toro echa el cierre; logra una estocada a toma y daca: petición y vuelta.

Muy pegajoso

El sevillano Pepe Moral está consiguien­do buenos éxitos, en corridas duras, con sus naturales clásicos, en los que se advierte la huella del gran maestro Manolo Cortés. Después de tres largas de rodillas, lancea con gusto y gallea por chicuelina­s en el tercero, que se mueve sin parar, no tiene gran peligro pero es muy pegajoso, no le deja respirar ni un momento. Moral pasa el trago, traza algunos muletazos con buen estilo y lo mata bien. Impresiona la estampa del último, un colorado muy alto, que ni se deja banderille­ar ni humilla nada, con la cara muy suelta. Los esfuerzos de Pepe Moral no tienen fruto. Pasa un quinario para matarlo.

Lo resumió Hemingway con lacónica precisión: «Fue una fiesta y duró siete días». Ha concluido una Feria que no olvidaremo­s: previament­e, las absurdas declaracio­nes del alcalde de Bildu contra las corridas de toros; en el centro de la Feria, la abundancia de percances; el clamor final, con las despedidas de Padilla y Pepín Liria; las salidas en hombros de Roca Rey y Octavio Chacón… Esta noche, a las doce, en la Plaza Consistori­al, con miles de velas encendidas, volverá a sonar el triste cántico: «¡Pobre de mí, se han acabao las fiestas/ de San Fermín». Pero, enseguida, nacerá la justa réplica: «¡Ya falta menos!...» ¡Hasta el próximo año, si Dios quiere!

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REUTERS Rubén Pinar, en un pase de pecho al tercer toro de Miura
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EFE El primero desarmó a Rafaelillo, con la muleta sobre la cabeza

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