ABC (Sevilla)

Ponce y Roca Rey, dos rayos que no cesan

∑ Con lleno de «No hay billetes», cortan orejas y salen a hombros, en una floja corrida de Daniel Ruiz; El Juli se queda en una

- ANDRÉS AMORÓS

Desde el día anterior están agotadas las localidade­s para esta corrida. ¿Quién dijo que los toros ya no interesan a la gente? Si se hace una buena gestión y se ofrecen carteles atrayentes, ¡claro que acude el público! ¡Lástima que no se pueda anunciar esta misma corrida en la Feria de Otoño madrileña! (Claro que los toros –y la exigencia del público– serían distintos). Y, mucho más, en la Monumental de Barcelona…

Los toros de Daniel Ruiz son manejables pero justos de presencia, fuerzas y casta: cómodos, para los diestros, pero insuficien­tes, para los aficionado­s. Los dos primeros traen la decepción; luego, Ponce y Roca Rey cortan dos orejas, salen a hombros; El Juli se queda al borde, con una.

Ponce está toreando con más estética que nunca. Lancea con gusto al primero, sin fuerza ni casta. Su maestría se estrella contra un toro que sale con la cara alta, desentendi­éndose, sin la menor emoción. Mata con habilidad. El cuarto se parte el pitón al derrumbars­e, en banderilla­s. El sobrero se cuela, le pega un pitonazo en la cadera; protesta, en el caballo. Brinda a Mariano de la Viña, siempre a su lado. El toro no tiene fuerza ni casta. Una vez más, Ponce se inventa una faena que nadie esperaba, con suaves muletazos, aunque el toro es una birria; acaba con molinetes de rodillas, como si fuera un chaval necesitado de contratos, y mata de estocada sin puntilla: dos orejas.

Veinte años de El Juli

Cumple veinte años de alternativ­a El Juli. Protestan de salida al segundo, de pobre presentaci­ón, que mansea en el caballo y flojea. El Juli lidia con suficienci­a y facilidad, pero sin brillo, a un «Enemigo» que dice muy poco. La faena se queda en nada. Mata de un sartenazo . Estimulado por el éxito de sus compañeros, quita por zapopinas, en el quinto, muy noble pero justo de fuerzas. Comienza haciendo la estatua («el pase del guardabarr­eras», lo llamaba Corrochano). Me gusta más cuando manda mucho, en largos muletazos, muy relajado. Mata con salto, a la segunda: oreja y petición de la segunda. El joven Roca Rey es, ahora mismo, el «fenómeno» que más tirón tiene, en las taquillas. Esta temporada, ha arrollado en todas las Ferias. Atrae por su novedad y su entrega absoluta. Al tercero, manejable, no lo pican nada, como es habitual en este diestro. La quietud, en los muletazos cambiados, logra que la gente desarrugue el ceño: se lo enrosca a la cintura, con mucho mando, por los dos lados; sin una duda, se mete en su terreno y vacía por completo las embestidas; liga los suaves naturales con una arrucina, para sorprender al público.

Hasta enloquecer

Las bernadinas finales, cambiándol­e la trayectori­a, atropellan­do la razón, las remata mirando al tendido: son dos modas actuales que no están al nivel de sus anteriores muletazos clásicos pero que acaban de enloquecer al personal. Mata con su habitual decisión: dos orejas. Recibe al último con larga cambiada, delantales y chicuelina­s (una mezcla poco clásica). Brinda a su hermano un toro flojo pero manejable. Vuelve a alternar el toreo mandón, ligando los circulares, con los alardes de valor, que encandilan al personal. Suena el aviso, por la larga faena, antes de matar a la segunda .

Salen a hombros el veterano maestro y la joven estrella. Recuerdo a Miguel Hernández: «¿No cesará este rayo que me habita?... Este rayo ni cesa ni se agota». Igual que ese rayo llamado Enrique Ponce y ese otro, llamado Andrés Roca Rey.

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El torero es, ahora mismo, el «fenómeno» que más tirón tiene, en las taquillas por su novedad y por su entrega absoluta Roca Rey

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