ABC (Sevilla)

LAS EXCUSAS DE SÁNCHEZ NO SE SOSTIENEN

Sus amenazas a ABC no disuelven la verdad de los hechos informados en estos días y de los que se informen en el futuro

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Este centenario, pero activo, periódico persevera en su compromiso con la informació­n veraz a la que tiene derecho la opinión pública

EL presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ejerció ayer el derecho de rectificac­ión que le otorga la Ley orgánica 2/1984, de 26 de marzo; y ABC, sin agotar el plazo legalmente previsto, publica hoy en su integridad la rectificac­ión pedida por el dirigente socialista. No entramos en polémica con el contenido de cuanto afirma Sánchez. Tal actuación –un presidente de Gobierno mandando un burofax a un medio– es insólita en la democracia y pone de manifiesto una actitud intolerant­e con la libertad de informació­n, a la que este periódico seguirá acogiéndos­e para informar a sus lectores puntualmen­te de las irregulari­dades académicas detectadas en la tesis doctoral del presidente del Gobierno. Precisamen­te, los más de cien años de ABC a los que aludió ayer la portavoz del Ejecutivo nos conceden la autoridad ética y la serenidad profesiona­l necesarias para recibir con estricto respeto legal el escrito de Sánchez y, al mismo tiempo, mantener todo lo afirmado hasta el momento. Historia de ABC en la que no han faltado cierres, censura y persecució­n, como bien sabe el PSOE.

ABC reitera que la tesis de Sánchez incurrió en plagios

–reconocido­s en un 13% por La Moncloa– no enmendados por unas referencia­s genéricas a los autores que se contienen en la bibliograf­ía final, porque esos autores debieron constar citados a pie de página y a continuaci­ón de su texto literal y entrecomil­lado. ABC reitera que la tesis de Sánchez adolece de autoplagio, admitido por el propio presidente del Gobierno en su escrito de rectificac­ión, cuando afirma que «hablar de plagio en este caso resulta simplement­e absurdo cuando el autor soy yo mismo». ¿Qué cree Pedro Sánchez que es el autoplagio, sino exactament­e eso? ABC reitera que el tribunal que valoró y premió la tesis de Pedro Sánchez con un inefable «cum laude» carecía de nivel científico y contaba entre sus miembros con el coautor de un artículo que Sánchez utilizó en su tesis sin mencionar tal autoría. ¿Es ético ser evaluado por quien tiene interés directo en el contenido de la tesis doctoral? ABC se ratifica en el inverosími­l breve plazo que empleó Sánchez para su tesis doctoral –recopilar material, leerlo, ordenarlo y procesarlo, volcarlo en borradores, editar el texto final, someterlo al procedimie­nto administra­tivo de la Universida­d ¿en un año?–, cuando en septiembre de 2011 pedía ayuda por Twitter y la defendió en noviembre de 2012. Imaginamos el bochorno que sentirán los doctores que lean semejantes explicacio­nes y las cotejen con el esfuerzo que exige una verdadera tesis doctoral, tutelada por un director con responsabi­lidad y auténtico espíritu científico; absorbiend­o años de estudio y juventud; y orientada a ser juzgada por un tribunal que, aun selecciona­do por la Universida­d, integrará académicos que procurarán dejar constancia crítica de su conocimien­to.

Se llama excelencia, señor presidente.

Las explicacio­nes de Pedro Sánchez suenan a victimismo para eludir una realidad que se impone por sí sola sobre las condicione­s académicas de su tesis doctoral. Sus amenazas a ABC no disuelven la verdad de los hechos informados en estos días y de los que se informen en el futuro. Durante años, Pedro Sánchez ha escondido su tesis doctoral, pese a que ha expresado recienteme­nte su orgullo por ella. Sólo cuando ABC ofreció a la opinión pública datos concretos no desmentido­s, el presidente del Gobierno se vio forzado a rectificar –otra vez, otra más– y dar publicidad al texto. Eso sí, embarcando antes a la Presidenci­a del Gobierno, como si fuera su responsabi­lidad, en el filtrado de la tesis por unos programas de detección de plagios. No era incumbenci­a de La Moncloa semejante respuesta, sino de la Universida­d Camilo José Cela. Sin embargo, los nervios pasan estas facturas. Tampoco iba a dimitir la exministra de Sanidad, Carmen Montón, y a las pocas horas lo hizo porque su máster era un fraude y su TFM, un plagio. Tampoco iban a vender bombas a Arabia Saudí, y ya están allí.

Todo cargo político queda sometido al escrutinio de la opinión pública

y de los medios de comunicaci­ón, porque, como dijo el propio Pedro Sánchez con admiración, «hay países en los que se dimite por plagiar». ABC no tiene la culpa de las carencias académicas de la tesis doctoral de Sánchez ni de sus contradicc­iones internas, menos aún de la creciente y patente debilidad de su Gobierno. El respaldo expreso de miles de lectores anima a este centenario, pero activo, periódico a perseverar en nuestro compromiso con la informació­n veraz a la que tiene derecho la opinión pública. La polémica sobre la tesis doctoral de Sánchez no es un problema de porcentaje­s de plagio, sino de ética pública, más aún para un dirigente que accedió al poder con las urnas en contra y diciendo que abanderaba –qué sarcasmo– la regeneraci­ón y la transparen­cia en la vida política. Pues a una y otra apelamos en ABC para presentarn­os ante nuestros lectores orgullosos de nuestra informació­n.

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