Un poco más inteligentes
Pedro Sánchez tendría que haber convocado elecciones a la vuelta del verano. Lo que le espera a partir de ahora es la agonía y si alarga demasiado esta agonía acabará hallando la derrota.
Era muy difícil llegar a presidente del Gobierno con 84 diputados y lo consiguió; cayó en gracia y en pocas semanas lideró todas las encuestas gracias también al difícil momento familiar de Pablo Iglesias –felizmente superado–, a la dudosa tesis de Pablo Casado y a la fatuidad inconcebible de Albert Rivera, de tan Narciso extraviado dentro de su propio espejo.
Sánchez ha sabido convertir estos meses en La Moncloa en una exitosa campaña electoral pero intentar alargar más la sopa no le va a funcionar. Las contradicciones le comienzan a aflorar, se le vuelve en contra el juego sucio con que ha intentado eliminar a los demás, con 84 diputados puedes inventar un ataque sorpresa pero no puedes realmente defenderte de nada, y lo que hace dos semanas era un Gobierno bonito y sonriente hoy empieza a hacer agua por todas partes. Además, se le está agotando la credibilidad a marchas forzadas y sus adversarios le han olido la debilidad y lógicamente no van a regalarle una larga estancia en La Moncloa sino todo lo contrario.
Lo que tendría que hacer Pedro Sánchez es leer bien su momento, dejar de aferrarse al cargo con la inseguridad de los más mediocres y ser capaz de pensar un poco más a largo plazo: y ni siquiera me refiero a los intereses de España, sino a sus propios intereses políticos y personales. Sorprende que alguien que ha tenido la astucia de llegar a presidente con tan pocos diputados no pueda entender algo tan elemental, aunque como decía siempre mi abuela Maria, poco pueden sorprendernos estos chicos, porque si fueran tan inteligente como nosotros, no se habrían hecho socialistas.
De nada le servirá a Sánchez arremeter contra ABC y tratar de negar lo innegable. No conseguirá más que desprestigiarse, lo mismo que le sucedió ayer al Gobierno con la lamentable rueda de prensa de su portavoz que, nerviosa y acorralada, hilvanó un infinito repertorio de tonterías que con toda probabilidad lastimaron todavía más las halagüeñas expectativas electorales que el PSOE tenía a finales de agosto.
Si por rebanar hasta la última mensualidad, como carguitos asustados que vinieron a la política para poderse cambiar la tele, el iPhone o el sofá, los socialistas intentan prolongar lo que ya se ve que está agotado, acabarán perdiendo hasta la camisa cuando hace quince días lo tenían todo a favor para mantenerse en el poder cuatro años más.
Pero ya lo decía mi abuela: un poco más inteligentes y habrían salido de derechas.