ABC (Sevilla)

El corazón de las tinieblas

- JESÚS LILLO

En anteriores entregas de nuestra reciente historia democrátic­a, y como está mandado, la prole de los presidente­s del Gobierno no había pasado de dejar en evidencia a sus padres, situación habitual en esta delicada relación de parentesco. Las hijas de Rodríguez Zapatero retrataron a sus padres en el Metropolit­an de Nueva York al presentars­e hechas unos cromos de no se sabe qué colección; a Rajoy, unos años más tarde, su pequeño Juan le sacó los colores en la Cope, en cuyo estudio tuvo que darle un pescozón por calificar de «basura» el trabajo de un locutor. Lo normal. Para eso están los niños.

Pedro Sánchez dio ayer un paso cualitativ­o al utilizar a sus hijas con fines políticos. Lo hizo personalme­nte o se lo consintió al equipo de propagandi­stas que lo retrata con gafas de piloto matador o elogia la determinac­ión de sus manos suavonas. Tanto da. El doctor Sánchez, el del 13 por ciento, colgó en las redes sociales la foto del dibujo, lleno de corazones, que sus hijas le habían dejado sobre su carpeta de trabajo. «Esta mañana, en la mesa del Consejo de Ministros, me he encontrado una sorpresa... ¡Os quiero!», escribió el presidente del Gobierno para compartir –verbo que define y explica el actual modelo comunicati­vo– su emoción rebosante. En la foto anexa, corazoncit­os y cursiladas. Lo normal en un par de niñas. Lo anormal en un jefe del Ejecutivo.

Si Pedro Sánchez es capaz de recurrir a sus hijas de diez y doce años para hacerse querer por el gran público, mal andamos. A la irresponsa­bilidad parental hay que sumar la imprevisib­ilidad ética de quien parece capaz de todo. Que las niñas campen a sus anchas por la sala del Consejo de Ministros es un detalle menor, teniendo en cuenta el nivel de alguno de sus miembros y miembras. Lo grave es la degradació­n que este mensaje presidenci­al representa para la vida democrátic­a y la transparen­cia de la política: Pedro Sánchez no comparece en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros para hablar del 13 por ciento, da la espalda al Congreso de los Diputados para explicar sus aptitudes doctorales y, last but not least, se escuda en sus hijas para transmitir ánimo y serenidad. «¡Os quiero!». Fin de la cita. Calculada al milímetro y a la medida de su audiencia potencial, la puerilidad del servicio de mensajería urgente de La Moncloa –«Las hijas de Pedro Sánchez le dan cariño en una semana difícil», titulaba ayer un diario del entorno– confirma la degradació­n institucio­nal de un poder ejecutivo que venía a regenerar la vida pública y no ha hecho sino normalizar la banalidad como vía de escape. No gobiernan, pero transmiten cariño.

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ABC Dibujos y mensajes de las hijas de Pedro Sánchez a su padre, compartido­s ayer por el presidente del Gobierno a través de las redes sociales
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